Es imperioso
ganar la batalla ideológica (“cultural”)
¿Cambiemos
está creando una nueva cultura? ¿Podría ganar las elecciones en octubre sin
fraude? ¿La gente se está volviendo individualista? ¿Existe una batalla
cultural? ¿Están tratando de eliminar la solidaridad en el seno de la
población?
Que hubo
fraude en las PASO de agosto de 2017, hace dos semanas, no puede haber duda.
Que el fraude fue de proporciones tampoco. Que Cristina Kirchner (CFK) ganó en
la provincia de Buenos Aires es indiscutible. De acuerdo con los informes sobre
el recuento de votos está ganando por más de 50.000 votos y todavía falta
completar el conteo.[1]
Pero las
opiniones al respecto son variadas: que no hubo fraude, que hubo pero no
influyó en el resultado, que Cambiemos está instalando una nueva cultura
individualista en el país, que se ha convertido en un partido nacional, que lo
que definió las elecciones es el muy elaborado discurso macrista, etc.
Antes
que nada hay que aclarar qué se entiende por batalla cultural y qué por lucha
ideológica.
Batalla cultural sugiere una lucha por obtener
mayores conocimientos generales, pero se hace en abstracto, como si fuera
puramente una lucha de ideas sin sustento material. Lucha ideológica se refiere
a que los distintos intereses materiales de cada una de las clases sociales y
sectores de clase generan determinadas ideologías para justificar y defender
estos intereses. Entre éstas la única que se puede considerar verdadera es la
que representa las necesidades estratégicas de la clase obrera, que al mismo
tiempo representan de la forma más profunda y completa los intereses
fundamentales de todos los que viven de su trabajo.
Diferenciar
batalla cultural de batalla ideológica implica por lo tanto tener en
cuenta los intereses y recursos materiales en juego.
Que hay
que ganar la batalla “cultural” (ideológica) contra el macrismo, representante
político del capital concentrado, es totalmente cierto, necesario y perentorio.
Pero que
esa batalla “cultural” la está ganando el macrismo meramente con su discurso no es cierto, aunque ese discurso tiene hoy una efectividad enorme. En líneas
generales la burguesía mundial lo fue elaborando y mejorando a través de
siglos, y hoy se vale de la propiedad casi absoluta del aparato tecnológico de
los grandes medios de comunicación, no solamente en Argentina sino en todo el
mundo, para potenciar esa batalla “cultural”. Pero no solamente utiliza los
medios de comunicación para comunicar
mentiras, falsedades, calumnias, etc. de todo tipo, incluso hasta las más
deleznables. Se vale también de todo otro tipo de delitos, como el reciente
fraude electoral en las PASO, que no solamente fue una descomunal manipulación
mediática, sino directamente fraude al falsear la cantidad de votos, porque no
hay que dejar de tener en cuenta que si Unidad Ciudadana no estuviera
controlando el recuento de los votos con toda probabilidad el escrutinio
definitivo arrojaría resultados bastante similares al provisorio.
Hay que
tener en claro que la batalla cultural (ideológica) no se da en igualdad de
condiciones. Se la realiza sobre bases materiales sideralmente diferentes entre
el macrismo y la oposición progresista y de izquierda, que con todos sus
matices y diferencias coincide en el objetivo general de elevar el nivel de
vida de la población, mientras Cambiemos sólo busca maximizar las ganancias del
conjunto del capital concentrado internacional incluyendo su fracción local, a
costa precisamente de bajar el nivel
de vida de la mayoría de la
población, incluyendo poco a poco también a la clase media media y la clase media
alta, sectores de clase que todavía no han sentido todo el rigor del llamado “ajuste”, un eufemismo de saqueo.
La
batalla ideológica que hay que dar y ganar, y a la cuál hasta ahora la
oposición que está a favor del pueblo no la ha llevado a cabo en la medida
necesaria, implica lograr que la mayoría de la población tenga claro cómo
funciona realmente la sociedad, tarea que no es fácil ni realizable sin un gran
trabajo y debate que llevará una buena cantidad de tiempo. Por de pronto
tenemos que tener en cuenta los siguientes puntos:
—La
existencia material determina en gran medida la conciencia.
—A
medida que la situación material cambia tiende a cambiar la conciencia.
—Cambiemos
está creando pobreza y miseria de abajo hacia arriba. Primero los que ya estaban
en la miseria empeoran su situación, los pobres caen en la miseria, la clase
media baja va cayendo poco a poco en la pobreza, la clase media media y la
clase media alta van sufriendo cada vez más el deterioro de su situación
económica. Por eso la conciencia actual inexorablemente va a ir modificándose a
medida que más sectores sean afectados por el deterioro económico, social y
democrático. Es necesario tener en cuenta la película y no solamente la foto.
—El
discurso de Cambiemos hoy está engañando a mucha gente y posiblemente muchos de
ellos mañana se desengañarán y su adhesión actual probablemente se transforme en
un futuro cercano en un odio profundo.
—La
eficacia del discurso de Cambiemos igualmente no puede subestimarse, tiene un
grado elevado de influencia en una parte de la población. Se apoya en todos los
sentimientos negativos y retrógados que existen soterradamente en buena parte
de la sociedad, y en la represión con la que busca sumergir a la población en
el miedo y la resignación.
— Frente al monopolio cuasi absoluto de los medios de comunicación por la
derecha es casi imposible ganar la batalla cultural. No se puede hablar de ésta
como si fuera meramente un problema de lucha ideológica en igualdad de
condiciones, sino que hay que tener muy claro que es todo lo contrario, una
lucha desigual a causa de la influencia de los medios de comunicación de la
derecha, basado en la propiedad privada de éstos.
—Para la población
en general lo que sale en Clarin, La Nacion, TN, Canal 13, Radio Mitre, etc.,
es la noticia, son los datos de la realidad que informa
cotidianamente la prensa. No piensan que es una campaña política apoyada básicamente
en la mentira, la difamación, etc. Esto es muy difícil combatirlo.
—En la oposición,
tanto en el kirchnerismo, como en la izquierda, y en el resto de la clase media
progresista no se ha buscado suficientemente la forma de contrarrestar la desventaja
material sobre la que se asienta la lucha ideológica. Buscar la manera de vencer
la influencia de ese cuasimonopolio mediático es fundamental.
—La batalla
cultural de Cambiemos se apoya en la incentivación de los sentimientos más
retrógados de los miembros de la sociedad: individualismo, egoísmo, falta de
solidaridad, creer que cada uno sale adelante solamente con su propio esfuerzo,
la “meritocracia”, la tentación de echarle la culpa de toda la situación económica
a un chivo expiatorio, sin detenerse mucho a pensar, aunque es necesario tener
en cuenta que la verdadera información no es la más accesible, y que para
acceder a ella es necesario buscarla expresamente. Por otro lado a un gran
porcentaje de la población la situación económica y las condiciones de trabajo
y de vida le imposibilitan hacerlo.[2]
—No se debe perder
de vista que no existe una batalla ideológica en igualdad de condiciones, esto
se debe tener siempre presente en los análisis de la situación, en caso
contrario se cae en el error de creer que “la gente es así” con lo cual nos
colocamos en un callejón sin salida. Paulo Freire decía: “no somos así, estamos así”; nos colocan en el estado
actual en el que estamos.
—En la Rusia de
principios de siglo no pudo triunfar ni el nazismo (las centurias negras) ni el
resto de las ideologías burguesas porque el partido bolchevique ganó la batalla
ideológica. Esto se menciona poco y nada, pero es el pilar fundamental para el
triunfo de la Revolución Rusa, y la ausencia de una política como la
bolchevique fue la que permitió el triunfo del nazismo en Alemania y del
fascismo en Italia, ante la claudicación en toda la línea de los partidos de
izquierda, tanto la socialdemocracia como los stalinistas.
—Gran parte de la
clase media ha despertado a la vida política, asume como propio el mensaje del
kirchnerismo de crecimiento con inclusión social pero al ser este un movimiento
de clase media no podrá ganar a largo plazo la lucha ideológica, porque
fracasará en mayor o menor medida en su política de reformas, no las podrá
llevar a cabo en plenitud sobre la base del Estado capitalista. Sin la
intervención política de la clase obrera es imposible el triunfo.
—El capitalismo no
cierra, el plan de la derecha es incompatible con la “paz social”, es tal el
deterioro del nivel de vida que provocará cada vez más que solamente podrá
sobrevivir creando miedo y resignación en el conjunto del pueblo.
Si no se
tiene esto en cuenta se cae en la fantasía de que este gobierno puede llegar a cambiar de política solamente con
lograr reclamos masivos, aunque estas movilizaciones sean imprescindibles. El
capital concentrado internacional que es el que está realmente detrás del
gobierno de Macri, no está dispuesto a cambiar su política y realizará todos
los fraudes, represiones, amenazas, compra de funcionarios, y todo tipo de
acciones deleznables con tal de mantenerse en el gobierno, sea con Macri o con
otro.
—También
es erróneo decir, como se lo hace habitualmente, que tal o cual candidato ganó
legítimamente las elecciones por el voto popular. Si bien el kirchnerismo jugó
limpio en las elecciones, y no lo hace el macrismo, ninguna elección, aún en
las democracias burguesas más radicalizadas puede considerarse legítimamente
democrática.
—Para
que eso suceda todos los habitantes sin excepción deberían tener el mismo
acceso a la información, tendrían que poder visualizar la realidad tal cual es
y no caer en el engaño de la derecha, necesitarían tener los mismos medios
materiales para organizar su campaña electoral, contar con una justicia
realmente imparcial, debería existir un sistema de votación directa en el cual
todos los ciudadanos puedan elegir democráticamente a sus candidatos, habría
que elegir un gobierno realmente del pueblo, sin división de poderes entre el
ejecutivo y el parlamentario, cuyos integrantes fueran removibles y
reemplazables en cualquier momento, es necesario que sea un solo país y no
veinticuatro estados como es actualmente, reemplazándolos por autonomías
regionales voluntariamente centralizadas,[3]
debería ser un solo parlamento, no tiene que existir la cámara de senadores,
que siguiendo la constitución norteamericana está destinada a garantizar el
poder de la clase dominante de cada provincia-estado, sería necesario una
reforma constitucional, prácticamente una nueva constitución, basada en los
intereses del pueblo que vive de su trabajo y no en los de la clase dominante
como es primordialmente la constitución actual. Además de todo esto se deberían
dar muchas otras condiciones que sería largo de enumerar y difícil de
descubrir.
Si
hablar de elecciones verdaderamente democráticas es falso en cualquier
democracia burguesa, llamar así a las elecciones que ha ganado Cambiemos es más
falso todavía. Frente al fraude de las últimas elecciones a las PASO, resurge la
sospecha de que hubo fraude en las elecciones anteriores, tanto el ballotage
Scioli-Macri, como las elecciones en la ciudad de Buenos Aires, y en general en
todas las que intervino Cambiemos. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que hubo
una diferencia amplia pero no decisiva en las primarias a favor de Scioli, y
que si Cambiemos lograba realizar algunos fraudes parciales a lo largo del país
podría haber ganado como ganó en el ballotaje, por un punto y medio de
diferencia. Es muy posible que en las provincias de Córdoba y Jujuy, donde la
diferencia fue abrumadora, el fraude haya tenido que ver en alguna medida.
Pequeñas cantidades de fraude habrían sido suficientes.
—Por
todo esto decir que el éxito que está teniendo en buena medida Cambiemos en la
batalla cultural (ideológica) se basa solamente en la eficacia de su discurso
no responde a la realidad. Ha tenido una efectividad muy importante que no se
puede desconocer, pero basada en toda la serie de ventajas materiales que hemos
estado enumerando, y que es imperioso encontrar cómo contrarrestarlas.
—Un
movimiento de clase media, por más progresivo y bien intencionado que sea, no
le puede ganar la batalla cultural (ideológica) al capital concentrado
internacional dueño de todos los medios de comunicación, y de la mayoría de las
empresas del país, empezando por el campo, las exportadoras y los bancos.
Solamente la clase obrera tiene potencialmente fuerza para hacerlo, pero necesita
la existencia de un partido verdaderamente socialista, lo que no existe en la
Argentina ni en el mundo, y es muy improbable que llegue a existir en los
próximos años.
—Por
todo esto la batalla cultural, es decir la batalla ideológica, que es la
principal, la más importante, la decisiva, es muy difícil de ganar con la
actual relación de fuerzas política. El kirchnerismo por su característica de
clase media no podrá hacerlo, aunque puede dar la batalla por un tiempo.
Debería de transformarse e impulsar la lucha de clase del proletariado y el
conjunto del pueblo trabajador, es decir, debería metamorfosearse en un
verdadero partido socialista. Lo utópico de esta hipótesis es innecesario
demostrarlo. Esto no quiere decir que deje de ser imprescindible para todo
socialista la unidad de acción con todo el progresismo que cree en la
posibilidad el crecimiento con inclusión social en su plenitud, luchando juntos
para que este objetivo se cumpla al máximo posible. El único ejemplo en la
historia en el que un líder democrático burgués se trasformó en socialista fue
Fidel Castro, cuya política consistía en derrocar a Batista e instalar una
democracia burguesa que garantizara el bienestar del pueblo.[4]
Después de dos años de gobernar se convenció de la imposibilidad de hacerlo sin
expropiar al gran capital y asumió esa tarea.
—La
batalla “cultural” (ideológica) es imprescindible darla, pero no se puede pensar,
como lo hacen muchos, que depende solamente de una competencia, en “igualdad de
condiciones”, de la capacidad discursiva de la derecha, del progresismo y de la
izquierda cuando las bases materiales para hacerlo son sideralmente a favor de
la derecha.
—Todo el
progresismo no diferencia la democracia burguesa de una verdadera democracia, y
no se plantea lo realmente necesario que consiste en que todas las reformas y
radicalizaciones que se vayan realizando constituyan fundamentalmente pasos
hacia una verdadera revolución
democrática. Además afirma que estos cambios deben hacerse desde el Estado, que
es el Estado el que debe estar presente, el que garantiza el crecimiento con
inclusión social. Pero actúa como si ignorara que bajo el capitalismo todo
Estado es el aparato de dominación de la clase capitalista, en particular del
capital concentrado, y que los distintos gobiernos pueden tener un cierto grado
de autonomía política, pero en lo fundamental es el capital el que es dueño del
Estado, y sin desmantelar este aparato estatal y reemplazarlo por un Estado
realmente del pueblo es imposible lograr verdaderos cambios radicales a favor de
la población. La cuestión del Estado es decisiva, pero el progresismo la ve
simplemente como un cambio de gobierno a través de estas elecciones
restringidas y desparejas de la democracia burguesa mientras se mantiene el
mismo aparato de dominación estatal de la clase capitalista.
Sin
ganar la batalla ideológica es imposible que la lucha de la población que vive
de su trabajo logre un Estado verdaderamente democrático, porque no tendrá la
conciencia suficiente de la necesidad imperiosa de realizar las tareas que se
requieren para lograrlo.
Carlos
A. Larriera
27.8.2017
Artículos del autor en
Rebelión y wwwnudosgordianos.blogspot.com (sin punto entre www y nudos
gordianos)
[2]
Se
puede leer una excelente explicación de Florencia Saintout de cómo influye el
discurso mediático del macrismo sobre la población en Revista Contraeditorial,
sábado 19 de agosto de 2017, año 1, nro 1, entrevista
de Victor Hugo Morales a Florencia Saintout “Formo parte de una generación que
en los ’90 terminó creyendo que nada se podía hacer”.
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