En
la Argentina se producen suficientes dólares, el problema es que se fugan o no
se ingresan
La
causa de la crisis económica mundial es la tendencia a la baja de la tasa de
ganancia que explica Marx en el capital. Se puede decir que más que una
tendencia —como lo era en la época de Marx— ahora es una realidad concreta: la
baja de la tasa de ganancia es estructural, lo que hace que la crisis también lo
sea.
Buscando
aumentar su tasa de ganancia el capital, se ha ido desarrollando históricamente
hacia la concentración y centralización. Ese proceso implica siempre la suba de
la tasa de ganancia de las empresas que logran concentrarse, y la quiebra de
las empresas que quedan en el camino.
Con
el paso del tiempo la tasa de ganancia de las empresas concentradas, vuelve a
bajar. Eso las obliga a realizar una nueva concentración. Este proceso se
repite constantemente. La consecuencia es que cada vez menos empresas logran
concentrarse y cada vez más empresas desaparecen.
Lo
que salva, en parte, al capitalismo es el constante resurgir de las PyMes, que
son algo así como el krill del
capitalismo. Lenin lo señalaba: el continuo resurgimiento de PyMes es imprescindible
para la supervivencia del capitalismo.
El
proceso de concentración provoca una crisis en segunda instancia, la crisis de
sobreproducción. Esto es porque al maquinizarse la producción se crean cada vez
más mercancías con la misma cantidad de trabajo. Aumenta la proporción de
maquinaria en relación con la cantidad de obreros en las fábricas.
Al
concentrarse el capital, elevando la tecnología, aumentando la cantidad de
mercancías producidas, su tasa de
ganancia aumenta si logra vender la enorme cantidad de mercancías que produce.
Como al mismo tiempo que produce más mercancías emplea menos mano de obra,
aumenta la desocupación y disminuye la capacidad de consumo.
Para
vender esa sobreproducción, uno de los requisitos es que extienda su venta a
todo el planeta y generalmente, también su fabricación, impidiendo o
dificultando que cada país o región tenga su propio proceso “autóctono” de crecimiento.
El
capital local no encuentra suficiente espacio como para crecer y desarrollarse
hasta altos grados de concentración. Y cuando a pesar de todo el capital local
logra crecer, se encuentra con el gran avance tecnológico mundial, y se ve
obligado a partir de una proporción mucho mayor de maquinaria que de mano de
obra. Por esta razón ya desde el comienzo de su desarrollo, su tasa de ganancia
depende cada vez más de su capacidad de concentrarse.
Si
el kirchnerismo lograra desarrollar el capital local, se encontraría en el
mediano y largo plazo con un proceso de concentración local muy elevado, que
sería la causa central de las crisis en ese momento futuro.
Pero
en la actualidad las crisis en la Argentina no están provocadas por el alto
grado de concentración del capital local, como lo serán en el futuro, sino por
los ataques económico-financieros realizados por el capital concentrado (en su
mayor parte internacional).
Los
procesos de concentración en los países como Argentina son, sobre todo,
importados. Los conglomerados empresarios mayormente extranjeros, son los que
oligopolizan la producción y la venta.
Si
Argentina estuviera en una situación similar a la de EEUU después de la Guerra
Civil, tendría un largo período de crecimiento del capital local basado en la
libre competencia, lo que implicaría un desarrollo capitalista acelerado. Para
que esto sucediera debería partir de un masivo reparto de la tierra entre
pequeños productores. Este crecimiento culminaría en un alto grado de
concentración y las crisis consiguientes. La estructura latifundista impidió
este desarrollo. La penetración del capital extranjero se basó en la asociación
con esta estructura latifundista.
Como
ha sido siempre en la historia del capitalismo, es el capital el que provoca
las crisis, pero tiene la suficiente astucia como para usar a otros como chivos expiatorios. Es el caso de los
judíos en la Alemania nazi, o los inmigrantes en la Europa actual, por ejemplo
la política de Le Pen en Francia. Es el caso del invento del peligro terrorista
por parte de EEUU. Se pueden mencionar las llamadas guerras religiosas, las
guerras étnicas, etc., siempre provocadas en realidad por choque de intereses
entre capitalistas (petróleo, diamantes, etc.).
Como
decía el personaje de ficción Keyser Söze en Los sospechosos de siempre, película dirigida por Bryan Singer en
1995: “La mejor jugada del diablo fue convencer al mundo de
que no existía”. La
mejor jugada del gran capital es convencer a la gente de que las crisis económicas
las provocan los gobiernos. O más precisamente, los gobiernos, los judíos, los
“terroristas musulmanes”, las “guerras de religión”, las “guerras étnicas”, los
inmigrantes, o por otro lado los asalariados que piden “insaciablemente”
aumentos de sueldos, el “excesivo” gasto público, la emisión monetaria “que
produce inflación”, la corrupción de los
gobiernos (no se menciona a los corruptores que son los grandes
capitalistas), etc., etc.
El
estado es el aparato de dominación de la clase capitalista, bajo formas
dictatoriales, o bajo formas democrático burguesas, parlamentarias, con mayor o
menor grado de democratización. Y los gobiernos son los gerentes de esos
estados, aún cuando hayan surgido de elecciones.
Pero
los gobiernos pueden ser gerentes sumisos o gerentes con mayores o menores
intenciones de gobernar favoreciendo al pueblo. Ningún gobierno puede dejar de
gobernar para el capitalismo, con todo lo que esto trae aparejado, pero puede
ejercer mayor o menor independencia política relativa con respecto al poder del
capital.
Lo
más importante para señalar es que las dificultades económicas y las crisis son
provocadas por el capital, el generador
de las crisis es el capitalismo, en particular el gran capital. Las crisis son
inevitables bajo el capitalismo, la explotación del trabajo asalariado también,
porque forman parte de la esencia del capitalismo. Los gobiernos pueden adoptar
políticas que agraven o aceleren las crisis o políticas que las retarden o
morigeren, pero no pueden evitarlas.
El
capital concentrado a través de la prensa y todos sus voceros direcciona la
opinión pública contra los gobiernos que no acatan incondicionalmente sus
directivas. Como Keyser Söze, el capital concentrado (en adelante CC) permanece
poco menos que invisible. Los oligopolios
industriales y comerciales, que son parte del CC, aumentan los precios y son el
principal generador de la inflación. Pero el CC direcciona la opinión pública
hacia el gobierno responsabilizándolo como el hacedor de la inflación. Es poco
lo que puede hacer el gobierno para provocar la inflación. La economía está
privatizada, extranjerizada y oligopolizada. Los que ponen los precios son los
oligopolios. Si el gobierno intenta poner un freno a los precios en forma drástica
y eficaz, recibe una campaña en contra igual o mayor que la que se hizo durante
el conflicto con el “campo” por la 125. Aunque la economía es privada, porque
los que producen y distribuyen las mercancías son los oligopolios empresarios,
la responsabilidad aparece como pública, del gobierno. El CC (los oligopolios
son una parte de él) suben los precios, pero su “gran jugada” es que la
población visualice al gobierno como el que provoca la subida.
La
queja empresaria, la queja de gran parte de la clase media, y la queja popular más
difundida cuando suben los precios es contra el gobierno. Suben los precios, automáticamente
surgen quejas hacia el gobierno, en el medio: nada. Ignorancia absoluta sobre
los mecanismos concretos que llevan a la suba de precios y la inflación. ¿Quién
le dijo a la población que la suba de los precios la provoca el gobierno? Los
grandes empresarios, el CC, obviamente saben que son ellos los que los suben,
pero invisibilizan su accionar y
responsabilizan al gobierno. Esa denuncia se derrama hacia abajo a través de
los distintos estratos sociales inducidos a tomarla como una verdad de la
naturaleza de las cosas. Para esta operatoria el CC cuenta entre otras cosas,
con la mayor parte de la prensa oral, escrita y televisiva. En Internet, por
ahora, hay muchos sitios alternativos que revierten un poco el sesgo de la
información. Pero en la conciencia popular sigue siendo generalizada la idea de
que la suba de los precios tiene como su responsable primario al gobierno mientras
los oligopolios industriales y comerciales (como parte del CC) siguen invisibilizados.
Ahora
bien, ¿Tiene realmente tanto poder el gobierno como para subir los precios o
bajarlos? El gobierno parece poderoso
a los ojos del pueblo cuando obedece
disciplinadamente al CC, porque en ese caso (como en el menemismo) la mayor
parte de la prensa lo elogia, mientras oculta los efectos negativos de su
política, etc. Y cuando un gobierno intenta hasta cierto punto, medidas
favorables a la población que al mismo tiempo disminuyen el monto total de los
subsidios al CC, la feroz campaña antigubernamental de éste coloca al gobierno
como el causante de todos los males económicos y sociales.
Al
mismo tiempo se pone en evidencia cada vez con mayor fuerza, que el gobierno no
tiene todo el poder ni mucho menos, aunque muchos persistan en no verlo o
apreciarlo.
Este
gobierno ha hecho mucho y sigue haciéndolo para que el pueblo pueda visibilizar
como el verdadero responsable al CC. Ningún gobierno anterior lo ha denunciado
tanto ni en forma tan concreta, describiendo muchos de los mecanismos a través
de los cuales el CC boicotea las medidas gubernamentales.
Economistas
ortodoxos y semiortodoxos responsabilizan al gobierno por la inflación. Afirman
que hay leyes y normativas que lo habilitan para frenar la inflación con éxito.
Olvidan que esas disposiciones casi nunca se cumplen, y si un gobierno intenta
hacerlas cumplir en la medida necesaria, recibe una oposición feroz. El
problema de hasta qué punto un gobierno democrático burgués tiene herramientas
legales para controlar al CC es relativamente comentado pero poco aclarado. En
líneas generales es imposible un control pleno y eficaz del CC. En términos
relativos no es mucho ni suficiente lo que pueden hacer los gobiernos. La
última medida de la AFIP de suspender temporalmente el CUIT a varias empresas
es novedosa y de alta efectividad porque impide la facturación de la empresa y
por ende su actividad legal.
Esta
acusación de que el gobierno no controla la inflación, omitiendo toda mención a
los oligopolios que son los principales actores que la producen, muestra una
realidad en la que el CC permanece invisibilizado.
Y esta invisibilización la realizan
todos los analistas, en mayor o menor grado, estén enfocados desde la derecha, o
incluso también desde el centro o en muchos casos desde la misma izquierda, por
usar esa terminología. Es como si el gobierno pudiera dirigir la economía a
voluntad para donde quisiera, haciendo abstracción de la existencia y acción
del CC.
El
alejamiento de la realidad por parte de la mayoría de los comentaristas es
notorio, en una dimensión difícil de explicar con palabras. En el tema del
título del artículo esta alienación es notoria y arquetípica. En el país se
producen suficientes dólares. Se calcula que existen entre doscientos y
cuatrocientos mil millones de dólares de argentinos depositados en bancos o
invertidos en propiedades, etc., en el exterior, y esto solo pone en evidencia
que si esos dólares hubieran entrado al país, como corresponde hacerlo, no existiría la llamada restricción externa,
no faltarían dólares, el balance de pagos comercial (dólares por exportaciones
menos dólares por importaciones) sería ampliamente superavitario y
consecuentemente también el saldo de cuenta corriente (todos los dólares que
entran por todo concepto menos todos los que salen). Es importante señalar que
todos los dólares que entran por exportaciones deben por ley, ser liquidados en
el mercado único de cambios, o sea ingresar los dólares al país a cambio de su
equivalencia en pesos al cambio oficial. La mayor parte de esos 200 ó 400 mil millones
dólares de argentinos en el exterior se debe a que o bien no ingresaron los
dólares, o bien han fugado divisas después que fueran ingresadas, utilizando
para ello la autopista de fuga que son los bancos. Es fundamental tener en
claro que el movimiento de divisas entre países no es mágico, por más que se
haga por Internet es de cuenta bancaria a cuenta bancaria, es por transferencia
bancaria. No existe otra forma de transferir dinero. Todas las operaciones, por
más complicadas que sean, empiezan y terminan en cuentas bancarias. Las
transferencias de dólares, euros, en efectivo, en valijas, etc., es un
porcentaje muy menor, no cambia el hecho fundamental de las transferencias
entre cuentas bancarias.
En
todos los análisis que culpabilizan al gobierno todo esto se omite, no se tiene
en cuenta. En este momento aparece más ante la opinión pública con casos como
el de Procter & Gamble, en los que, o se omite ingresar divisas (por
exportaciones) o se paga más de lo necesario (por importaciones), o se fugan
directamente a través de los bancos. Si
esto no sucediera, sobrarían divisas. Pero según la oposición el problema
de la falta de divisas es provocado
por el gobierno. Y, en todo caso, si la oposición menciona la sobre o subfacturación,
se asegura de responsabilizar al gobierno por permitirlo, como si impedirlo
fuera sencillo; y además es la misma oposición burguesa la que se encarga de
demonizar esos intentos de control por parte del gobierno como “ataque a las
empresas”, etc. Es una impresionante alienación —totalmente naturalizada— en el análisis de la
realidad. La exportación de la producción agropecuaria es privada, en manos de
un puñado de oligopolios exportadores. Si el gobierno pretendiera controlarla,
creando algo parecido a una Junta Nacional de Granos o nacionalizando el
comercio exterior, etc., las voces de la oposición se elevarían por el cielo.
Aquí también la oposición defiende la economía privada, oligopólica y
extranjera, pero adjudica la responsabilidad del funcionamiento general de la
economía al gobierno, el cual no es propietario de la gran economía, aunque
según la oposición es responsable de su funcionamiento.
Un
ejemplo de todo esto es Venezuela. Su exportación, en un 95% es estatal, PDVSA,
el petróleo. O sea que no tiene el problema de subfacturación de exportaciones,
ingresan todas las divisas al país. Pero
tiene problemas de falta de divisas, de dólares. ¿Cómo puede ser? Esto se debe
a la posterior fuga de divisas a través de las autopistas que son los bancos.
¿Y cómo el gobierno lo permite? Aquí volvemos al tema de hasta dónde un gobierno
democrático burgués puede controlar al CC. Evidentemente el gobierno venezolano
no controla adecuadamente el funcionamiento de los bancos. Pero este control no
se hace efectivo satisfactoriamente en ningún país del mundo, ni siquiera en la
Argentina. Controlar a las empresas,
según la oposición burguesa, es contra la “libertad de comercio”, contra el
“libre funcionamiento de los mercados”, “desalienta la inversión”, atenta
contra el “secreto bancario”, atenta contra el “secreto comercial”, etc. Las
empresas oligopólicas pueden subir los precios mientras haya demanda solvente
para consumir, pero los gobiernos no pueden auditar cuáles son los costos reales de las empresas. Esto se
vio en particular en la discusión en la Argentina sobre la ley de
abastecimiento, y en la implementación de los precios cuidados. Auditar los costos, no, pero subir los precios es
una potestad intocable de los oligopolios. Auditar los costos, no, pero subir
las tarifas o reclamar su suba por parte de las empresas de servicios públicos,
sí.
Ignorar
la fuga de divisas a través de los bancos, o el no ingreso de una buena parte
de las divisas generadas por las exportaciones, o la fuga por sobrefacturación
de importaciones y al mismo tiempo, pretender analizar la restricción externa
como un problema generado por los
errores de la política gubernamental, es la otra jugada del CC, provocar el
problema (falta de divisas) y responsabilizar al gobierno por eso. Los grandes
problemas económicos del mundo, y la crisis actual, es producida por el
capitalismo, en particular el CC, pero los que aparecen como causantes son
siempre otros, los gobiernos, los inmigrantes, los trabajadores que reclaman,
etc. Keyser Söze es omnipresente pero siempre invisible.
Carlos
A. Larriera
18.11.14
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