¿Es
auténtico el discurso del kirchnerismo?
En el
artículo La amnesia electoral del 2015,
de Claudio Katz, se realiza, entre otras cosas, un análisis del kirchnerismo
que refleja de alguna manera, las posiciones políticas del FIT y otras
organizaciones de izquierda.
“Se
vota mucho y se debate poco”, dice, por ejemplo. Es injusto incluir al kirchnerismo en
esta falta de debate. Se identifica al kirchnerismo con Scioli, lo que no
registra la realidad, porque Scioli no responde a la política real ni a la
ideología del FPV. Este frente lo tolera porque considera, equivocado o no, que
una ruptura con Scioli es demasiado riesgo frente a la oposición noventista
destituyente.
Néstor,
Cristina, Kicillof y todos los kirchneristas puros son los que más debate han
planteado. La falta de respuesta de la oposición no amerita responsabilizar al
FPV por esta ausencia. La que no debate y no puede debatir porque sus
posiciones son impresentables es la oposición. Para debatir se necesitan dos.
Nunca
desde el gobierno se han dicho tantas verdades sobre el capital concentrado
internacional, aunque estén sesgadas por su propia visión política. Y la
elevación de la conciencia a que esto ayuda no es menor. Esto no niega que la
ideología kirchnerista al predicar la conciliación de clases corrompe por ese
lado las conciencias. Una cosa no quita la otra. La realidad es contradictoria
y dialéctica.
Un
problema histórico que tiene la izquierda trotskista realmente existente y en
general, todos los sectores de izquierda que se reivindican revolucionarios,
aunque en los hechos sean clara e indiscutiblemente reformistas, es que se
siente obligada a denunciar que todo gobierno burgués es malo y su función es
favorecer al capital y someter cada vez más a los trabajadores. Si bien esta es
una verdad general, resulta irracional y reaccionario poner un signo igual en
la política de todos los gobiernos burgueses. Son iguales porque son burgueses
pero su política concreta difiere mucho. No se puede comparar la dictadura del
’76 con el gobierno de Alfonsín, por ejemplo, si bien los dos gobiernos
defienden a la burguesía y engañan al pueblo. Esta verdad elemental es
desconocida por la izquierda. Si bien tratándose de la dictadura militar
aceptan de palabra esta diferencia, hacen lo contrario entre dos gobiernos
democrático burgueses. Peor aún, a toda acción de gobierno aparentemente buena
buscan encontrarle la trampa, el engaño deliberado, la acción contra el pueblo
que esconde una medida presentada como progresista. Pero esto se contradice
ridículamente contra los reclamos permanentes de esta izquierda. Reclaman pleno
empleo, salarios lo más altos posibles, empresas capitalistas que no busquen la
máxima ganancia o empresas del estado que se arreglen solas sin asociarse con
empresas capitalistas, como es en el caso de YPF, etc. En definitiva reclaman
un gobierno capitalista que cumpla la función de un gobierno socialista que ha
llegado a su máxima construcción, pero por otro lado no hablan nunca de llegar
por vía de la revolución social, sino meramente a través de elecciones
burguesas. Ellos mismos prometen que en caso de ganar las elecciones serán los
que ejecutarán desde el gobierno (que será inevitablemente de democracia burguesa aunque estén ellos) esa
política de socialismo consolidado. Esto también es una forma de engañar al
pueblo. Y es un engaño mayor, profundamente destructivo.
Una
diferencia fundamental entre un gobierno burgués progresista y uno marcadamente
de derecha es la ampliación de la democracia. Si bien sigue siendo democracia burguesa, un marco en que se goce de las
mayores libertades democráticas es el único en el que se puede ampliar la lucha
de clases. Y esa ampliación de la lucha de clases es la que permite la
elevación de la conciencia del proletariado desde la confianza en la democracia
burguesa hacia el convencimiento que sin revolución democrática, expropiación del
capital y construcción del socialismo no hay bienestar pleno posible para el
pueblo, no hay verdadero crecimiento, etc.
La
ignorancia de este punto fundamental es coherente con la naturaleza de la
izquierda actual. Al ser irreductiblemente reformista ignora absolutamente la
necesidad de revolución democrática, único camino posible hacia la revolución
socialista, y por lo tanto los avances democráticos, la posibilidad del más
pleno despliegue de la lucha de clases, no es tenido en cuenta.
Se
podrá alegar que la revolución democrática surge, como en 1905 y febrero de
1917 en Rusia cuando el pueblo se rebela contra un régimen de opresión extrema.
Pero se olvida que esto es sólo el comienzo
de la revolución democrática, que se da en algunos casos. Pero el desarrollo de la revolución democrática
durante el cual la clase obrera agota su experiencia con la democracia burguesa
es posterior, inevitablemente. Y es durante este desarrollo que la irrupción de
estallidos democráticos terminan atrapados en la democracia burguesa y no
pueden superarla. Sólo el período de febrero a octubre de 1917 en Rusia, pudo
superar la democracia burguesa gracias a la política del partido bolchevique.
Pero no hay hoy nada parecido al partido bolchevique en ningún país. Y el
período febrero a octubre, en el sentido de agotar la experiencia con la
democracia burguesa se vive hoy en el mundo durante los gobiernos populistas
progresistas. Estos gobiernos prometen un gobierno realmente del pueblo, pero
nunca lo logran y son finalmente reemplazados por gobiernos más reaccionarios.
La razón fundamental es que niegan la revolución democrática y pretenden el
bienestar del pueblo manteniéndose dentro de la democracia burguesa y la conciliación de clases. En eso consistió la lucha
política, con las especificidades del caso, dentro de las cuales no es menor la
situación revolucionaria que se vivía, entre la política revolucionaria del
bolchevismo, y la conservadora de los mencheviques y todo el resto de los
demócratas burgueses. Ese período es inevitable, sea en una situación
revolucionaria como en Rusia, o en situación de radicalización relativa de las
masas como sucede durante los populismos progresistas.
Que
las masas tomen conciencia generalizada de las limitaciones insalvables de la
democracia burguesa es indispensable para pasar de la revolución democrática a
la socialista. Y esa conciencia sólo puede provenir de la observación y
participación en una y mil situaciones de la debilidad insuperable de la
democracia burguesa frente al capital.
Este
gobierno es un gobierno que lleva a la práctica la ideología de la Juventud
Peronista de los ’70. La ideología del conjunto de la JP, mucho más amplia y
democrática que la específica de los montoneros, que fueron sólo una parte de
la JP.
Es
una experiencia inédita en la historia, no sólo de la Argentina, sino del
mundo. El intento del kirchnerismo es indudablemente sincero y consecuente,
dentro de los límites de su propia política burguesa.
Negar
esto es negar que una parte de la clase media, radicalizada, al acceder al
gobierno por elecciones democrático burguesas, no pueda intentar llevar su
concepción política a la práctica. Esto es lo que ha hecho y sigue haciendo el
kirchnerismo. No hay malas intenciones ni trampas en su parte más genuina. La
mezcla de medidas progresistas con consecuencias pro-burguesas y antiobreras no
surgen de su propia planificación sino de las leyes inherentes del capitalismo.
Negar
esto es negar la política en general. Nadie nace socialista. Sólo se llega a la
convicción socialista por experiencia de masas la mayoría y por estudios una
ínfima minoría. Lo que implica que sin experiencia de masas la conciencia generalizada
del pueblo no puede elevarse.
Pretender
que un gobierno es conciente y deliberadamente antiobrero por el sólo hecho de
creer en que todo se puede cambiar para mejor bajo los límites de la democracia
burguesa es negar la lucha política. Toda la población cree en la democracia
burguesa, la radicalización ideológica de las masas no puede realizarse salteando
la confianza en la democracia burguesa. Sería algo así como nacer socialista.
De la misma manera los socialistas no pueden llevar adelante una verdadera
lucha democrática, su primer deber político con el pueblo, sin luchar codo a
codo con la inmensa mayoría que cree en la democracia burguesa. Es lo que hizo
el bolchevismo durante toda su trayectoria, y en particular de febrero a
octubre de 1917.
Decir
que los kircheneristas son antiobreros y “vengan con nosotros que somos los
auténticos luchadores” es un sectarismo que no tiene nada que ver con el
marxismo. Es el reformismo en su versión sectaria y ultraizquierdista, uno de
los aspectos de la enfermedad infantil del comunismo.
Se
puede y se debe criticar al gobierno, desnudar todas las contradicciones que
tiene su política, denunciar en qué medida favorece a la burguesía perjudicando
al pueblo, se puede y debe hacer reivindicando las buenas intenciones, la
ilusión democráticoburguesa del kirchnerismo, que es la misma de la mayoría
abrumadora del pueblo, ampliamente difundida en la clase media, explicar que
las leyes inherentes del capitalismo terminan imponiéndose a pesar de todas las
ilusiones del kirchnerismo, en lugar de adjudicar al gobierno siniestras
maquinaciones antiobreras.
Que
el gobierno tiene buenas intenciones es innegable para cualquiera que observe
la realidad serenamente y sin prejuicios. La profundidad de las reformas
llevadas adelante va mucho más allá de lo que serían medidas populistas
destinadas únicamente a engañar al pueblo. Cualquier ejemplo sirve, tomemos
algo aparentemente muy menor, que todos los estudiantes primarios y secundarios
tengan netbook implica un acceso al conocimiento y a la comunicación entre
jóvenes que está muy lejos de la política de la burguesía de basarse en la ignorancia
del pueblo para perpetuar su dominación.
La
izquierda actual reclama permanentemente por medidas como aumento de sueldos,
condiciones de trabajo, etc., que son inevitablemente reformas, medidas a
tomarse bajo el capitalismo. Se le
reclama al gobierno que logre que los capitalistas paguen los mejores sueldos,
etc. En última instancia se le está pidiendo a la burguesía que sea lo que no
es. Y se le hace creer al pueblo que la burguesía puede ser lo que no es, puede
otorgar, por ejemplo, altos niveles salariales sin dejar de ser burguesía.
Niega al gobierno por capitalista, pero le pide las más amplias reformas. No
dice que la única posibilidad de lograrlo realmente es vía revolución social.
Hay que reclamar reformas, pero es imprescindible decir que su logro pleno es
imposible bajo la democracia burguesa. La izquierda actual hace lo opuesto,
implícitamente afirma que bajo la democracia burguesa, es decir, bajo la
dictadura del capitalismo bajo formas democrático burguesas, se pueden
satisfacer plenamente todos los reclamos salariales, de condiciones de trabajo,
etc.
Critican
al capitalismo, denuncian al gobierno por capitalista, pero toda su política es
pedirle, reclamarle al capitalismo,
dando a entender que es posible que el capital acceda a todas las demandas
sociales, cuando el capital existe en base a la explotación social,
precisamente.
Critican
las medidas progresistas del gobierno porque son sólo reformas, pero su política es reclamar continuamente reformas.
Hay
que luchar por reformas. Lenin decía que la lucha por reformas es demasiado
importante como para dejarla en manos de los reformistas. Pero luchar por
reformas significa luchar por medidas bajo
el capitalismo. Y esto implica que los reformistas lucharán, a su manera,
por muchas de esas reformas. ¿Cómo llevar adelante esa lucha sin unidad de
acción con los reformistas? Y si se necesita además el apoyo de la mayoría del
pueblo para que la reforma finalmente se produzca, ¿cómo evitar que la reforma
que realmente se logre en un momento dado sea todo lo imperfecta que el
conjunto de la población esté de acuerdo en un momento dado?
Por
más radical que sea una reforma, siempre tendrá los límites de realizarse
dentro de los marcos del capitalismo.
Claudio
Katz es un economista de izquierda muy respetado, independiente de cualquier
estructura partidaria, por eso resulta muy interesante ver como no puede
escapar a la autoobligación que se impone la izquierda de ver malas intenciones
y conspiraciones en todas las medidas de cualquier gobierno democrático
burgués. Cabe suponer que entenderá que admitir buenas intenciones en el
gobierno es traicionar a la clase obrera y pasarse al lado de la burguesía. Y
esta restricción lo lleva a un laberinto de contradicciones insalvables.
“Sólo se disputa quién
comandará el giro conservador”, le adjudica al gobierno el
mismo plan básico que Macri o Massa. Que llegado el caso el gobierno no pueda
evitar con su política un giro conservador no quiere decir que lo planifique ni
que esa sea su estrategia. Este es un punto central que atraviesa todo el
escrito de Katz y está presente en todas las críticas de la izquierda actual:
¿tiene el kirchnerismo planes “neoliberales” o no puede evitar la lógica del
capitalismo a pesar de sus buenas intenciones? La diferencia no es menor.
“La
campaña en curso consagra, además, la primacía del palabrerío vacío.” El discurso de Cristina y el núcleo
duro del kirchnerismo no es palabrerío vacío. Se podrá estar de acuerdo o no,
pero nunca ningún gobierno planteó tan directa y claramente su visión de los
problemas nacionales e internacionales y su política para enfrentarlos. Por
supuesto, si se reduce el kirchnerismo a Scioli sí se podría hablar de
palabrerío vacío, a pesar de que Scioli en los últimos tiempos intenta una
fraseología afín al FPV “puro”.
“Los publicistas del
gobierno compensan este vacío con el principal mensaje de la campaña: defender
lo conquistado contra el regreso a los 90.” El gobierno fundamenta su posición
extensamente. Esta frase es una frase de campaña, es agitación, recurso
legítimo y obligatorio para defender una política determinada, que resume en
gran parte su política, pero esta frase está respaldada por sinnúmero de
explicaciones desde Cristina pasando por muchos de sus ministros, por los
militantes, por comentaristas afines, etc. Esto no existe en Scioli, ni en
Massa, ni en Macri. Pero se debe a que la oposición noventista no puede
explicar su posición por impresentable.
“Lejos de representar una batalla de la
“aristocracia obrera” en desmedro de la mayoría laboriosa, la lucha contra ese
impuesto estimula la acción de todos oprimidos.” Se refiere al paro contra el impuesto de
“ganancias” al salario. Obviamente que debe lucharse contra el impuesto de
ganancias al salario, el salario no es ganancia. Pero decir que “estimula la acción de todos los oprimidos” se aleja de la realidad. Una
parte considerable de los oprimidos ha sido beneficiado de una u otra manera
por las reformas llevadas a cabo por el gobierno, y en buena medida lo apoya. Es
innegable que un impuesto injusto e inadmisible, pero que afecta al 10% mejor
remunerado de los asalariados no estimula ni puede estimular en forma sustancial
la acción de los oprimidos. Es tan evidente que es innecesario insistir mucho
sobre el tema. Lo llamativo es que un intelectual como Katz haga esa
apreciación. No puede sino pensarse que es un intento de conciliar sus
posiciones con las acciones concretas de la izquierda actual. Justamente esa necesidad conciliatoria es lo llamativo.
El paro no fue como consecuencia de la presión de las bases, no fueron ejes de
la convocatoria ni aumento de salarios ni lucha contra los despidos dada la
importante recuperación del salario y la disminución de la desocupación. Un
paro general es una medida dura y difícil de llevar a cabo bajo un gobierno
reaccionario. El pueblo lo piensa muy bien antes de hacerlo. Este gobierno es
el que menos ha reprimido la protesta social, y esta facilidad, entre otras
cosas, es la aprovechada por la burocracia sindical y la izquierda actual para
hacerlo. Pero no es una expresión de un descontento generalizado en los
trabajadores.
Este tipo de distorsionadas apreciaciones de la
realidad confunde al pueblo y plantea un escenario que no se condice con la
realidad. Y a partir de ahí es difícil elevar la conciencia general y elaborar
una política desde una perspectiva verdaderamente revolucionaria.
“En lo inmediato el
voto a la izquierda es un mandato de resistencia contra los atropellos que
sobrevendrán y este dato constituye el principal argumento para apuntalar al
FIT.” Votar a la izquierda por los
atropellos que sobrevendrán. Se hace un pronóstico, se supone que se cumplirá y
se anticipan acciones como si el
pronóstico fuera un hecho consumado. Pronosticar y anticipar es obligatorio y
necesario, pero efectuar acciones como si el pronóstico fuera un hecho ya
consumado es alejarse de la realidad, es política ficción.
Apoyar al FIT por si acaso los pronósticos se
cumplen. Pero hay que apoyar al FIT si su política en general es adecuada, y
esto no es así, el FIT ha demostrado irrefutablemente una política reformista
que a esta altura es imposible que modifique. Unidad de acción con el FIT en algunas
circunstancias, por supuesto. Pero integrarlo, someterse a su conducción, es
renunciar a toda política revolucionaria.
¿El simple hecho de que el FIT se defina de izquierda amerita votarlo?
En la parte central del artículo Katz hace
afirmaciones como que “El progresismo K
ya bajó las banderas”. Digamos que si bajó las banderas es porque las tuvo. Aquí implícitamente reconoce que el gobierno
tuvo intenciones progresistas, y por lo tanto que no es lo mismo que Massa o
Macri. Pero todavía no está demostrado que las haya abandonado.
“Pero el verdadero problema no radica en quién será
el ganador, sino cómo enfrentará el turbulento escenario económico-social en
ciernes.” Y más adelante: “A diferencia de lo ocurrido durante el ocaso de Alfonsín o Menen,
nadie espera un gran colapso económico. El desequilibrio fiscal es acotado, los
bancos están equilibrados y el cuadro internacional es aún manejable.” La
contradicción es evidente por sí sola. Se mezcla la necesidad de emitir
pronósticos condenatorios del kirchnerismo con un análisis objetivo de la
economía. Una posición “averroísta” de Katz.[1]
La
posibilidad de un próximo turbulento escenario económico-social siempre está
presente. Pero algo que habría que tener en cuenta en el análisis es si se
deberá principalmente a la política del gobierno o a la de la oposición.
Poner
un signo igual entre la política económico-social del gobierno y la de la
oposición impide estudiar y analizar estas diferencias, que son fundamentales
para entender la actual situación socio-económico-política.
Pero
lo más importante es el gran movimiento social que ha surgido con el
kirchnerismo cuyo eje principal es buscar el mejoramiento de las condiciones de
vida de los 40 millones de argentinos. Aunque el gobierno no fuera sincero y
todo su discurso fuera solamente para engañar a la gente, el surgimiento masivo
de este movimiento social implica la obligación de establecer unidad de acción
en cuanto realicen acciones progresivas, al mismo tiempo que mientras se lucha
para superar todas las dificultades que se presentan se ayude al conjunto del
pueblo a tomar conciencia de las limitaciones insalvables de la democracia
burguesa.
Se
puede poner en duda la sinceridad del gobierno, aunque hay pruebas sobradas de
su autenticidad, pero es irse totalmente de la realidad adjudicar esa falta de
sinceridad al inmenso movimiento que ha generado el kirchnerismo a favor del
“crecimiento con inclusión social”.
La
verdadera tarea del socialismo bajo la democracia burguesa es justamente luchar
junto al pueblo contra todos los males del capitalismo y al mismo tiempo ayudar
de todas las maneras posibles para la elevación de la conciencia de las masas.
Carlos
A. Larriera
31.5.15
[1] Averroes fue un filósofo árabe nacido
en el Asia Menor, cuyas ideas pasaron a través de España a Europa en el período
de transición de la Edad Media al Renacimiento. Planteaba que había que aceptar
la verdad del Evangelio por un lado, y la verdad de la ciencia por el otro, sin
confrontar las dos. Era una forma de permitirse acompañar los avances de la
ciencia en ese momento sin cuestionar el catolicismo.
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