Necesidad
de una caracterización científica del kirchnerismo[i]
La mayoría de
los partidos de izquierda y buena parte del progresismo adjudican todos los
males del capitalismo al actual gobierno kirchnerista. Obviamente, en muchos
sentidos cualquier gobierno es responsable por todo lo que pasa; pero no es lo
mismo ser responsable que tener como estrategia impulsar todos los males del capitalismo. Desde el punto de vista
del socialismo científico es imposible evitar, desde un gobierno de un estado
burgués, la dinámica objetiva del capitalismo.
La concentración y centralización económica es un proceso que responde a
la naturaleza del capitalismo y, mientras éste subsista, mientras no se lo
expropie, es un proceso inevitable que puede ser morigerado en alguna medida,
en algún momento, pero en lo fundamental no puede ser evitado.
El kirchnerismo sostiene que su estrategia es el crecimiento con
inclusión social bajo el capitalismo, considerando
el capitalismo como único escenario posible, y propiciando la conciliación de
clases. Por lo tanto no se siente responsable de todos los males del
capitalismo ni de todos los males que realiza el aparato estatal de un gobierno
democrático burgués. Considera este el escenario en el que hay que moverse.
Considera que hay que ir purificando el Estado, que no se puede hacer de la
noche a la mañana, y que se debe tener en cuenta la relación de fuerzas
interburguesa antes de aventurarse en cambios que puedan ser muy resistidos por
el capitalismo.
El avance de la frontera sojera y la estructura de la propiedad agraria,
son muy difíciles de modificar bajo el capitalismo y es un proceso que no
inventó el kirchnerismo, viene de décadas anteriores. Sí es cierto que bajo el
kirchnerismo ha continuado y aumentado.
Si el gobierno quisiera frenar el avance de la frontera sojera o
modificar la estructura de la propiedad agraria, debería contar con una
coyuntura económica favorable y tener una relación de fuerzas interburguesa al
menos equivalente. Incluso un apoyo de masas considerable.
Además el gobierno se beneficia con las exportaciones de soja por el
ingreso de divisas y las retenciones, y le resulta difícil prescindir de ellas.
Es cierto que bajo el kirchnerismo se han producido y se siguen
produciendo grandes males: El problema de la minería a cielo abierto, la
extensión de la frontera sojera, los efectos destructivos del glifosato, los
subsidios y concesiones a empresas de transporte que sólo sirvieron para
enriquecimiento de los concesionarios, incluyendo la terrible tragedia de Once,
desde todo punto de vista injustificable y con una responsabilidad del gobierno
ineludible. Algo están haciendo hoy en el mejoramiento de los trenes.
Los gobiernos kirchneristas no solamente se han mostrado pasivos frente
a estos males, sino que, presumiblemente, como en el caso de la minería entre
otros, han sido socios o cómplices.[ii]
Todos estos males, y la necesidad de denunciarlos y luchar contra ellos, no
pueden cambiar el diagnóstico del kirchnerismo, en cuanto a su objetivo de
crecimiento con inclusión social.
Sin tener un diagnóstico científico de cuál es la verdadera política del
kirchnerismo, no se puede tener una estrategia marxista correcta. Hay que saber
hoy en la Argentina, cuáles son los
intereses y la política del kirchnerismo, los de la oposición destituyente, la
oposición no destituyente, las distintas centrales sindicales, los distintos
sectores del progresismo y la izquierda. Sólo de esa manera se puede orientar a
la clase obrera para desarrollar una verdadera estrategia revolucionaria.
A través de los hechos materiales se
manifiesta que el objetivo del gobierno es realmente el crecimiento con
inclusión social bajo el capitalismo, por más utópico que esto
sea.
Por otra parte, al adjudicarle malas
intenciones al gobierno, se está negando la existencia de distintas ideologías,
en particular la ideología histórica de la juventud peronista (en adelante JP),
por lo menos a partir de los ’60. Cualquiera que haya vivido esa época y haya
dialogado con un adherente a la JP debe reconocer que ellos sinceramente creían
en la “justicia social” bajo el capitalismo. Es un hecho innegable. ¿Todos esos
militantes o simpatizantes de la JP eran hipócritas o falsos? ¿No eran
sinceros? ¿No dieron la vida muchos de ellos por esos ideales? ¿No soportaron
la tortura y la muerte antes de traicionar a sus compañeros y a sus ideales?
¿Se puede afirmar esto desde la izquierda? ¿Y qué hubiera pasado si uno de esos
representantes de la JP hubiera ganado hoy una elección? Bueno, pues, la
ganaron. Néstor Kirchner primero y Cristina Kirchner después. Y aclaremos que
la JP no es montoneros. Sólo un
pequeño porcentaje (aunque numeroso) reivindicaba a Montoneros, aunque también,
en su mayoría, estos adherentes no practicaban la guerrilla. Pero la JP fue y
es un movimiento mucho más amplio que los Montoneros, una ideología mucho más
abarcativa, que se resumía en la creencia de la posibilidad de llegar a la
“justicia social” desde un gobierno peronista, esto es, desde un gobierno
dentro de la democracia burguesa. Hoy se llama “crecimiento con inclusión
social”, pero es, en general, la misma ideología.
Es un hecho bastante excepcional el
empeño del gobierno en lograr el tan proclamado “crecimiento con inclusión
social” (en adelante CIS). Mientras miles y miles de jóvenes —y gente de todas
las edades— vuelven a participar en política, abren sus mentes, comprometen en
mayor o menor medida sus vidas, adhiriendo al objetivo de CIS del kirchnerismo,
la izquierda los descarta como luchadores del pueblo por el solo hecho de ser
un objetivo utópico bajo el capitalismo.
Lo que hay que hacer como marxistas es
tomar ese objetivo, el CIS, que en la mente de sus impulsores es posible.
Explicar que es utópico bajo el capitalismo, plantear claramente que para
lograrlo se necesita la revolución social y, al mismo tiempo participar en
unidad de acción contra todos los
intentos y trabas destituyentes, que dificultan el logro de las limitadas
mejoras sociales que se pueden lograr bajo el capitalismo, progreso invalorable
en el nivel de vida del pueblo.
Este gobierno realiza en gran parte lo
que se puede hacer desde un gobierno burgués con el objetivo del CIS. Es
contradictorio, pero es dialéctico: el gobierno defiende al capitalismo y, al
mismo tiempo, intenta lograr el CIS. Ésta es la dialéctica del kirchnerismo
La JP de los ’70 no era clasista. No
estaban en contra de militar y al mismo tiempo ser dueños de alguna PyME, u
obtener ganancias en algún negocio. La mayoría de ellos creía que no era
posible hacer política sin dinero. Visualizaban el dinero como herramienta para
la lucha política, antes que una forma de enriquecerse y pasar a formar parte
de la gran burguesía. No eran, por supuesto, marxistas, no creían en la
militancia clasista. Soñaban que con la presión del movimiento de masas se
podía construir un capitalismo “sano” que incluyera la justicia social. No
tenían muy claro todo esto pero pensaban así.
La JP y el kirchnerismo, como una de
sus variantes, siempre han tenido en cuenta la relación de fuerzas
interburguesa. Estando en el gobierno, Néstor Kirchner siempre condicionó su
accionar a esa relación de fuerzas. Las medidas progresivas que consideraba
debían tomarse, nunca las intentó llevar a cabo todas a la vez. Su pensamiento
y el de Cristina Kirchner era lograr el objetivo CIS y la máxima
democratización posible No veían ni ven otra posibilidad de cambiar las cosas
que desde la función de gobierno del estado capitalista. No asumen, como
responsabilidad propia, todos los males del capitalismo bajo su gobierno. Para
ellos “la realidad es así”, sólo se puede cambiar gobernando y no se pueden
lograr de un día para el otro todos los cambios. Es difícil discernir hasta qué
punto es solamente respeto a la relación de fuerzas, o es también inoperancia,
pasividad, o incluso complicidad.
El kirchnerismo ha demostrado no ser completamente
posibilista, como lo es el radicalismo; el radicalismo siempre tuvo en cuenta
la oposición que el gran capital ejerce a determinadas reformas y, antes de
intentar un cambio, se resigna diciendo: “no están dadas las condiciones”. El
kirchnerismo, por el contrario, se ha animado a cruzar varias de esas fronteras
prohibidas.
La estrategia de la oposición destituyente no tiene nada que ver con la
del kirchnerismo. Es algo diametralmente distinto, aunque también es
capitalista. Esta oposición es la expresión de la parte más concentrada y
centralizada del capital internacional, con sus socios locales. Estas empresas
necesitan insumos de todo el planeta y vender su producción en todo el mundo.
Son condiciones objetivas derivadas de la escala de producción a la que han
llegado.[iii]
También necesitan el máximo de financiación bancaria, por lo que tienden a
monopolizar el crédito.[iv]
Necesitan compensar con superbeneficios en otros países la baja tasa de
ganancia que suelen tener en sus países de origen, producto de su misma
concentración y centralización.[v]
Desde el punto de vista de cada uno de estos conglomerados no es irracional
buscar ganancias extraordinarias en otros países, sino la necesidad de tener
una ganancia promedio razonable en
términos capitalistas entre todas sus empresas en el mundo. Todo esto en el
marco de una lucha feroz a nivel planetario entre estas grandes empresas
capitalistas internacionales por apropiarse de los mercados mundiales, para lo
cual no hay capital dinero que alcance. Si estos conglomerados no apuestan a
quedarse con todo, inevitablemente terminan desapareciendo del mercado.
Es en este escenario en el que se ubican los llamados países emergentes
como Argentina. La coyuntura indica que esos países emergentes tienen una
relativa oportunidad de crecer con cierta independencia de estos grandes
capitales, debido a la crisis de EE.UU, Europa y Japón. Es algo relativo, pero
real.
No es lo mismo el capitalismo que recién empieza, como PyMes, que las
grandes empresas internacionalizadas de máxima escala de producción. A éstas no
les interesa el crecimiento de ningún mercado interno en particular, sino tener
todos los mercados internos mundiales a su disposición tanto para adquirir
insumos como para vender sus productos.
Por otro lado no hay que olvidar que toda empresa que empieza como PyMe,
si llega a desarrollarse como gran empresa, tendrá las mismas características y
necesidades de los actuales grandes conglomerados internacionales. Este es otro
elemento para fundamentar lo utópico de una estrategia de crecimiento con
inclusión social bajo el capitalismo. Si el kirchnerismo lograra plenamente un
desarrollo capitalista que tenga en cuenta como fundamental el mercado interno,
desde el punto de vista estratégico, lo que habrá logrado es el surgimiento de
nuevas grandes empresas, tan predadoras como las actuales.
Pero hoy es hoy. Y una política verdaderamente marxista debe tener esto
muy en cuenta. Bajo el kirchnerismo existe hoy
la posibilidad del mejoramiento de las condiciones de vida de gran parte de la
población; por endeble que esto sea a mediano y largo plazo. La diferencia con
los ’90 es abismal. Y el bienestar de la población es fundamental en todo
programa marxista, aún bajo el capitalismo. Es lo que se incluye
tradicionalmente en los programas de los partidos marxistas como parte del
programa mínimo.
Hay que tener en cuenta, además, que no es lo mismo contar con rutas,
trenes, petróleo, educación, tecnología, electricidad, una industria de base,
intermedia y final desarrollada e integrada, que tener que construirlo durante
el desarrollo del socialismo.
No existe ningún pueblo que pueda soportar mucho tiempo los sacrificios
que implica un proceso de cambio si no se consigue una mejora real del nivel de
vida en una determinado plazo de tiempo. Por esta razón, desestimar los pocos
logros del kirchnerismo es una profunda equivocación, conspira contra los
intereses del pueblo.
Los intentos del gobierno por
desarrollar un capitalismo de CIS y la oposición de gran parte del gran capital
a estos cambios deben servir para que los marxistas ayudemos a que los
trabajadores visualicen el carácter concreto de estas dificultades.
En algún sentido, y salvando grandes
distancias, este gobierno intenta una política de desarrollo desigual y
combinado para lograr un capitalismo de CIS.[vi]
Por un lado potencia la capacidad de consumo de todos los trabajadores,
ocupados y desocupados, reduce la desocupación en gran medida, aumenta el
empleo en blanco y aumenta la cantidad de jubilados. Intenta la sustitución de
importaciones, fomentando el surgimiento de nuevas empresas, sobre todo PyMEs,
tiene una política activa en la búsqueda de mercados externos. Intenta mejorar
toda la infraestructura: rutas, electricidad, cloacas, agua corriente,
aviación. Impulsa el desarrollo de la ciencia y la tecnología, creando un
ministerio ad hoc. Impulsa la educación. Reinicia la educación técnica, dada de
baja por el menemismo. Un ejemplo es la electrificación del NOA y el NEA. La
electricidad es imprescindible, para el consumo familiar, para la industria,
para el transporte, para el funcionamiento de los artículos electrónicos y del
hogar, etc. Sin electricidad no hay crecimiento económico y no puede haber
mejora en el nivel de vida.
El gobierno impulsa estos distintos
desarrollos, aspirando a que en algún momento se vayan combinando, provocando
un salto cualitativo en la producción y en la distribución. Para esto necesita
tiempo, y trabaja a toda máquina mientras la oposición destituyente trabaja a
toda máquina obstaculizando todo lo que pueda obstaculizar.
Obviamente, esta política no tiene
nada que ver con la de los ’90, donde el gobierno menemista dejó en libertad al
capital internacional para que hiciera lo que quisiera en el país. Las dos, por
supuesto, no dejan de ser políticas capitalistas.
Se podrá decir, con razón, que toda la
inversión en infraestructura tarde o temprano favorecerá al gran capital
internacional. Si las fuerzas destituyentes accedieran al próximo gobierno, se
apropiarán de esta infraestructura para sus negocios, marginando su aprovechamiento
por el pueblo. Pero las obras de infraestructura son necesarias.
La izquierda minimiza la importancia
de una mejora inmediata en el nivel de vida del pueblo, aunque sea bajo el
capitalismo, con todas sus contras y limitaciones. No es revolucionario quien
no lucha por la máxima mejora hoy, sin descuidar ni por un segundo la
estrategia revolucionaria. Este gobierno está reconstruyendo en algo la
economía, aunque sea en su forma capitalista, y aumentando en general los
valores de uso, más allá del valor de cambio que tengan.[vii]
Hay una gran confusión en la izquierda
(no en los cuadros, sí en las bases de los partidos y simpatizantes). No se
trata de si la izquierda debe apoyar o no a este gobierno. No está eso en discusión. O no debería estarlo.
Ese no es el problema. La verdadera izquierda, marxista, que en realidad como
tal no existe, no puede apoyar un gobierno capitalista, ni este ni ningún otro.
De lo que se trata es de defender todo avance democrático, toda mejora social,
en definitiva, las mejores condiciones en las cuales se puede desarrollar la
lucha de clases, y la máxima mejoría posible en la calidad de vida del pueblo
bajo el capitalismo. No existe en los hechos un dilema sobre si apoyar o no al
kirchnerismo. Por supuesto que los verdaderos marxistas no son ni pueden ser
kirchneristas.
Ya hemos hablado en otros artículos[viii]
sobre la clase obrera como combatiente de vanguardia por la democracia, y de la
necesidad de la elevación de la conciencia revolucionaria de la clase obrera.
Es necesario subrayar una vez más el terrible daño que ocasiona la izquierda
actual a la conciencia revolucionaria del proletariado. La confusión que genera
es tremenda. Afirma que son básicamente lo mismo el kirchnerismo y la oposición
destituyente, aparentemente sin ver ningún peligro en los intentos
destituyentes. Al limitar todas sus demandas al marco del capitalismo, afirma
implícitamente que bajo un gobierno democrático burgués se puede dar respuesta
a todas las demandas obreras. Incluso
afirma implícitamente que se lo puede
hacer pacíficamente, suprimiendo la necesidad ineludible de la revolución
social para lograr esos objetivos[ix].
Confusionismo y más confusionismo. Trágico y terrible.
Hay que insistir: un marxista no puede
apoyar al kirchnerismo, pero hay que apoyar y defender las reformas que haga
este gobierno, si no hay en lo inmediato
una alternativa mejor. Se debe denunciar todas las debilidades y complicidades
del gobierno con el gran capital. Simplemente, hay que decir toda la verdad,
para que el proletariado tenga claro cuáles son las responsabilidades y
dificultades del gobierno, cuál es la política de los distintos sectores de la
burguesía, y sus respectivos representantes políticos, cuál es el rol de las
distintas franjas de la clase media.
Lo que hay que hacer es ayudar a que
los intentos más o menos tímidos de lograr el CIS se desarrollen al máximo
posible hasta que se agote su posibilidad objetiva y se desnude su utopía. De
esa manera se puede lograr que los obreros y trabajadores se liberen de esa
falsa conciencia. Algo análogo a lo que proponía Lenin para agotar las
expectativas parlamentarias del proletariado.
Justamente, la tarea fundamental, que la izquierda realmente existente
ignora, es lo que recomendaba Lenin en el ¿Qué
hacer? Es indispensable ayudar al proletariado a ver lo que no puede ver
por sí mismo, sometido a las condiciones de explotación. Ayudar a comprender
todas las contradicciones de la burguesía, así como los intereses y las
políticas de todos los sectores de la sociedad.[x]
Si se conocen claramente los intereses reales de la oposición
destituyente, así como los del kirchnerismo, se sabrá qué política tener con
cada uno. La política hacia uno y otro no puede ser la misma, aunque sean dos
sectores capitalistas.
Entre un gobierno kirchnerista y un gobierno de la oposición
destituyente, imaginemos, por ejemplo, a un Macri presidente. Existe una
diferencia abismal en cuanto a cuál es el mejor escenario para desplegar la
lucha de la clase obrera y el conjunto de los trabajadores. La diferencia no es
menor, y es obligatorio para un marxista impulsar el mejor escenario para las
luchas de los trabajadores.
Aunque las reformas kirchneristas no
fueran más que concesiones para mantener el control sobre el pueblo y facilitar
la concentracion y centralización del capital —en buena medida cumplen esa
función, objetivamente, más allá de cualquier intención gubernamental—
igualmente serían reformas que hay que impulsar y defender frente a los
intentos saqueadores de la oposición destituyente.
Todo este proceso inmensamente rico y
en gran medida original, debe ser aprovechado por el marxismo para elevar la
conciencia revolucionaria del proletariado, abandonando el “economismo”[xi] actual
de toda la izquierda, y preparando el terreno para lograr el objetivo del CIS
en su verdadera y auténtica forma, es decir, la construcción del socialismo
después del triunfo de la revolución democrática, obrera y socialista.
Carlos A. Larriera
21.2.2013
Pueden
verse todos los artículos del autor en el blog
[i] Este
artículo ya estaba redactado cuando sucedió el fallecimiento del presidente
Hugo Chávez. Un comentario sobre las similitudes y diferencias con el kirchnerismo
lo dejamos para un escrito posterior.
[ii] La reunión en junio 2010 en Canadá de la presidenta Cristina Kirchner
con Peter Munk, CEO de la Barrick Gold, seguramente relacionado con el veto de
la Presidenta a la Ley de Glaciares en noviembre de 2008, y con la reunión en
la Casa Rosada en abril de 2009 entre Munk y la Presidenta.
[iii] Ver. C.
Marx, El capital, tomo 6, Siglo XXII
editores, México, 1997, pág. 269 y ss., Ley
de la baja tenencial de la tasa de ganancia.
[iv] Ver, por ejemplo, sobre las decenas de miles de millones de dólares que
se gastan en fusiones y adquisiciones: http://www.lanacion.com.ar/1556005-advertencia-la-fiesta-de-fusiones-y-adquisiciones-aun-no-empieza,
Advertencia: la fiesta de fusiones y adquisiciones aún no empieza, Por Francesco Guerrera | The
Wall Street Journal Americas, en lanacion.com, 19.2.13
[v] Ídem, nota
3.
[vi] Para una
aproximación a la teoría del desarrollo desigual y combinado, ver George Novack
La ley del desarrollo desigual y
combinado, Ediciones Pluma, Buenos Aires, diciembre de 1973.
[vii] Ver. C.
Marx, El capital, tomo I, Siglo XXII
editores, México, 1997, Cap. 1°, La
mercancía.
[viii] Ver
Rebelion, Carlos A. Larriera: La clase
obrera como combatiente de vanguardia por la democracia, el 7.12.12, y Elevación de la conciencia política de la
clase obrera, el 23.12.12, o en el blog: http://nudosgordianos.blogspot.com
[ix] Sólo a
modo de ejemplo transcribimos un párrafo de la entrevista de Nathan Skigin a
Jorge Altamira en: http://www.politicargentina.com/2011/10/altamira-politicas-gobierno-conservadora/,
Hay en la creencia y
memoria popular la asociación de izquierda con revolución. Si usted llegara al
Gobierno, ¿intentaría una revolución desde arriba?
Intentaría una revolución, pero no desde arriba. Si tuviéramos un amplio apoyo popular, promovería una reforma constitucional para modificar la estructura social y política del país. La actual Constitución es capitalista. Intentaríamos establecer aquella que permita desarrollar, desde el punto de vista económico, la propiedad social y colectiva; y desde el político, todo para quebrar la interferencia a la participación popular. O sea: con una reforma constitucional bajo el capitalismo es suficiente. Pero no son sólo declaraciones sino toda la política del PO.
Intentaría una revolución, pero no desde arriba. Si tuviéramos un amplio apoyo popular, promovería una reforma constitucional para modificar la estructura social y política del país. La actual Constitución es capitalista. Intentaríamos establecer aquella que permita desarrollar, desde el punto de vista económico, la propiedad social y colectiva; y desde el político, todo para quebrar la interferencia a la participación popular. O sea: con una reforma constitucional bajo el capitalismo es suficiente. Pero no son sólo declaraciones sino toda la política del PO.
[x] Esto
tampoco lo ve o lo quiere ver la izquierda. Sólo como ejemplo, en el libro de
Christian Castillo La izquierda frente a
la argentina kirchnerista, en la pág. 28 se lee: “Ha existido entre los trabajadores un abrumador desconcierto (se
refiere a la crisis del 2001/2002) sobre
cómo responder a una crisis monumental, para la que estaban completamente
desarmados. Mucho que ver en esta falta de respuesta tuvo no sólo la actual
inacción de las direcciones sindicales sino la anterior prédica devaluacionista
desarrollada por la CGT y sectores de la CTA.” Sobre el rol que debe tener
el partido en aclarar ese abrumador
desconcierto, ni una palabra. En ese abrumador desconcierto el partido no
tiene ninguna responsabilidad… Y en el mismo libro, al presentar el programa
del Frente de Izquierda que se presentó en las últimas elecciones, dice: “La lucha electoral del Frente de Izquierda
está al servicio de organizar y elevar a los trabajadores a la lucha por su
propio gobierno”. Ninguna mención a la necesidad de revolución social ni
expropiación del capitalismo, en ese contexto, “lucha por su propio gobierno”
puede interpretarse solamente en el sentido de que gane las elecciones un
partido compuesto de trabajadores.
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