Cataluña
y España, algunas reflexiones preliminares básicas
Sin
conocer en profundidad toda la historia de Cataluña y España, en particular el
último siglo, y la historia reciente de la relación entre ambas no se puede
realizar un análisis bien fundamentado, y por lo tanto no se puede sentar una
posición a favor de los pueblos.
En todos
los casos de separación se plantea el problema de la autodeterminación de los
pueblos. Esto es lo primero que debemos que tener claro. Autodeterminación no
quiere decir, por ejemplo, que los habitantes de las Malvinas pueden
autodeterminar si prefieren pertenecer y estar sometidos a Inglaterra, o a la
Argentina. El derecho a la autodeterminación es el derecho a constituirse como
nación independiente. Como esto los malvinenses no están dispuestos a hacerlo,
o no tienen la fuerza suficiente, no pueden recurrir al derecho a la
autodeterminación. En algunos casos se incluye el derecho a elegir libremente la nación a la cual
pertenecer[1],
pero tampoco es a todas luces el caso de los malvinenses, que están muy lejos
de las condiciones necesarias para una elección realmente libre.
Esto se
aplica también a Cataluña. Lo primero que hay que averiguar fehaciente y
fundamentadamente es si existe esta voluntad en los separatistas y si cuentan
con la determinación y la fuerza suficiente como para constituirse como Estado independiente.
En caso
que así sea sólo se puede legitimar su reclamo si se respeta la democracia de
todo el pueblo, si realmente la inmensa mayoría de éste quiere la separación,
si el referéndum está democráticamente garantizado, etc.
Como
socialistas respetamos siempre el verdadero derecho a la autodeterminación de
los pueblos, pero los socialistas, en términos generales, estamos a favor de la
eliminación de fronteras entre las naciones y de la formación de estados más
grandes.
Por lo
tanto, en general, los socialistas luchamos por la no separación, explicando,
agitando, tratando de convencer, y exigiendo en caso de separación su
realización en forma absolutamente democrática, también estamos en contra de
las anexiones, es decir, de la incorporación de un territorio en contra de la voluntad de la
población, y respetamos del derecho a la autodeterminación.
Ahora ¿a
qué clases sociales les interesa la separación? En primer lugar en muchos
países los capitalistas de las zonas ricas tienden a separarse de las más
pobres, dejándolas abandonadas a su suerte, para aprovechar al máximo las
riquezas de su región y para que no se realice la redistribución del ingreso a la
parte pobre de la nación. Esto se refiere tanto al desarrollo productivo como a
las riquezas naturales. Éstos son los casos en que las clases dominantes de
regiones ricas de muchos países reclaman la separación debido a sus propios
intereses, mientras no le conviene a las otras clases, ni la clase media ni la
clase obrera se benefician con la separación.
En
muchos casos es bastante difícil de determinar a que verdaderos intereses
responde el intento separatista, porque habitualmente una parte de la clase media sigue a la burguesía de su
región, estado o provincia, siendo arrastrada por ésta con promesas, falsas
explicaciones, mediante la denostación de la población más pobre del país, etc.
Este es
el caso de Brasil, sur rico y norte pobre, el de Italia, sur pobre y norte
rico, y el de muchos otros países.
Los
socialistas no apoyamos la separación en base a estos intereses burgueses.
En
general a los trabajadores, obreros y asalariados no obreros, no les conviene
la separación.
Imaginemos
una Argentina en la cual se separara la Patagonia como país independiente,
después de haber vendido o regalado la mayor parte del territorio al gran
capital extranjero. Jujuy, basándose en el litio, junto con empresas
extranjeras y una parte de Chile y Bolivia constituyera un nuevo Estado. Y lo
mismo hicieran las provincias petroleras y las que tengan alguna riqueza importante
para explotar. Esta balcanización o libanización del país nos perjudicaría a
todos los que vivimos de nuestro trabajo. El país repartido en pequeños
pedazos, donde el pueblo estaría totalmente indefenso ante el poder capitalista
dominante.
La
constitución de 1994 le concede la propiedad del subsuelo a las provincias, o
sea el petróleo, toda la minería, el litio, etc. Muchas provincias podrían
hacer acuerdos con un sector del gran capital extranjero, separarse del resto
del país y aprovechar en su exclusivo provecho la riqueza natural que pertenece
a su territorio.
Ya es grave que las 23
provincias más la Ciudad de Buenos Aires sean prácticamente 24 estados. Lo que
debería existir en su lugar es una autoorganización regional libremente
centralizada, pero no que cada provincia/estado tenga su propia constitución,
corte suprema, etc. Porque los argentinos podemos ser mendocinos, porteños o
tucumanos, pero también somos argentinos. La provincia que tiene petróleo debe
repartirlo en todo el país, lo mismo que la que tiene litio, etc. Se deben
considerar los intereses del pueblo
de cada región, pero este mismo pueblo debe responsabilizarse porque toda la
población se beneficie equitativamente de las riquezas desigualmente repartidas
por todo el país.
La
balcanización de Yugoslavia, por ejemplo, fue esencialmente promovida por los
países imperialistas, y Rusia. Yugoslavia era una unión de países. Detrás de
cada uno de ellos un sector de los países capitalistas más poderosos fogoneaba
la guerra civil, con la finalidad de ser finalmente la potencia dominante sobre
ese país. Las disputas étnicas, religiosas, etc., son siempre estimuladas al
extremo para encubrir los verdaderos objetivos que existen para impulsar la
balcanización. Por supuesto que todas las debilidades y contradicciones de
Yugoslavia, su imposibilidad de construir un verdadero socialismo, etc., fueron
bien aprovechadas por los países capitalistas que promovían la balcanización.
En
muchos sectores de la izquierda mundial se debatía sobre cuál país de
Yugoslavia tenía razón y cuál no. Y terminaban apoyando a uno u otro. Cuando
habría que haber denunciado el invento y estimulación imperialista de la guerra
civil, y promovido la completa democratización en Yugoslavia, manteniéndola
unida como un solo país.
En el
caso de la Unión Europea y la creación del euro[2],
no fue una decisión del conjunto de la burguesía europea de los distintos
países, sino básicamente la política de la burguesía alemana, y en parte francesa,
para disfrazar el marco alemán de euro y explotar al resto de los países de
Europa. Si por un lado, como ya hemos dicho, la Unión Europea parecía
constituir un avance, en los hechos los pueblos sufrían cada vez más las
consecuencias de la dominación alemana, encubierta bajo organismos como la
Comisión Europea, etc.
El caso
de Grecia y los demás países del sur europeo, en mayor o menor medida, son
consecuencias inevitables de esta política alemana. Con el inconveniente de que
si en un país el pueblo se puede rebelar contra su gobierno exigiendo mejorar
las condiciones de vida, porque tiene un gobierno, en cambio contra la Unión Europea
es muy difícil protestar, porque no existe ningún verdadero gobierno, estos
organismos servían como instrumentos de la dominación alemana, pero no como un
verdadero gobierno europeo contra el cual se pudiera protestar. Era y es entonces
una trampa. Por eso, en este caso concreto, si bien los socialistas estamos a
favor de la unión de todos los países, habría que pensar si hoy por hoy es más
progresiva la separación de los países que esta falsa unión.
En el
caso de Irlanda, Marx y Engels finalmente llegaron a la conclusión que la
separación de Irlanda era imprescindible, su independencia era decisiva.
“…Marx y
Engels pensaban que la independencia de Irlanda sería un resultado de la
revolución en Inglaterra, a partir de 1867 comienzan a percibir que el
movimiento obrero inglés era de un modo u otro tributario del sistema de
expoliación del pueblo irlandés constituido por Gran Bretaña. Desde entonces
…/… conciben a la emancipación nacional
de Irlanda como la condición primordial para la emancipación social de los obreros ingleses.”[3]
Es el
caso paradigmático en el cual es necesario separarse primero para liberarse de
la tiranía de otro u otros países y después, en un futuro, con otras bases,
iniciar un proceso de unión pero sin la explotación como la de Inglaterra sobre
Irlanda. Este caso no responde entonces al criterio favorable a la unión de los
países, porque es necesario estudiar cada caso concreto.
En
Europa parecen existir este tipo de situaciones, hay que analizar bien este
fenómeno antes de tomar una posición.
También
están las revoluciones coloniales, las luchas revolucionarias por la
independencia del yugo extranjero, como sucedió de distintas formas en Haití,
Argelia, el caso particular de la India, etc. Después de la segunda guerra
mundial estos movimientos nacionalistas revolucionarios, se extendieron por
todo el mundo. Sin dejar de estudiar y conocer en concreto el contenido
profundo de cada una de estas independencias políticas, en general eran casos
en que la separación, o sea la independencia política, era necesaria y
beneficiosa.
Pero en
general los movimientos separatistas de las zonas ricas de un país que
comienzan a generalizarse en la actualidad van en contra de los intereses de
los pueblos.
Es
frecuente que en los movimientos de separación existan, y muchas veces
predominen intereses capitalistas, aunque una parte del pueblo, confundido, los
apoye. Esto hay que tenerlo en cuenta.
Cuando
objetivamente, en base a la realidad concreta, lo mejor para los que viven de
su trabajo es la separación, se debe respetar si deciden democráticamente
hacerlo.
Eso no
quiere decir que no tengamos una posición crítica, que los socialistas no realicemos
una campaña explicando la alternativa de una revolución democrática que haga
innecesaria la separación.
En
general en todos los casos una revolución democrática en todo el país es la
forma en que se superan tanto los intentos de separación como la dominación de
un sector del gran capital sobre otros países o las provincias de un mismo
país.
Luchar
por una revolución democrática en todos los países es entonces también necesaria
en estos casos de intentos separatistas.
Carlos
A. Larriera
9.10.2017
[1] V. I. Lenin, Obras Completas, Editorial
Cartago, segunda edición corregida y aumentada, 1970, Tomo XIX, pág. 493.
[2] Ídem, tomo XXIII, “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, págs. 401/402 y
ss.
[3] En Karl Marx y Federico Engels, Imperio y Colonia,
Escritos sobre Irlanda, Cuadernos de Pasado y Presente 72, 1979, del texto introductorio
de José Aricó en la página 11.
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