Algunas características del gorilismo
Seguramente
el gorilismo se origina por múltiples causas, pero hay algunas características
típicas del gorilismo que conviene tratar de explicar lo mejor posible.
En
primer lugar: ¿qué es ser gorila? Se puede responder que gorila es el que
visualiza al peronismo desde un punto de vista diferente al de la clase obrera.
Esto como concepto general. No nos referimos al punto de vista revolucionario de la clase obrera, sino
desde donde se ubica, en primera instancia, la clase obrera para caracterizar
al peronismo.
El
peronismo[1] ha
significado una mejora sustancial en el nivel de vida de los obreros. A partir
de ese hecho, ningún obrero puede ver al peronismo como algo que hay que
rechazar de plano. Es decir es imposible, hablando en general, que un obrero
sea gorila, que odie al peronismo como un gorila, que lo considere su enemigo
principal, etc.
A
medida que algunos obreros van adquiriendo conciencia revolucionaria, junto con
una reivindicación fáctica del peronismo en cuanto su rol en el mejoramiento
del nivel de vida, van también visualizando el atraso a que somete a los obreros
al educarlos en la conciliación de clases, en la creencia que bajo el
capitalismo se puede lograr plenamente la “justicia social”, o en términos
actuales “el crecimiento con inclusión social”. Pero adquirir conciencia
revolucionaria no hace gorila al obrero. Al visualizar al peronismo como
enemigo de la estrategia revolucionaria, no por eso se olvida de la mejora del
nivel de vida a la que se llega bajo un gobierno peronista. Ningún obrero puede
permanecer indiferente ante esa mejora. La defensa de los logros en ese sentido
es natural para los trabajadores. Los obreros sólo estarán dispuestos a arriesgar
esos logros si comprenden la necesidad de llevar adelante la revolución social,
cuyo objetivo no es solamente reformas, sino un cambio radical del modo de
producción social, el reemplazo del capitalismo por el socialismo.
Los
gorilas de derecha son principalmente los grandes capitalistas, pero es en
general el conjunto de la burguesía y los sectores de clase media que sienten
miedo de perder las pequeñas ventajas económicas y sociales obtenidas frente a
un aumento de la distribución del ingreso. Los empresarios que dependen del
mercado interno tienen, generalmente, una ideología “mezclada”, gorilas por su
condición de clase, pero no tanto porque durante cierto tiempo se ven
favorecidos por las políticas distribucionistas.
Ahora
bien, también hay gorilas dentro de la izquierda. Tienen de común con los
gorilas de derecha que no se colocan en el punto de vista de la clase obrera.
Pero los gorilas de izquierda odian al peronismo por motivos diferentes que los
gorilas de derecha. Los gorilas de derecha odian que una pequeña parte de sus
ganancias se redistribuya para mejorar el nivel de vida de los obreros. Odian
el aspecto reformista, de mejora social del peronismo. Los gorilas de izquierda,
en cambio, odian la intoxicación ideológica, la confusión ideológica a que
somete el peronismo a los obreros. Son concientes de que el peronismo es un
obstáculo muy fuerte contra la elevación de la conciencia revolucionaria de la
clase obrera; pero se sienten incapaces de ganar la lucha ideológica contra el
peronismo y entonces caen en desear el alejamiento del peronismo del gobierno,
para que no siga instalando, en los obreros, la política de conciliación de
clases, apoyándose en sus reformas.
Y
es en este punto donde los gorilas de izquierda se vuelven realmente gorilas, y
odian implacablemente al peronismo. Pero la idea de que se agote rápidamente el
peronismo en el gobierno, para que “no siga haciendo daño ideológico al
proletariado”, tiende a producir un efecto opuesto al buscado. Como pasó
después del ’55, la ausencia del peronismo en el gobierno lleva a los
trabajadores a apoyar al peronismo más que nunca, con la esperanza de que un
retorno del mismo redundará en un nuevo mejoramiento del nivel de vida. El alejamiento
del peronismo del gobierno antes de que se agote la experiencia de los
trabajadores con su política, lejos de eliminar su influencia ideológica sobre
los trabajadores, tiende a perpetuarla.
Las
masas aprenden con experiencias de masas. La experiencia de masas de mejoras
sociales reales bajo un gobierno peronista es muy fuerte. Alejado el peronismo
del gobierno, se consolida la identificación que hacen los trabajadores entre
gobierno peronista y mejoras sociales. Por esta razón cuando el peronismo está fuera
del gobierno, es muy difícil lograr que los trabajadores adquieran conciencia
de que una mejora realmente profunda del nivel de vida sólo puede lograrse con
la revolución social. La política de los gorilas de izquierda de alejamiento
del peronismo del gobierno para desactivar su nefasta influencia ideológica, si
triunfa, habrá logrado lo opuesto, consolidar la influencia ideológica del
peronismo sobre los trabajadores.
El
problema de los gorilas de izquierda es que no creen en la posibilidad de un
triunfo ideológico de izquierda sobre el peronismo. La realidad es que sí se
puede ganar esa lucha ideológica. El marxismo verdadero siempre ganará la lucha
ideológica contra el populismo. Sucede que los gorilas de izquierda, no son en
realidad verdaderos marxistas, no saben o no quieren dar la batalla ideológica
marxista contra los populistas.
Y
para ganar esa batalla ideológica el marxismo debe buscar que se agote la
experiencia de los trabajadores con el peronismo, pero que se agote como
experiencia de masas, que las intenciones declaradas del kirchnerismo de
crecimiento con inclusión social alcancen su máximo desarrollo posible bajo el
capitalismo. De esa manera los trabajadores comprobarán como experiencia de
masas que aún en las condiciones más favorables —aún cuando el kirchnerismo
haya podido desarrollar al máximo su política, contando, entre otras cosas, por
ejemplo, con mayoría absoluta en el parlamento— el kirchnerismo no puede lograr
realmente un crecimiento con inclusión social sustentable en el tiempo que
merezca ese nombre. Ese es el camino para superar la influencia ideológica
negativa del kirchnerismo sobre los trabajadores. Desde ya que no basta con la
experiencia de masas, ésta debe ser acompañada por las explicaciones que el
marxismo puede y debe acercar al conjunto de los trabajadores sobre la
naturaleza del capitalismo, sobre el rol de todas las clases sociales, etc., de
manera que los trabajadores puedan comprender, cabalmente, las razones por las
cuales el kirchnerismo no puede lograr un verdadero crecimiento con inclusión
social, por más que lo intentara consecuentemente. Los propios límites
capitalistas que se autoimpone el kirchnerismo le impide, inexorablemente,
lograr un pleno crecimiento con inclusión social.
El
marxismo debe luchar en primera fila por las reformas, impulsar al máximo
posible la cantidad y calidad de las reformas. De este modo el marxismo no
solamente no se opone a las reformas, sino que impulsa la mejor reforma
posible, sea o no la propuesta por el gobierno.
La
única diferencia entre los marxistas y los trabajadores kirchneristas y no
kirchneristas es su estrategia de revolución social. Al mismo tiempo que se
lucha por las reformas, el marxismo debe explicar incansablemente a los
trabajadores todos los aspectos de la sociedad, especialmente las dificultades
que encuentra el kirchnerismo en los límites que impone el capitalismo a las
reformas.
Luchar
juntos por las reformas bajo el capitalismo, y cuando el kirchnerismo encuentre
límites insalvables (y los encontrará inevitablemente), si el marxismo ha
cumplido además con su tarea explicativa, desnudando la verdadera naturaleza
del capitalismo, los obreros habrán elevado su conciencia revolucionaria en la
medida necesaria para avanzar hacia la revolución social, en lugar de que los
límites del kirchnerismo generen la desmoralización y la derrota de la clase
obrera.
De
esta manera el marxismo puede y debe estar a la vanguardia de las lucha por las
reformas, mientras explica permanentemente la necesidad de revolución social,
preparando las condiciones subjetivas para que los obreros adquieran conciencia
de su necesidad y pasen a la acción.
Hoy
existe una oportunidad histórica: mientras más consecuente sea el kirchnerismo
en intentar el crecimiento con inclusión social, más evidentes se verán día
tras día los inconvenientes insalvables que opone el capitalismo. Ya no es
solamente una idea utópica de la Juventud Peronista de los ’70. Ahora es un
intento real del gobierno —más o menos consecuente—. El marxismo sabrá utilizar
todos los impedimentos que pone el capitalismo a este intento para explicar a
los trabajadores la verdadera naturaleza del capital y la inexorable necesidad
de la revolución social.
El
gorilismo de izquierda sigue un camino equivocado, quiere que se vaya el gobierno
kirchnerista, con lo cual en lugar de contrarrestarla tiende a perpetuar su
influencia ideológica sobre los trabajadores al impedirles agotar sus
expectativas en el kirchnerismo a través de una experiencia de masas en su
máximo desarrollo.
Carlos
A. Larriera
8.11.13
[1] El gobierno de Menem no puede
ser incluido dentro de la denominación “peronismo” en el sentido de gobiernos
populistas realizadores de reformas y distribuciones progresivas del ingreso.
En realidad el gobierno de Menem fue lo contrario: anulación de reformas y
redistribución regresiva del ingreso. Algo similar al gobierno de Menem puede
decirse de la segunda parte del gobierno peronista ’73-’76.
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