domingo, 1 de junio de 2014

La transición automática

Alrededor del folleto Los desafíos de una transición histórica

La transición automática





Los comentarios que se hacen en el artículo de Daniel Cadabón Sobre el concepto de transición en el “Partido Obrero”, publicado en Rebelión el 31.5.14, tienen un grado de abstracción muy pronunciado. Es difícil entender su significado concreto para alguien que no conozca la fraseología del Partido Obrero, e incluso resulta dificultosa su comprensión para los verdaderos socialistas. Hacia el final del texto se percibe que, por lo menos en parte, se refiere críticamente al concepto de “etapa” del stalinismo, en este caso el PC argentino, aunque apenas lo nombra específicamente. Obviamente se refiere a la posición en Rusia, originalmente menchevique, de que en 1917 se transcurría por una etapa de revolución burguesa y por lo tanto la revolución proletaria debería esperar a que esa etapa culminara. Posteriormente esta ideología “etapista”¨fue adoptada por el stanilismo internacional. Trotsky, por ejemplo, critica esta política etapista en su libro Stalin, el gran organizador de derrotas, refiriéndose a la traición del stalinismo a la revolución china de la década del `20. Pero esta política stalinista se ha aplicado y se sigue aplicando en todo el planeta como fue, entre muchos otros, el caso de la revolución española que culminó con la guerra civil de 1936-39.

En el artículo se acusa a todos aquellos que, en más o en menos, se quedan en esta etapa burguesa y no ven que se está produciendo una transición. A esto parece referirse cuando reduce apenas su nivel de abstracción y dice: para que estudien la transición política, considerada desde el punto de vista metodológico como opuesta a la ‘reafirmación de la constancia’ sostenida por otros partidos de la izquierda y la centro izquierda. Este polémico concepto de “reafirmación de la constancia” debe ser entendido como el sentimiento intelectual que, ganado por la inercia de los hechos y la repetición de las etapas, sostiene el carácter permanente de lo dado (inmutabilidad de la situación) y no como sinónimo de fortaleza de principios o firmeza en las convicciones.”
Más allá de esta crítica al “etapismo”, lo que interesa observar en este artículo, es que plantea que existe una transición política, caracterización que ya de por sí habilita un pormenorizado análisis acerca de qué se entiende por transición política. Pero además, implícitamente, describe esta transición como algo automático, algo que sucede ante los ojos de los militantes del PO y de los militantes de otras organizaciones de izquierda; a estos últimos critica diciendo que se niegan a percibirla y apreciarla en todo su contenido dialéctico. En ningún momento se afirma que esta transición es producto de la lucha de clases, o el rol que ha tenido el Partido Obrero en su desarrollo sino, simplemente, aparece como algo que sucede y que hay que analizar dialécticamente. Lo único que se puede citar que dice sobre este rol es: Aplicar con rigor el método marxista a la investigación de las transiciones en sus diferentes aspectos (subjetivos y objetivos) tiene la función de potenciar todos los fundamentos estratégicos de la acción de un partido obrero que, en definitiva, interviene cotidianamente para que el proceso que emerge se desenvuelva en un sentido revolucionario.” Pero no dice en qué ha consistido y consiste esa “acción” que supuestamente estimula el desarrollo del “sentido” revolucionario de este proceso.
Todo se reduce a una mezcla incongruente de hechos reales y supuestos y de conceptos mal fundamentados, al decir que “Los K, menemistas devenidos en montoneros nacionales y populares, hoy deambulan por el mundo entregando el petróleo a Chevrón, negociando con el FMI, el Club de París y entregando la soberanía de la negociación de la deuda con los fondos buitres a la Corte suprema de EEUU.” Y más adelante remata: [el peronismo] “…marca su degradación completa como representante de la aspiraciones de las masas.”
Frente a esto menciona que: “Altamira insiste en que los trabajadores deben “saltar el cerco” desde el movimiento “peronismo nacional y popular” a la izquierda.” Izquierda que más adelante define como “revolucionaria”: “Es en la intersección de todos estos elementos donde la izquierda revolucionaria debe hablar “desde la claridad”.
Resumiendo: los trabajadores deben “saltar el cerco” del kirchnerismo a la izquierda (“revolucionaria”). Según este artículo fracasa[1] el kirchnerismo y la izquierda “revolucionaria” (fundamentalmente el PO) está ahí esperando “el salto” hacia su organización. El sólo hecho de que (supuestamente) el PO sea “revolucionario socialista” es suficiente para que los trabajadores “salten” hacia él al “fracasar” el kirchnerismo. Todo vestigio de marxismo ha desaparecido para siempre. Parafraseando el final de La casa Usher de E. A. Poe: “desapareció para siempre en el pantano”.
La política, si puede llamarse así[2], del PO, se reduce a la lucha sindical, a la participación en las elecciones integrando el FIT y a la actividad parlamentaria resultante, en la que se ha limitado a prometer continuar el impulso de reivindicaciones sindicales; por lo tanto las actividades parlamentaria y extraparlamentaria no pueden considerarse propiamente políticas en el sentido revolucionario, sino política reformista, “economista” en los términos del Qué hacer de Lenin, dado que la lucha sindical por sí sola no puede elevarse a lucha revolucionaria porque “el marco es demasiado estrecho”, en palabras de Lenin.
Un partido verdaderamente socialista debe dar todos los días la lucha política. ¿Cuál es la lucha política que realiza el PO?
La elevación de la conciencia revolucionaria del proletariado no parece ser una tarea del PO, salvo que a esta  conciencia se la pudiera desarrollar solamente en base a la lucha económica, sindical, y al “fracaso” del kirchnerismo. El PO no realiza ninguna tarea para elevar esa conciencia (y de hecho, sí para confundirla y retrasarla), no explica adecuadamente la crisis mundial ni sus consecuencias locales, no analiza la disputa entre los distintos sectores burgueses, ignora la acción destituyente del capital concentrado, no dice por qué razón si el kirchnerismo es defensor de este capital concentrado, a su vez sufre su ofensiva destituyente, no menciona en ningún momento qué acuerdos de lucha hay que hacer con los sectores de la pequeña burguesía e incluso de la burguesía, coyunturales y episódicos, pero imprescindibles para “que el proceso que emerge se desenvuelva en un sentido revolucionario”, etc., etc.
Todo se da sin lucha interburguesa, sin lucha de clases (excepto la sindical y la sindical-parlamentaria), debido al “fracaso” del kirchnerismo los trabajadores deben “saltar el cerco” hacia el PO. Y deben hacerlo sin la “ayuda desde afuera” que Lenin afirmaba como imprescindible en el Qué hacer. Obviamente, Lenin nunca habría planteado que el PO es un partido revolucionario socialista dado que éste es de un reformismo históricamente consolidado.
A confesión de parte relevo de pruebas, dado que en el artículo se visualiza la “transición” como un proceso automático, sin que tenga nada que ver la política de un partido (supuestamente) revolucionario socialista, suponiendo que con su sola existencia genera un imán al cual deben “saltar los trabajadores”, queda claro que el PO no lleva adelante una política revolucionaria, no lleva adelante la ayuda desde afuera al proletariado.

Carlos A. Larriera
1º.6.14




[1] El kirchnerismo ha afirmado expresamente por boca de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que no es revolucionario, que reivindica al capitalismo, así que no puede hablarse de fracaso en ese sentido porque la revolución nunca fue su objetivo. Sí ha expresado el kirchnerismo su voluntad de desarrollar un crecimiento, un desarrollo industrial capitalista con inclusión social, y es, en ese sentido, que debe juzgarse su éxito o su fracaso. La utopía de este intento, al menos con seguridad en el largo plazo, no amerita anticipar un fracaso cuando todavía lo sigue intentando. Máxime cuando, con todas sus limitaciones, ha cumplido con este crecimiento burgués, pero reflejado con aumentos de empleo, de jubilaciones, etc., si se compara todo esto con el país destruido por la política de los ’90. Sobre una caracterización del kirchnerismo ver los artículos del autor de esta nota en Rebelión, Kaos en la red y en el blog http://wwwnudosgordianos.blogspot.com.ar/

[2] En el Qué hacer Lenin explica que una política limitada a lo sindical, “economista”,  es en realidad una política burguesa, porque la actividad política, que tiene que ver con visualizar todas las clases y sectores de clase de la sociedad y tener una política hacia todos ellos, al limitarse un partido obrero a lo sindical le deja la política a la burguesía, que es justamente lo que la burguesía quiere, porque sabe que es imposible eliminar totalmente la lucha sindical.