“El
gran capital no existe”
“El gran
capital no existe”. Al menos eso parece, porque de él no se habla, o no se le
da el lugar que realmente le corresponde. Se reemplaza por “neoliberalismo”,
que es un eufemismo que no significa nada preciso, que se puede interpretar de
muchas maneras, y efectivamente eso hacen todos los políticos, economistas,
politólogos, comunicadores, opinólogos y periodistas.
En la
vida cotidiana, incluso entre personas cultas, informadas y politizadas, no se
tiene adecuadamente en cuenta el verdadero rol del capital concentrado
internacional. Y justamente el problema es el gran capital, que es el que
impide “un crecimiento con inclusión social”, el que desmantela las industrias
locales en todos los países, el que frusta todo comienzo de desarrollo tecnológico
en todos los países, en especial Latinoamérica, África, el Caribe, etc.
Lo que
se necesita es precisamente lo contrario. Hay que visualizar claramente al
enemigo, de otra manera es imposible enfrentarlo con posibilidades de éxito.
Por poco
que se reflexione es evidente que hay un poder detrás de todos los gobiernos.
Hay algo o alguien que impide que nos manejemos en una verdadera democracia, que
impide que los gobiernos dediquen todo su esfuerzo en mejorar la vida de la
población.
Si
pensamos un minuto detenidamente ¿cómo puede ser que no haya autovías en todas
las rutas importantes del país? La ruta 3, por ejemplo, hace años que debería
ser una autovía. Y con la actual tecnología no sería una tarea ni demasiado
costosa ni demasiado larga y dificultosa.
¿Cómo
puede ser que en plena pampa húmeda los grandes dueños de los campos no pongan
un solo peso en realizar esas autovías que pasan por sus propiedades, mientras
todo el mundo paga peajes?
¿Cómo
puede ser que no haya hospitales para todos, modernos, dotados de última
tecnología?
¿Cómo
puede ser que en Buenos Aires existan tan pocos subtes en comparación con
Londres, México o París?
¿Cómo
puede ser que se hayan desmantelado una y otra vez los ferrocarriles siendo
éste el principal medio de transporte de larga distancia de carga y pasajeros?
¿Cómo
puede que los gobiernos manifiesten una completa indiferencia frente a la
decadencia y/o la desaparición de cientos de ciudades y pueblos por el cierre
de esos ferrocarriles?
¿Cómo
puede ser que se reemplace el tren por camiones y ómnibus de larga distancia,
que son más caros, sobrecargan las rutas, y son muchos más lentos que un tren
de alta velocidad?
¿Cómo
puede ser que no se explote adecuadamente el petróleo que existe en el país y
se lo provea a toda la población a precios accesibles?
¿Cómo
puede ser que haya provincias que aún no tienen adecuado suministro de
electricidad, al punto que dificulta el establecimiento de industrias?
¿Cómo
puede ser que no existan redes de agua corriente y cloacas para toda la
población del país?
¿Cómo
puede ser que haya tantos multimillonarios en el país que pagan impuestos
bajísimos, mientras el IVA es altísimo y lo paga toda la población?
¿Cómo
puede ser que los bancos no provean de créditos accesibles a todos los niveles
de ingresos para fabricar viviendas familiares?
La lista
es prácticamente infinita. Si los gobiernos, con todos sus errores y
debilidades gobernaran realmente con el objetivo de mejorar la vida de la
población, todas estas carencias, y muchas otras, se habrían ido solucionando.
Esto es evidente si se logra tener una visión general del tema. Por poco que se
reflexione es innegable que hay un poder que impide todo esto. ¿Cuál es ese
poder? ¿Dónde está? ¿Cómo se llama? ¿Por qué no lo podemos ver?
Generalmente
la población se limita a quejas puntuales sobre algunas de las falencias
enumeradas y otras no enumeradas, pero no se reflexiona con una visión de
conjunto.
También
se suele responsabilizar a tal o cual gobierno, pero es evidente que existe
algo permanente detrás de los gobiernos que los condiciona, que los corrompe,
que les dificulta gobernar para el pueblo, que incluso realiza maniobras destituyentes
o golpes de Estado directos, si no obedecen a sus directivas.
Todo
esto es algo innegable, pero no está presente en el pensamiento habitual,
cotidiano, del ciudadano común.
Tampoco
está en el discurso de todos los políticos, sean de derecha, progresistas o de
izquierda. En el mejor de los casos acusan a tal o cual empresa, o a tal o cual
política de un sector del capital, pero tampoco llegan a tener una visión de
conjunto, ni la explican, ni la difunden para conocimiento de toda la
población.
Se
discute por ejemplo sobre Yrigoyen y Perón, se defiende y acusa a uno o a otro,
pero se ignora que ambos estaban condicionados por ese poder detrás del trono.
Durante
años se acusó a la última dictadura, pero hasta hace poco la acusación se
dirigía exclusivamente a los militares genocidas. ¿No había un poder superior
detrás de ellos?
Durante
años no se visualizó la continuidad de las políticas económicas de la última
dictadura, con la de Menem-Cavallo-De la Rúa. Y hoy no se tiene suficientemente
claro su continuidad con el macrismo. El progresismo y la izquierda en este
caso lo ven y lo denuncian, pero esto no llega todavía al conjunto de la
población.
Muchas
veces se dice que el plan económico ortodoxo de esos gobiernos no cierra y
termina en crisis como la del 2001. Que ya es algo sabido. Pero, si es algo que
ya se sabe, ¿por qué razón se insiste en la misma política? Es evidente que hay
algo o alguien que así lo exige.
Se
demonizó al kirchnerismo diciendo que “se robaron todo”, cuando en realidad fue
el gobierno que más reformas para el pueblo realizó. Pero ¿quién lo demonizó?
¿Por qué razón? ¿Por orden de quién? ¿Por qué se lo siguió y sigue demonizando
durante este gobierno? ¿Por qué el engaño, que se busca ocultar?
Es el
gran capital el que necesita que suceda todo esto. Es innegable. Pero todos los
opinólogos lo excluyen de sus explicaciones. No hacen eje en lo que tienen que
hacer eje. Permiten que la población se mantenga en el desconocimiento de que
el verdadero enemigo del pueblo, el que corrompe gobiernos, realiza golpes
militares, y golpes blandos, somete a mil carencias y penurias a la población
es este gran capital, el capital concentrado y centralizado internacional, y el
que lo realiza todo esto no sólo en la Argentina sino con todos los países del
mundo.
Sin
focalizar en todos los discursos quién es el principal enemigo es imposible que
se eleve la conciencia del pueblo lo suficiente como para enfrentarlo con
éxito.
Carlos
A. Larriera
26.4.2018
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