¿Cuál es la verdadera estrategia del gobierno?
El
macrismo nos lleva siempre la delantera
Lo que
sigue es una hipótesis, tal vez demasiado aventurada, tal vez, por el
contrario, demasiado cautelosa. En realidad es un llamado a otros intelectuales
para que amplíen una investigación sobre el tema.
La suba
impagable de las tarifas llama mucho la atención. A primera vista es
políticamente inviable. A diferencia de bajar el salario vía inflación y
congelamiento virtual de las paritarias, el aumento descomunal de las tarifas
provoca, inevitablemente, la reacción inmediata de todo el pueblo, reacción que
no puede suspenderse hasta que se logre un retroceso en las mismas.
En una
baja del salario real, de la capacidad de consumo, el pueblo puede ajustarse
poco a poco el cinturón, renunciar a algunos gastos. Frente a este tarifazo eso
no es posible, porque directamente impide que se pueda seguir viviendo
“normalmente”, aunque baje extremadamente el nivel de vida.
¿Cómo
puede ser que el gobierno no haya previsto el efecto político de los tarifazos?
Gran parte de los que votaron al macrismo ahora lo repudian, se sienten
engañados, estafados, víctimas de falsas promesas. Y cada vez son más. Ahora sí
que el gobierno pone en serio peligro su victoria en las elecciones del 2019,
incluso si recurre a candidatos de repuesto como podrían ser Vidal, Massa, Larreta,
o algún otro.
La
defensa a rajatabla del tarifazo por parte de Macri, potencia la pregunta sobre
si no previeron la reacción política o lo hicieron a plena conciencia.
Todo
indica que el tarifazo es un antes y un después político.
Entonces
cabe buscar una explicación por el lado económico, tratando de ubicarse en el
pensamiento del gran capital. La primera pregunta que surge es si era realmente
tan importante para el poder económico semejante aumento. Desde el punto de
vista de la economía no hay una respuesta satisfactoria.
No es
suficiente pensar en una infinita avaricia del capital, porque aunque éste
busca permanentemente aumentar sus ganancias, también evalúa hasta qué punto es
posible hacerlo sin que tenga efectos contraproducentes para él mismo.
No hay
que olvidar que todo lo que se ha dicho sobre el atraso las tarifas no tiene
ninguna prueba contable que lo certifique. Nunca se hizo una auditoría de
costos medianamente seria de las empresas de energía, y a pesar de esto todas
las opiniones aceptan el atraso de
las tarifas. Pero aunque así fuera no es creíble que el atraso tenga las
dimensiones del aumento descomunal de éstas.
Ensayan
explicaciones económicas, dicen que la suba de tarifas se realiza para
recomponer los balances afectados durante el gobierno anterior, que es por suba
de costos, etc.; pero ninguno de estos argumentos está a nivel de una
explicación satisfactoria, comparando la supuesta necesidad económica
empresaria con el efecto político que se está produciendo.
Todas
estas reflexiones llevan inexorablemente a una pregunta: ¿Qué es lo que no
estamos teniendo en cuenta? ¿Hay algo que no sabemos?
Cuando
se llega a un callejón sin salida, cuando no se encuentra una respuesta
satisfactoria, es señal de que hay algo nuevo que aprender y es una oportunidad
que hay que aprovechar, aunque haya que soportar, mientras tanto, la angustia
de la incertidumbre.
Descartemos
una verdadera necesidad económica específica ineludible del aumento de tarifas
desde el punto de vista del gran capital. ¿Cuál puede ser entonces el motivo político de este aumento
descomunal? Si existe una motivación política, no cabe duda de que se ha
realizado adrede, sabiendo de antemano que el pueblo no iba a poder pagarlo.
Si se
sabía que el pueblo no iba a poder pagarlo cabe pensar que se busca una derrota
en toda la línea del conjunto de la población. Obligar a la población a rebajar
radicalmente su nivel de vida, perder su vivienda, todos sus bienes imprescindibles,
quedar literalmente en la calle.
El
objetivo es destruir la tradicional clase media argentina, una de las mayores
de América Latina. Y si se destruye la clase media, obviamente, se sumerge más
en la miseria a los escalones de menores ingresos de toda la sociedad.
Hay que
recordar lo que dijeron González Fraga y Michetti en determinado momento, que
el pueblo se había acostumbrado a creer que puede hacer algunas cosas como
viajar, comprar artículos electrónicos, etc. También lo que le dijo Macri al
comienzo de su gobierno a un grupo de intelectuales. Recordemos que Macri
estuvo ausente durante toda la reunión y se presentó sólo al final para decir
una sola cosa: “no tienen que quedar ni
rastros del kirchnerismo”.
Y todo
el discurso del macrismo de cambiar radicalmente el país, sobre nuevas bases,
la meritocracia, y muchos conceptos más apuntan en la misma dirección.
Ahora
todo eso queda más claro si pensamos que el objetivo es convertir a la
Argentina en países como Guatemala, que carecen prácticamente de clase media.
Si
reemplazamos kirchnerismo por clase media, parece evidente que toda la
demonización del gobierno anterior tenía como finalidad última servir de
cortina de humo, para en nombre de la lucha contra el kirchnerismo, destruir a la
clase media.
Cuando
hablamos de clase media hablamos del nivel de vida de los argentinos, de clase
media y clase obrera, de todos los trabajadores, de todo el pueblo. No empezó
con el kirchnerismo, tiene años de vigencia. Un nivel de vida que, en términos
generales, permitía el acceso a una vivienda, cierta atención de la salud,
salarios que permitían alimentarse y llegar a fin de mes. Todo esto
comparativamente con otros países, sin desconocer los niveles de pobreza y
miseria que, en mayor o menor medida, siempre han existido en el país. Pero en
términos generales en la Argentina se vivía mejor que en la mayoría de los países
de América Latina.
Y
también la organización sindical que, aunque abundan las direcciones
burocráticas en los sindicatos, los cuerpos de delegados y las comisiones
internas también son una tradición incorporada a la conciencia de todos los
trabajadores. Y la propia CGT burocratizada siempre tuvo la capacidad de
paralizar el país.
El
acceso a la educación, a la universidad, es proporcionalmente mucho mayor
también, así como el nivel cultural y científico. Y el grado de conciencia
política del pueblo argentino siempre ha sido muy alto, por más que con toda
razón critiquemos la miopía política de haber votado al macrismo y otras
cuestiones semejantes.
Para
poder saquear sin limitaciones el gran capital internacional necesita destruir
toda esa estructura social del país.
No es lo
mismo soportar un descenso en el nivel de vida, que verse de pronto en la
calle, sin vivienda, sin empleo, sin el pequeño negocio, sin obra social, sin
nada de lo que antes se había disfrutado en mayor o menor medida.
Si el
macrismo logra esta destrucción masiva del tejido social sin que el pueblo se
levante revolucionariamente para impedirlo, se iniciará un período de
descomposición social, un proceso que puede ser irreversible y realimentarse
permanentemente.
En ese
escenario el macrismo, es decir el agente gubernamental del poder económico
concentrado, podrá saquear a destajo.
Hay que
tomar nota de todo lo que han ido destruyendo poco a poco: la justicia, la
cultura, la opinión independiente en los medios de comunicación. Han ido
carcomiendo por distintos puntos todo el Estado de derecho, y cuando nos demos
cuenta de las consecuencias de conjunto de todas estas medidas dictatoriales
nos encontraremos en una desprotección como nunca ha vivido el país
anteriormente.
Algo
parecido sucedió con las dictaduras de Onganía y Videla. Las dos fueron
dictaduras. En el onganiato hubo muertes, presos, cancelación de sindicatos y
partidos políticos, pero básicamente consistió en congelar partidos, sindicatos, y otras instituciones mientras duró
la dictadura. Cuando esta cayó, sólo fue cuestión de poner estas instituciones
nuevamente en funcionamiento. El pueblo argentino vivió esta experiencia y
durante la dictadura de Videla actuó al principio de la misma manera que
durante la de Onganía, esperar que el congelamiento
pase y volver a la vida normal. Pero la dictadura de Videla fue violentamente
genocida, destruyó todo lo que pudo destruir, y recién se puede decir que el
pueblo tomó conciencia de la diferencia en la gran manifestación del 30 de
marzo de 1982.
Hasta
ahora ha venido pasando algo similar en la conciencia de los argentinos que
sabíamos en líneas generales lo que iba a hacer el macrismo, que no lo votamos,
y que advertimos hasta donde pudimos que iba a ser un gobierno enemigo del
pueblo.
Pero
nadie se imaginó en el progresismo y la izquierda, como en todo el pueblo en
general, la estrategia de destrucción masiva que tiene el macrismo. Y en la
toma de conciencia de esto estamos todos atrasados, y eso nos coloca en una
situación de inevitable inferioridad. Siempre estamos a la defensiva, atrás de
los acontecimientos y ahora inclusive, nos damos cuenta de que la verdadera
estrategia del macrismo no la conocíamos.
Hasta
ahora no hemos conocido otra hipótesis que intente explicar cómo el gobierno,
sabiendo las consecuencias políticas del tarifazo, porque no podía menos que
saberlas lo llevó adelante y lo defiende con uñas y dientes.
Nuestra
demora en tomar conciencia de su verdadera estrategia de descomposición de toda
la sociedad aumenta el riesgo de que consigan su objetivo.
Carlos
A. Larriera
27.4.2018
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