La
Securitizacion o Titulización: de los préstamos “normales” a la especulación
extrema
La
securitización o titulización es una operación que transforma la deuda
tradicional entre prestamista y prestatario en una deuda cuyo acreedores son
tenedores de bonos negociables no nominativos.
Tomemos
como ejemplo el préstamo bancario tradicional. El oficial de crédito estudia el
balance del potencial prestatario, su ganancia, sus posibilidades futuras, etc.
En función de eso le otorgará un préstamo cuyo monto, plazo, tasa de interés y
garantías colaterales exigidas estén en una correlación lógica con el resultado
de ese estudio.
Si al
vencimiento el prestatario no paga, el banco puede optar entre ejecutar
(cobrar) el crédito o renovarlo. Dependerá de la evaluación del banco sobre si
la falta de cumplimiento del pago se debe a razones no imputables al
prestatario —como sería el caso de una mala cosecha por problemas climáticos— o
por el contrario el prestatario tiene responsabilidad por la insolvencia, o
simplemente a emprendido un negocio cuya perspectiva es negativa. En este
último caso el banco no renovará el crédito y lo ejecutará. Pero su cliente
prestatario ha tenido la oportunidad de renovarlo si ha salvado su
responsabilidad y si el negocio tiene perspectivas futuras.
Este
es el tipo de operatoria clásica. Pero la securitización sería el caso en que
el banco, en lugar de renovar el crédito y mantenerse como acreedor, cambia su
función, y se transforma en intermediario de una operación en que el monto de
la deuda pasa a manos de un elevado número de bonistas anónimos, de bonos no
nominativos.
En
esta situación el cliente-prestatario del banco se vería en la encrucijada de
no renovar el préstamo y fundirse, o aceptar la securitización. Pero esta
securitización o titulización lo colocaría en manos de una multitud de bonistas
acreedores, a los cuales no les interesa si el negocio del prestatario funciona
bien o mal, sino la cotización de los bonos en el mercado. Los bonos se compran
y venden, pasan de mano en mano. Si las perspectivas de cobro reales, o las
presunciones —fundamentadas o no— de las perspectivas de cobro son regulares o malas, la
cotización baja, muchos bonistas se desprenden de los bonos, pero otros bonistas
más aventureros —y necesariamente más inescrupulosos— los compran.
El
negocio pasa a ser la diferencia que los compradores de bonos encontrarán entre
su adquisición y su venta, o su adquisición y su cobro al prestatario al
vencimiento.
Si los
bonos en un determinado momento están, por ejemplo, al 20% de su valor nominal,
comprarlos es arriesgado, pero si se los lograra vender a la totalidad de su
valor nominal o a una cotización mucho más elevada del 20%, la ganancia puede
ser muy grande, infinitamente superior a la tasa de ganancia “normal” en la
industria y el comercio.
Desaparece
por completo la relación prestamista-prestatario, banco-cliente. Esta relación
implicaba que se efectuaban los préstamos a quienes manejaban su empresa
—agraria, industrial, comercial, etc.— con responsabilidad y buenas
perspectivas de rentabilidad, siendo normalmente esperable que se renovaran si
el buen funcionamiento de la empresa se mantenía, incluso la renovación
normalmente se efectuaba en aquellos casos en que la imposibilidad de pago derivaba
de razones ajenas al normal funcionamiento de la empresa prestataria.
La
securitización coloca al empresario “normal” en manos de prestamistas anónimos,
que se cuentan por decenas, cientos o miles, cuya única finalidad es la
especulación entre el precio de compra y el de venta o cobro al vencimiento.
La
excusa que se ha dado para esta “flexibilización” del mercado financiero, esta
transferencia de préstamo “normal” a préstamo securitizado, es la “ampliación
del mercado de capitales”, la “posibilidad de financiar a más prestatarios”,
etc., todas excusas que ocultan una voluntad de especulación extrema. Es una de
las medidas más importantes dentro de lo que se ha llamado “liberalización del
sistema financiero”.
En
esto consistía la propuesta de Cavallo de creación de las cédulas hipotecarias,
que era este mismo tipo de operación. En este caso consistía en transformar al
chacarero en rehén de los tenedores de cédulas hipotecarias (“bonistas”).
Es lo
que hizo Cavallo con la deuda externa cuando se “refinanció” siguiendo las
directivas del Plan Brady. Hasta el Plan Brady los acreedores eran bancos.
Después eran miles de bonistas.[1]
No fue
casual. Los grandes bancos internacionales temían no poder cobrar todas las
deudas que debían los distintos países. Con el Plan Brady los bancos acreedores
pasaron esa deuda a una multitud de bonistas y se desentendieron jurídicamente.
De esa manera en el caso de que no se pudieran cobrar las deudas externas de
los países de las cuales los bancos habían sido acreedores ahora los
perjudicados serían los bonistas.
Los
fondos buitres son el ejemplo más extremo de esta especulación de bonistas, apoyados
implícitamente por el gobierno de EE.UU., como gerente de la parte más
importante del capital concentrado internacional, dado que los bonos de deuda son
una parte importante de este capital concentrado.
Es
importante que la población conozca claramente que es la securitización o
titulización. A escala global —como en este momento— hace sólo pocas décadas
que existe.
Carlos
A. Larriera
22.11.14
[1] Ver, por ejemplo, el libro de Adrián Murano Banqueros, Los dueños del poder, Cómo y quiénes
devastaron la Argentina, en particular págs. 203 a 214.
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