6.12.12
Críticas
a “Las razones de la clase trabajadora” de
Gustavo Robles
La clase obrera como combatiente de vanguardia por
la democracia
Carlos A.
Larriera
No
se analizará en este escrito todo el artículo de Gustavo Robles, publicado en Rebelión del 21.11.12. Solamente se hará hincapié en algunos conceptos erróneos que
desarrollaremos a continuación.
Gustavo
Robles, por ejemplo, dice:
“¿Así reparten la riqueza los K?”
Los K no son los dueños de la
riqueza. Da la impresión de que Robles comparte —junto con la mayoría de la
izquierda y muchos progresistas—[1]
la idea de que el gobernante de turno tiene
todo el poder.
Los K no tienen todo el poder, no son dueños de la riqueza, y mucho menos
pueden disponer de la riqueza a su antojo.
No podemos acá extendernos mucho
en citas para demostrar que el marxismo no atribuye ese poder a los gobiernos
democrático burgueses, sino a la clase capitalista como tal.
Se puede mencionar la famosa
frase de Engels acerca de que la democracia burguesa es la forma más perfecta
de dictadura de la burguesía,[2]
de lo que se desprende inevitablemente que un gobierno democrático burgués no
puede nunca tener el poder suficiente como para gobernar a favor del pueblo y
en contra de la clase capitalista.
Es tradicional también en el
marxismo que un partido verdaderamente socialista no puede asumir por
elecciones a un gobierno democrático burgués, pues estaría gobernando
inevitablemente para la burguesía y en contra de los trabajadores, en lo
esencial.
Y habría que citar también todo
lo dicho por Lenin en El estado y la
revolución sobre el estado capitalista y los gobiernos democrático
burgueses.
Bastan estas citas recordatorias
para que quede claro que nunca un gobierno democrático burgués puede tener el
poder suficiente para gobernar a favor
de los trabajadores. Nunca tiene todo el
poder.
Basta decir, por otro lado, que
esto es evidente a simple vista en todos los gobiernos democrático burgueses,
Obama, por ejemplo, no tiene todo el
poder en EEUU. Ni mucho menos.
Robles habla de la vergonzosa jubilación
mínima de $ 1.880. Es indudable que es muy poco, pero es más que los $ 150
fijos durante 10 años del Menem-cavallismo.
“El no menos vergonzoso salario mínimo de $2875”
Es inobjetablemente bajo, pero si
ese importe en negro a eso hay que agregarle la asignación universal por hijo.
De cualquier manera entre el salario mínimo en negro y/o la asignación universal
por hijo los sectores más pobres de la población comen, no comían en el 2001.
“Por supuesto, todo esto se da en el período en que los
empresarios, financistas, banqueros y buitres de la Bolsa se llenaron los
bolsillos como nunca antes, según palabras de la propia presidenta.”
No hay duda de que estos
empresarios se llenaron los bolsillos, pero a diferencia de la década del ’90, no
pudieron impedir una distribución del ingreso mucho mayor, y esa es una de las
razones de su odio al gobierno.
Habría que preguntarle a Robles
si cree que no hay un gran sector del gran capital más concentrado que quiere
voltear a este gobierno.
¿No existe este sector?
Este sector es indudable que
existe, y no es —como se dice muy apresuradamente muchas veces— solamente
Clarín, eufemismo que oculta que detrás de Clarín está ese gran capital
concentrado destituyente que abarca a muchas empresas nacionales y, sobre todo,
multinacionales.
En última instancia Robles –como
gran parte de la izquierda y el progresismo- acusa a este gobierno de ser un
gobierno capitalista, lo cual es
evidente, y el mismo gobierno no sólo lo reconoce, sino que lo publicita. Y
todo gobierno capitalista implica la
existencia de todos los males que Robles detalla.
Esto sin entrar a analizar en
detalle la exactitud de las cifras que proporciona Robles, su relación con
otras variables, etc.
Es evidente que este gobierno,
como cualquier otro gobierno democrático burgués, no tiene el poder suficiente para eliminar el trabajo en negro, duplicar
o triplicar el salario mínimo y la jubilación mínima, etc., etc.
Pero está por lo menos implícito
en el texto de Robles que el gobierno sí tiene
ese poder.
Este gobierno lo que publicita, o
por lo menos muestra sin poder evitarlo, es que favorece a todos los sectores
de la burguesía, incluidas las PYMES, tratando al mismo tiempo de aumentar la
distribución del ingreso. Es lo que llama crecimiento con inclusión social,
cosa que sólo concreta, por supuesto, en pequeña medida.
Pero esa pequeña medida es una
diferencia abismal en relación la década del ’90.
Para lograr mejores niveles
salariales, trabajo en blanco 100% etc., habría que avanzar en la lucha de
clases contra toda la burguesía, pero este gobierno es partidario confeso de la
conciliación de clases.
Y si este gobierno optara por
desarrollar la lucha de clases, debería inevitablemente desarrollar un
movimiento revolucionario obrero y de todos los trabajadores que no existe en
este momento. Pero, repetimos, este gobierno es partidario de la conciliación de clases.
Autorestringido el gobierno en
esa conciliación de clases, es evidente que si quiere aumentar la
redistribución del ingreso, no lo puede hacer de un día para el otro, y en el
mejor de los casos esa redistribución del ingreso tendrá siempre los límites impuestos
por esa política de conciliación de clases.
Pero no se puede negar que con
todas esas limitaciones este gobierno busca aumentar la redistribución del
ingreso, y lo ha logrado en alguna medida.
Y además no se puede dejar de ver
la abismal diferencia entre la política social de este gobierno y la de los
gobiernos de la década del ’90.
Robles, como gran parte de la
izquierda y el progresismo, le pide al gobierno kirchnerista que sea un
gobierno socialista revolucionario. Pero no lo pide con esas palabras. Lo pide
como si este gobierno, sin dejar de ser un gobierno capitalista, sin dejar de
tener la relación de fuerzas que tiene dentro del conjunto de la burguesía, que
por cierto no es de supremacía ni mucho menos, pudiera otorgar al conjunto de
la población el nivel de salarios, jubilaciones, en fin, el nivel de vida digno
por el cual todos luchamos.
Lenin diferenciaba con una
dedicación extrema todos los diferentes sectores en que se desarrollaba la
lucha interburguesa, y cuál debía ser la actitud del proletariado ante ese
panorama.
Hay que tener en cuenta las
recomendaciones de Lenin en relación a continuar la lucha contra Kerensky
durante el avance de Kornilov. Salvando todas las distancias abismales de
situación, lo que tienen de útil esas recomendaciones es que subraya que lo que
cambia es la forma en que se continúa la lucha contra Kerensky, a la
vez que se hace eje en la lucha
contra Kornilov, que era un peligro mucho más inminente y decisivo para ese
momento.
En el apartado La clase obrera como combatiente de
vanguardia por la democracia (Lenin, Obras Completas, Editorial Cartago,
Buenos Aires, 1969, segunda edición, págs. 475/491.) Lenin dice, entre otros conceptos
los siguientes:
“Todo el mundo está de acuerdo”
en que es necesario desarrollar la conciencia política de la clase obrera.
¿Pero cómo hacerlo y qué se requiere para
ello? La lucha económica sólo “lleva a pensar” a los obreros en la actitud del
gobierno hacia la clase obrera, por eso, por
más que nos esforcemos en “imprimir a la propia lucha económica un carácter
político”, jamás podremos, en el
marco de tal tarea, desarrollar la conciencia política de los obreros (hasta el
grado de conciencia política socialdemócrata),[3]
pues dicho marco es demasiado estrecho.
Y más adelante:
“La conciencia política de clase sólo puede llegar al obrero desde el exterior, es decir, desde un
campo ubicado fuera de la lucha económica, al margen de la esfera de las
relaciones entre obreros y patronos. La única esfera de la que se puede
extraer estos conocimientos es la de las relaciones de todas las clases y capas con el Estado y el gobierno, la esfera de
las relaciones de todas las clases
entre sí. “ (subrayado C.A.L.)
Y en la página 480:
“no es socialdemócrata quien
olvida en la práctica que “los comunistas apoyan cualquier movimiento
revolucionario”, que, por lo tanto, debemos exponer y subrayar nuestros objetivos democráticos generales ante todo
el pueblo, sin ocultar ni un solo instante nuestras convicciones
socialistas. No es socialdemócrata quien olvida en la práctica que su deber
consiste en ser el primero en
plantear, acentuar y resolver todos los
problemas democráticos generales. (subrayado C.A.L.)
¿No es acaso esta ofensiva destituyente
un problema democrático?
¿No hemos estado siempre, desde
la izquierda, contra los golpes militares que derrocaban gobiernos democrático-burgueses?
¿No establecimos siempre una
clara diferencia entre un gobierno democrático-burgués, y una dictadura
militar? ¿Aunque los dos sean distintas formas de la misma dictadura de la
burguesía?
¿Se puede negar que hay un
intento destituyente innegable, por parte de gran parte del capital
concentrado?
¿No es la primera obligación de
un socialista verdaderamente revolucionario oponerse de todas las formas
posibles al intento destituyente de gran parte del capital concentrado?
Tal vez Robles argumente que no
se está viendo que el capital concentrado está defendido justamente por este
gobierno.
En ese caso habría que aclarar cómo
es que el capital concentrado quiere destituir a este gobierno. La respuesta
inevitable es que una gran parte (no todo) del capital concentrado quiere
destituir a este gobierno.
Lo que niega Robles es la lucha
interburguesa. Y junto con esta negativa también niega que haya sectores de la
burguesía menos peligrosos, en la coyuntura, para los trabajadores, que otros
sectores del capital concentrado. No ver esas diferencias, y no ayudar a ver
esas diferencias al conjunto del proletariado, es imperdonable para cualquier
socialista revolucionario.
Por el contrario, Robles dice:
“Después,
por supuesto, podemos hablar de la composición de los convocantes, de los
cuales nadie podrá decir -más allá de las simpatías u odios que despierten- que
no tienen influencia en las masas obreras.”.
O sea la unidad de acción con
cualquiera, aunque responda justamente a intereses radicalmente opuestos a la
clase obrera. La clase obrera no
tiene que tener conciencia de con quién se moviliza, etc.
Aparentemente acá hay una
influencia de Nahuel Moreno, quién mantenía la concepción equivocada y
reduccionista de que todo lo que sea movilización es revolucionario, y que hay
que movilizar, movilizar, movilizar, en unidad de acción con cualquiera que se
movilice.
Dicho sea de paso, los
convocantes, hasta donde yo sé, no dirigen ningún sindicato obrero, son
sindicatos de trabajadores asalariados no obreros, no industriales (camioneros,
judiciales, bancarios, etc.), por lo cual no veo cómo se puede hablar de
influencia indudable de esos dirigentes sobre las masas obreras. (subrayado C.A.L.)
“Es
obvio que las aspiraciones o posicionamientos políticos de quienes encabezaron
la jornada de protesta son de lo más disímiles, muchos son impresentables e
incluso la mayoría van detrás de opciones patronales.” (subrayado C.A.L.)
O sea, no importa que la mayoría
de las motivaciones del “paro” sean patronales. Un paro obrero con motivaciones patronales.¿No
sería más coherente decir que una relativamente pequeña porción de trabajadores
asalariados fue utilizado para
defender intereses patronales? ¿No es evidente que más que un paro era un
lock-out?
Todo esto está relacionado con
negar en los hechos la lucha interburguesa, y negar también la política
abiertamente destituyente de una gran parte del capital concentrado, y lo que
es peor llevar adelante una política que impida, en lugar de ayudar, al
proletariado a tomar conciencia de esto.
“…lo fundamental de esta
jornada de protesta que ha tenido alto acatamiento, es que ha puesto a la clase
obrera otra vez en el centro de la escena.” ¿Cómo puede poner a la
clase obrera en el centro de la escena si sólo participaron algunos pocos
sindicatos no-obreros?
Quiero limitarme, hasta donde
esto sea posible, a las palabras de Gustavo Robles. Pero es obligatorio señalar
por lo menos que este llamado paro fue un acto más de la campaña destituyente
del capital concentrado.
Es evidente que el paro no surgió
desde las bases. Es innegable que la clase obrera no participó. Fueron pocos
gremios. No tenían prácticamente consignas genuinas. Es una consigna genuina
estar en contra del impuesto a las ganancias aplicado al salario, pero no es
cierto que hubo un movimiento poderoso surgido de las bases que tenía como eje
central, por encima de todas las demás reivindicaciones, esta reivindicación.
Sería más realista decir que fue la única consigna real que pudieron enarbolar.
Decir como Micheli que la
movilización era por hambre, es a
todas luces una ficción. No es que no haya pobres que tengan hambre, pero está lejos de ser el
problema generalizado que era en el 2001, y no es cierto que haya un poderoso
movimiento de base motorizado por el hambre. Es evidente que Micheli buscaba
sacar de la galera alguna consigna real, dado que la orfandad de consignas
reales dejaba muy a la vista que en realidad se trató de la utilización de
trabajadores para la campaña destituyente.
No se trata de defender a este
gobierno, tampoco de renunciar un milímetro a la independencia de clase,
tampoco se trata de postergar cualquier lucha concreta por salarios, contra
despidos, trabajo en negro, tercerización, etc, por temor a “desestabilizar” a
este gobierno, ni nada parecido.
Se trata de que una de las tareas
obligatorias de los socialistas revolucionarios es oponerse a todo intento
destituyente del capital concentrado.
Y sobre todo a ayudar al
proletariado a tener la mayor claridad sobre la lucha interburguesa, el rol de
cada uno de los sectores de clase, etc., en la lucha de clases actual, y ubicar
sus luchas y la forma de sus luchas con la mayor claridad posible en ese marco.
Carlos A. Larriera
6.12.12
[1] La derecha destituyente
dice lo mismo, con la diferencia que sabe que no es cierto, en el caso de la
derecha destituyente no hay ingenuidad ni
miopía política, como parece haberlo en gran parte de la izquierda y el
progresismo. En la derecha destituyente hay intereses creados, los intereses de
gran parte del capital internacional concentrado.
[2] Federico Engels, El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Obras escogidas de Marx y Engels, Tomo II, Editorial Fundamentos,
1975, págs. 339 y ss.
[3] Obviamente, en ese momento
se llamaba socialdemócrata al socialismo revolucionario, a lo que hoy se
denomina, por ejemplo, bolchevismo.
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