El cambio de gabinete en
diciembre se debió a la necesidad del gobierno de superar la brecha cambiaria. Históricamente
el mercado paralelo, blue, básicamente un mercado de dólares billete, siempre
fue de muy pequeña dimensión frente al volumen global de las divisas que entran
y salen del país. Pero el capital concentrado y centralizado internacional, (CCyCI)
continuando con su política destituyente de provocarle al gobierno una
situación económica inmanejable, se concentró en el aumento de la brecha
cambiaria. Es decir, mientras la diferencia entre oficial y paralelo o blue era
pequeña, no era un problema que afectara mayormente el funcionamiento global de
la economía, pero al ampliarse la brecha cambiaria se tornó urgente cerrarla lo
más pronto posible.
Es la misma operación que
el CCyCI está haciendo en Venezuela país en el cual a diferencia de Argentina, el
97% de las exportaciones son de petróleo de la empresa estatal PDVSA. Es decir
que es el estado el que percibe directamente las divisas, y no como en la
Argentina que son empresas privadas las receptoras de las divisas que deben
después liquidarse en el mercado de cambios e ingresar como reservas al Banco
Central.[1] En
Venezuela, por lo tanto, no debería haber problemas de restricción externa
(escasez de divisas), sin embargo lo hay, porque existe una fenomenal fuga de
divisas efectuada a través de una sobrefacturación de importaciones de grandes
dimensiones[2] y
han logrado provocar también una brecha cambiaria complicando el funcionamiento
de la economía venezolana.
A fines de 2011, cuando
la fuga de divisas significaba una reducción acelerada de las reservas, el
gobierno nacional instrumentó una política de administración de las divisas, un
control de cambios parcial y focalizado, administración de la autorización de
importaciones, prohibición de venta de dólares para ahorro, necesidad de
justificar un monto adecuado de dinero en blanco para la adquisición de
divisas, etc. Esta política llamada “cepo cambiario” por la oposición, obtuvo
un resultado importante y frenó, en gran medida, la fuga.
Pero el CCyCI potenció la
dinámica natural del mercado de cambios capitalista, fogoneando la suba de la
cotización del dólar paralelo de múltiples maneras, hasta que la brecha
cambiaria se tornó lo suficientemente grande como para adquirir una dinámica
propia de crecimiento permanente. Cuando la brecha es muy grande los distintos
actores económicos o bien deciden no vender sus dólares en el mercado legal o bien
esperan a que suba la cotización, es decir, esperan una devaluación, brusca
como quieren los voceros del CCyCI, o gradual pero acelerada como la que está
realizando el gobierno actualmente[3].
La política del CCyCI
implicó impulsar por un lado la salida de una gran cantidad de divisas y, por
el otro ingresar la menor cantidad posible, de esta manera bajar las reservas,
en base a esta caída potenciar las expectativas de una devaluación, y fomentar
así el crecimiento permanente y en creciente aceleración de la brecha cambiaria.
Al llegar a un determinado crecimiento la brecha cambiaria adquiere una
dinámica propia, lo que provoca, ahora sí, un problema económico imposible de
sustentar en el tiempo. Para que la economía tenga un funcionamiento manejable
es imprescindible, llegado a este punto, reducir a un mínimo la brecha
cambiaria.
Los exportadores
demoraron la venta esperando una mayor devaluación, como es el caso del aumento
de la acumulación de la cosecha en silos bolsa. Los importadores aceleraron los
pagos, previendo un encarecimiento del dólar. El turismo que ingresa al país en
lugar de vender dólares en el mercado legal, lo hizo en el blue, por la
diferencia de precio. Los turistas que viajan al exterior usan al máximo el
dólar de la tarjeta de crédito, elevando notablemente la salida de divisas. En
definitiva con una brecha cambiaria en crecimiento, todos los actores
económicos se van volcando al dólar blue de una u otra manera o esperan la
devaluación, provocando el aumento de la brecha cambiaria a una velocidad cada
vez mayor, haciendo insostenible su mantenimiento. El CCyCI finalmente logró
poner al gobierno en una encrucijada difícil de superar.
Es indiscutible que
existió y existe esta política del CCyCI. Es cierto también que existe una
dinámica natural de los actores económicos cuando hay una diferencia, aunque
sea pequeña, entre el dólar oficial y el paralelo, y que esta dinámica se
profundiza a medida que la brecha crece. Si la brecha es muy pequeña, nadie se
molesta en ir a las cuevas a vender su dólares, si la brecha es grande todo el
mundo vende a la cotización blue. Pero el crecimiento de una brecha pequeña a
una brecha suficientemente grande como para que adquiera su propia dinámica de aumento,
no es solamente ni mucho menos un fenómeno natural. Los medios de comunicación
de mayor difusión entre la población del país, televisivos, radiales y prensa
impresa, internet, pertenecen a distintas fracciones del CCyCI. Tal es el caso de
los grupos de empresas Clarín y La Nación, porque no son “un diario” sino la
prensa escrita representante de grandes conglomerados empresarios industriales,
comerciales y financieros. Hablar de “Clarín” refiriéndose exclusivamente al
diario, como si fuera solamente un problema entre “un diario” y el gobierno, es
alejarse de la realidad. Hay que recordar, por ejemplo, que el conglomerado
empresario “Clarín” tiene más de 240 empresas de cable en el país, y además
posee multitud de radios y diarios en muchas provincias, habiendo adquirido,
por ejemplo, el control de los diarios La
Voz del Interior de Córdoba y Los
Andes de Mendoza. Hay que tener presente también que la mayoría de los
bares y restaurantes de la Ciudad de Buenos Aires emiten permanentemente el
canal TN del conglomerado Clarín. Y la distribución en el interior del país de
este conglomerado empresarial también es abrumadoramente hegemónica.
Prácticamente el único diario de la Capital que llega al interior es Clarín, y en
menor medida La Nación, que también es integrante del CCyCI. En definitiva, la “noticia” de los diarios,
radios y canales de televisión que recibe la población es lo que dicen Clarín y
la Nación. Esa noticia es percibida como la verdad de lo que pasa en el país,
naturalmente, por la mayoría de la población. Y estos medios de comunicación
del CCyCI vienen fogoneando de todas las maneras posibles la sensación
colectiva de que el dólar en algún momento se va a devaluar, impulsando de esa
manera el aumento de la brecha cambiaria. Por otro lado, el incremento de la
sobre facturación de importaciones y subfacturación de exportaciones, la demora
en liquidar divisas, la retención en silos bolsa, etc., no sólo han estado
motivadas por una expectativa de devaluación, sino deliberadamente para
aumentar la brecha cambiaria.
El CCyCI puede llevar
adelante esta política porque el propio gobierno se encuentra encerrado por su
respeto a las reglas de juego del capitalismo, pero particularmente por su
respeto a las reglas de juego instaladas desde la dictadura militar y el
menemismo, reglas que responden en particular a los intereses del CCyCI. No es
incompatible con el capitalismo una reforma agraria radical, ni siquiera es
incompatible con el capitalismo la expropiación de todos los propietarios
agrarios, grandes, medianos y pequeños, la estatización de la propiedad agraria
en su totalidad y la explotación agraria exclusivamente por contratos de
usufructo de la tierra. Esto no solamente no es incompatible con el
capitalismo, sino que promueve el desarrollo más acelerado y pleno del mismo.
Obviamente, los propietarios agrarios demonizan esta posibilidad, y la relación
de fuerzas para intentar la reforma agraria más leve es muy difícil de lograr, en
principio porque ni siquiera se habla del tema, y la relación de fuerzas
depende en lo esencial de la toma de conciencia de la mayoría de la población
de la dimensión del problema que se trate.
Tampoco va en contra del
capitalismo la estatización del comercio exterior y los bancos, medidas
imprescindibles para administrar adecuadamente las divisas y direccionar el
crédito hacia el fomento de la producción. También en este caso, obviamente,
las empresas privadas que monopolizan el comercio exterior (ver nota al pie n°1) y la banca privada se oponen ferozmente a
todo cambio en este sentido. La estatización del comercio exterior y los
bancos, que son las medidas que el gobierno necesita tomar si quiere solucionar
el problema de la restricción externa, (falta de divisas), restricción que en
este momento está provocada por la brecha cambiaria, no son ni siquiera
consideradas por el gobierno, que no está de acuerdo, o no se atreve a llevarlas
adelante. Tampoco tiene el gobierno una política de esclarecimiento de la
opinión pública para crear la suficiente relación de fuerzas como para poder
llevarlas adelante. Se limita a tomar medidas que no contradigan en lo
fundamental las exigencias de las empresas privadas, medidas que por lo tanto
son mucho menos efectivas, y de dudoso éxito final.
Básicamente, Capitanich y
Kicillof proponen reducir la brecha cambiaria aumentando la inversión externa y
los préstamos del exterior, aunque intentando que esta inversión externa se
dirija a promover el desarrollo de la infraestructura y de la industria, y que
los préstamos no sean leoninos, como podría ser obtenerlos de Rusia y China,
que por la coyuntura internacional tendrían cierta disposición a efectuar
préstamos en condiciones relativamente razonables. De lograr de esta manera
reducir la brecha cambiaria, y eliminar en lo sustancial la restricción
externa, habrán conseguido superar temporariamente la encrucijada actual, pero
habrá que ver hasta qué punto esto implicará un mayor sometimiento general a
los dictados del CCyCI.
Si tiene éxito la
política de inversión y préstamos externos para frenar la baja de las reservas,
tendría la ventaja adicional de independizar al gobierno, en alguna medida, de
la necesidad del ingreso de divisas provenientes del sector agropecuario, y de
esta manera reducir las posibilidades de este sector de realizar boicots y
presiones sobre el gobierno.
Pero todo es muy
incierto, y el gobierno se verá permanentemente sometido a los boicots y
operaciones del CCyCI para someterlo a sus condicionamientos y exigencias.
En el trasfondo de todo
esto está el respeto del gobierno hacia las reglas del juego que el CCyCI ha
impuesto desde la dictadura militar a esta parte, pasando por el gobierno
Menem-Cavallo, que de conjunto han dejado también un “cepo” ecónomico y legal
muy condicionante.
Otra de las cuestiones es
la ideología instalada acerca de que los ciudadanos argentinos tenemos un
derecho irrestricto a adquirir la cantidad de dólares que deseemos en el mercado
oficial, el mercado legal y que cualquier restricción que imponga el gobierno
en este sentido, es un violentamiento de los derechos demócraticos de los
ciudadanos argentinos.
Hasta hace un año atrás
las reservas del Banco Central eran de 40.000.000.000 de dólares. Teniendo en
cuenta que la población argentina es de 40.000.000, haciendo la división
correspondiente, corresponde a cada argentino la cantidad de…¡u$s 1.000! Y si
sólo 4.000.000 quisiera comprar dólares (obviando una reflexión acerca de que
esto sucede si hay mucha pobreza y desigualdad en el ingreso) le correspondería
a cada uno u$s 10.000, que también es mucho menos de lo que demandan gran
cantidad de turistas, y infinitamente inferior a la fuga de divisas que
realizan los grandes capitales. De manera que el tan declamado derecho
democrático irrestricto a la compra de dólares tiene un límite objetivo: la
cantidad de dólares disponibles es limitada, muy limitada en el caso de que todos
los ciudadanos quieran adquirirlos.
Otra cuestión que la
población no tiene en cuenta, y que en gran medida se desconoce, es que las
divisas son la única moneda con la cual se pueden adquirir bienes fuera de las
fronteras del país. Las reservas del Banco Central son las únicos dólares con
los cuales la población puede adquirir lo que se necesita en el exterior, sean
medicamentos, aparatos médicos como tomógrafos, etc., pasando por bienes de
capital e insumos para la industria, y llegando a bienes suntuarios como autos
de alta gamma, por ejemplo. Es evidente que aunque las reservas fueran mucho
mayores, aún así tendrían una escasez relativa que obligaría a administrar esas
divisas, a ejercer algún tipo de control de cambios.
Si estas cuestiones
fueran cabalmente conocidas y comprendidas por el conjunto de la población,
sería mayor la posibilidad de exigir el adecuado ingreso y liquidación de la
totalidad de las divisas que se generan en el país, y una administración
sensata y racional de las divisas que se utilizan para pagos fuera del país.
No existe un problema
“natural” de restricción externa. En la Argentina se genera una cantidad de
divisas holgadamente suficiente para cubrir todas las necesidades de la
población, como bienes de capital e insumos industriales, medicamentos y
aparatos médicos y turismo, entre muchos otros. La Argentina no es un país que
tenga una escasez de divisas estructural. La cantidad de divisas genuinas que
tiene un país es la diferencia entre lo que exporta y lo que importa, o sea,
entre lo que vende y lo que compra en el exterior. Hay países que producen poco
o nada exportable, y por reducidas que sean sus necesidades de importación, en
esos casos la crisis crónica de falta de divisas es inevitable. No es el caso
de Argentina. El problema aquí es que las exportaciones están en manos de
empresas privadas, las importaciones también, e ingresan menos divisas que las
que obtienen (subfacturación de exportaciones), o egresan más divisas de las
que necesitan (sobrefacturación de importaciones), entre otras muchas maniobras
de las empresas privadas que exportan e importan. Cabe aclarar que en el caso
de la subfacturación simplemente el comprador extranjero deposita la diferencia
entre el valor real y el valor efectivamente denunciado en la documentación de
exportación de los exportadores en la cuenta corriente bancaria de estos en el
extranjero, hecho esto en la más absoluta legalidad y a plena luz del día, por
simples empleados bancarios que cumplen las directivas rutinarias para este
tipo de operaciones. En el caso de la sobrefacturación la operatoria bancaria
es similar pero inversa. Los dólares que salen para pagarle la importación al
exportador del exterior, en su mayor parte son depositados por este en la
cuenta corriente extranjera del importador. Si el comercio exterior fuera
estatizado, las posibilidades de control serían infinitamente mayores.
Estos no son, por otra
parte, los únicos mecanismos de elusión de ingreso de divisas, o de fuga de
divisas[4],
aclarando además, que con distintas operatorias normalmente se realizan a
través de la red bancaria o sea, son formalmente legales, y efectuadas a plena
luz del día.
La falsa conciencia
relacionada con el dólar y el respeto del gobierno a las reglas de juego
capitalistas actuales, instaladas desde la dictadura militar, llegaron en su
momento al extremo que aún durante los primeros meses de Marcó del Pont al
frente del Banco Central, la venta de dólares al público por parte de los
bancos, que en última instancia se pagaban con las reservas del Banco Central,
era absolutamente libre e irrestricta. Todo ciudadano o empresa podía comprar
una cantidad de dólares ilimitada. Recién con las primeras restricciones se
limitó la posibilidad de comprar a toda persona individual o jurídica hasta el
monto de 2.000.000 de dólares mensuales. Hoy en día esa “limitación” parece,
por el contrario, una autorización desmesurada para comprar dólares, pero
estaba en la línea de que el gobierno kirchnerista hasta este momento había
permitido la más libre y absoluta compra de dólares en los bancos sin ninguna
necesidad de justificar el destino de la compra. Es un claro ejemplo del
respeto del kirchnerismo por la libertad irrestricta, incondicional, en
cualquier circunstancia, al acceso a los dólares, necesidad difundida
permanentemente por el CCyCI desde hace muchos años, y recepcionada y reflejada
por gran parte de la clase media como parte de su ideología.
Es necesario adecuar esta
concepción a las necesidades reales de administración racional de las divisas y
focalizar la responsabilidad de su escasez en sus verdaderos responsables, las
empresas exportadoras e importadoras privadas[5]
que se apropian de ellos y eluden y fugan divisas permanentemente, transformando
en escasez lo que naturalmente en Argentina sería una abundancia de divisas
suficiente para el funcionamiento de la economía.
Es necesario que la
población tome verdadera conciencia de todo esto, y sería deseable que el
gobierno contribuyera a crearla, para que pudiera existir una relación de
fuerzas suficiente para tomar las medidas realmente efectivas que son la
estatización del comercio exterior y de los bancos. Es poco probable que el gobierno esté dispuesto a tomar estas
medidas aún en el caso de que contara con la relación de fuerzas favorable,
pero es absolutamente necesario tomarlas para optimizar lo más posible la
tenencia de divisas, dentro de las limitadas posibilidades que ofrece el
capitalismo para hacerlo.
Todas las fuerzas genuinamente
progresistas y de izquierda son las que tienen a su cargo la tarea de ayudar a
la elevación de la conciencia de la población, en particular de la clase
obrera, para luchar por la estatización del comercio exterior y los bancos.
Carlos A. Larriera
21.1.14
[1] Ver,
por ejemplo, Siete multinacionales concentran más del 80% de la exportación de soja, por Nicolás Furfaro, https://www.google.com.ar/?gws_rd=cr&ei=iCYnUr-KOqrCigLxpYGADg
[2] Sobre la brecha
cambiaria en Venezuela ver, por ejemplo: Fuga
de capitales (Venezuela y A.L.), fraudes, devaluación y Estatización del
comercio exterior, Manuel Sutherland, http://rebelion.org/docs/178396.pdf.
“…Gran parte de los enormes ingresos por
exportaciones petroleras se han exportado.
Nuestra burguesía local se ha dado a la tarea (con gran éxito) de fugar del país las divisas que
pudieran ser invertidas en infraestructura y producción industrial. La
burguesía ha privatizado (con gran eficiencia) buena parte de la renta
petrolera….”
“…la fuga de capitales en el período
2003-2013 bajo estricto control de cambio es ilícita. Afirmamos que es un
fraude porque en Venezuela los mecanismos de venta de divisas a la clase
capitalista se hacen (en un 90%) en estricta correlación a las solicitudes de
importación. No hay otros mecanismos importantes de trasferencia de divisas.
Por ende, el capitalista que protagoniza este drenaje de capital, lo hace a
costa de realizar solicitudes de importación por 100 dólares de una mercancía
X, luego recibe del gobierno los dólares por diversas vías (CADIVI, SITME,
SICAD etc.) y éste se “cuadra” con el proveedor para importar mucho menos de
esos 100 dólares, digamos 10 $, le da 10 $ al proveedor de “regalo” y EEUU los
restantes 80 $ para ahorrarlos en el extranjero, incorporarlos al mercado
paralelo y un largo etc. De esa forma es como se engordan las cuentas en el
extranjero de la clase capitalista y de ahí es donde surge el llamado “mercado
paralelo”. Podemos afirmar con toda seguridad, que el 98% de los dólares del
“mercado paralelo”, fueron dólares entregados a precios preferenciales por el Estado…”
[3] Hasta
ahora la devaluación gradual del gobierno no está dando resultados, la brecha
se sigue ampliando. Habrá que ver qué sucede en adelante. Es fundamental para que
los planes del gobierno tengan aunque sea un éxito temporal, que las
inversiones y préstamos que están gestionando lleguen pronto y crezcan las
reservas. En estas circunstancias el factor tiempo juega un rol fundamental.
[4] Fuga de divisas es cuando ingresan y pasan a formar
parte de las reservas del Banco Central, y después vuelven a salir. Elusión se
refiere a eludir el ingreso de divisas, los exportadores subfacturan
exportaciones y no ingresan un porcentaje importante de las divisas que
obtienen en el exterior, y los importadores sobrefacturan y también un
porcentaje importante de las divisas quedan en el exterior.
[5] También
fugan divisas el resto de las empresas, sobre todo las grandes, por distintos
mecanismos, normalmente a través de la red bancaria, en épocas de libre compra
de dólares lo hacen por simple transferencia bancaria, procedimiento que
también se utiliza aún con control de cambios, aprovechando las debilidades de
ese control.
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