Revoluciones democráticas, terrorismo y guerrillas
Primavera Árabe |
No hay
revolución socialista sin revolución democrática. La revolución democrática es
un prerrequisito de la revolución obrera y socialista. La conquista del poder
político por el proletariado sólo puede realizarse como una continuidad de una
revolución democrática, no es la toma del poder del proletariado aislado del
resto del pueblo sino por el contrario es el proletariado dirigiendo al
conjunto del pueblo. El día de la revolución implica que todo el pueblo que se
encuentra realizando la revolución democrática ha llegado a adquirir la
conciencia de la necesidad de la expropiación del capitalismo, para lo cual es
imprescindible la conquista del poder político por la clase obrera, única clase
realmente consecuente en la lucha contra el capitalismo.
La
revolución democrática tiene un gran porcentaje de espontaneidad y un nivel de
conciencia bastante confuso y al comienzo el pueblo no tiene claro la necesidad
de expropiar el capital y construir el socialismo. A medida que la revolución
democrática va adquiriendo más y más dinámica, la tendencia a la elevación de
la conciencia del pueblo se va incrementando. Aunque nunca puede lograr la
plena conciencia sobre la verdadera naturaleza del capitalismo y la necesidad
del socialismo sin la ayuda del partido revolucionario socialista. Pero a
medida que se desarrolla la revolución democrática, la burguesía ve crecer el
peligro del completo desarrollo de la conciencia y organización revolucionaria
del pueblo, exista o no la ayuda desde afuera del partido socialista para
elevar la conciencia.
La
burguesía por lo tanto necesita frenar la revolución democrática, impedir la
elevación de la conciencia durante su transcurso y crecimiento, reprimir a
cualquier partido que ayude a esa elevación. Pero es muy frecuente que la
dinámica de la revolución democrática dificulte en extremo la acción directa de
las fuerzas represivas del estado burgués. Se corre el peligro cierto que el
pueblo renueve su ofensiva democrático-revolucionaria a medida que aumentan los
intentos represivos de la burguesía. Es lo que sucedió en Irán con la caída del
Sha en 1979, o en la revolución nicaragüense, y en general en todas las
revoluciones democráticas cuando alcanzan un nivel agudo de desarrollo. En Irán
cada movilización del pueblo era reprimida con cientos o miles de muertes, pero
a los pocos días una movilización mucho mayor se producía y era reprimida con
mayores muertes, y nuevas movilizaciones y nuevas represiones hasta que las
movilizaciones crecieron tanto y fueron tan imparables que el terrorífico
aparato represivo del Sha se desmoralizó, se desintegró, y aquellos de sus
integrantes que pudieron, que no cayeron frente al castigo del pueblo, huyeron
del país.
Por
todo esto la clase dominante, la burguesía, promueve el terrorismo y la
guerrilla para desnaturalizar y desviar la revolución democrática. Ni el
terrorismo ni la guerrilla son estrategias revolucionarias. Son tácticas. Y en
algunas situaciones concretas es útil recurrir a ellas, incluso pueden llegar a
ser imprescindibles en un momento dado. Pero son sólo tácticas, convertir estas
tácticas en estrategias revolucionarias es abandonar la verdadera estrategia
revolucionaria que incluye necesariamente el impulso y desarrollo de la
revolución democrática. Un ejemplo histórico de la conveniencia y hasta la
necesidad perentoria de una de estas tácticas fue la guerrilla de Güemes. Había
que frenar, demorar, impedir el avance del ejército realista del Alto Perú y no
existía un ejército regular revolucionario para hacerlo.
La
clase media, el pequeño burgués, “el
pequeño propietario, que bajo el capitalismo siempre sufre opresión y muy a
menudo un deterioro en extremo agudo y rápido de sus condiciones de vida,
incluso la ruina, cae con facilidad en extremismos revolucionarios, pero es
incapaz de tener constancia, organización, disciplina y firmeza.”[1] El pequeño burgués no
constituye una clase, no puede visualizar una revolución de masas, clasista,
tiende a buscar soluciones individuales, como el terrorismo, o de alguna manera
la guerrilla. Son tendencias naturales de la clase media. Se desesperan frente
a procesos de lucha de clases largos, difíciles, sacrificados, y buscan
acciones individuales. El capital utiliza estas tendencias naturales, las promueve,
las organiza, para desnaturalizar las revoluciones democráticas.
La
falsa identificación de lucha armada en el sentido de guerrilla, con la
revolución social, como si fueran sinónimos, ideología que está muy difundida
en la izquierda, es utilizada permanentemente por el gran capital de múltiples
maneras, todas ellas frenan, desvían, confunden la dinámica de las revoluciones
democráticas.
No
quiere decir, como en el caso de la dictadura del ’76 al ’83, que la guerrilla
haya sido la causa de esa dictadura, o la excusa que permitió llevarla a cabo.
Hoy está cada vez más claro que la dictadura se debió a una ofensiva del
capital concentrado y centralizado internacional buscando escapar de su propia
crisis y que la dictadura se hubiera producido igual con o sin guerrilla.
Pero
el perjuicio que provocó la guerrilla en el pueblo en la Argentina fue que
separó la violencia de la lucha democrática del pueblo. Un pequeño ejercicio de
imaginación contrafáctica, hipotética, permite ilustrar esto. ¿Qué hubiera
pasado con las 3A si no hubiera existido guerrilla ni actos terroristas por
parte de la izquierda? ¿Si la izquierda sólo hubiera actuado como dirigentes
gremiales, barriales, sociales? Cuando las 3A iban a las casas de los
militantes a masacrarlos, ¿No es imaginable que las madres las hubieran
rechazado usando como armas todo lo que tuvieran a mano, por decirlo de alguna
manera? ¿No es imaginable que la reacción popular, democrática, al defender a
sus hijos, sus luchadores, hubiera sido significativamente distinta a la que
fue? La guerrilla contribuyó a que el pueblo fuera el espectador “frente a dos
bandos que se peleaban”, poco más o menos. El asunto es mucho más complejo, por
supuesto, y no se puede abarcar todo el problema en estas pocas líneas. Pero
estas reflexiones sirven para entender cómo la burguesía utiliza
permanentemente el terror y la guerrilla para desviar y desintegrar el curso de
las revoluciones democráticas.
Hoy en
día el 90% del terrorismo es impulsado por EE.UU. e Israel. Sus servicios de
inteligencia (CIA, Mossad, etc.) promueven y manipulan las tendencias
embrionarias de algunos integrantes de la clase media hacia el terrorismo, o
directamente las fabrican. No hay que olvidar que EEUU necesitaba un enemigo
para justificar su terrorismo internacional y consiguió su justificación con el
atentado a las Torres Gemelas. O que justificó la invasión a Irak con la falsa
denuncia de que tenían armas nucleares. Thierry Meyssan dice, por ejemplo: “Tenemos que recordar que, desde el
desmembramiento de Yugoslavia, el estado mayor estadounidense ha experimentado
y puesto en práctica en numerosos países su estrategia conocida como «pelea de perros», que consiste en
matar miembros de la comunidad mayoritaria y matar después miembros de las
minorías para lograr que ambas partes se acusen entre sí y que cada
una de ellas crea que la otra está tratando de exterminarla. Fue así como
Washington provocó la guerra civil en Yugoslavia y, últimamente,
en Ucrania”.[2]
Es
imprescindible tener en cuenta que frente al avance de las revoluciones
democráticas, el gran capital recurre al terrorismo o la guerrilla para
desarmarlas, desorientarlas, desmoralizarlas, transformarlas en guerra civil
pueblo contra pueblo.
Es el
sentido fundamental del atentado contra Charlie
Hebdo, tanto si fue producto de la acción de un pequeño grupo espontáneo e
independiente, como si fue un operativo inducido por los servicios de
inteligencia de los grandes países capitalistas. La campaña antimusulmana
subsiguiente tiende a justificar la represión indiscriminada no solamente en
Francia y en Europa, sino que se puede extender a cualquier país del mundo.
Bastaría con señalar que en tal o cual país existe “el peligro musulmán”.
Las
primaveras árabes, los movimientos democráticos en Grecia y España, y en muchos
otros países de distintas partes del mundo, incluyendo a América Latina,
constituyen distintos grados de desarrollo de revoluciones democráticas. El
peligro de que el capital fabrique terrorismos o guerrillas para
desnaturalizarlas y crear el enfrentamiento de pueblo contra pueblo está a la
orden del día en todo el planeta.
Carlos
A. Larriera
28.1.2015
[1]
V. I. Lenin, Obras Completas, Editorial Cartago, segunda edición, 1971, tomo
XXX, pág. 137.
[2] ¿UN 11 DE SEPTIEMBRE EN PARÍS? ¿Quién
está detrás del atentado contra Charlie Hebdo? por Thierry Meyssan, Voltairenet.org,
http://www.voltairenet.org/article186413.html
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