Y
nosotros ¿qué hacemos?
Podemos acusar a la izquierda
actual, tanto a la argentina como la mundial, de no cumplir el rol político que
deberían cumplir. Podemos hacer algo similar con el kirchnerismo por sus
intentos de mejorar la vida del pueblo pero limitado a buscar realizarlo dentro
de la democracia burguesa, pero… ¿Nosotros qué hacemos?
Es evidente que así no se puede
vivir, que hay que cambiar sustancialmente el funcionamiento de la economía,
las instituciones, etc. Nosotros hacemos algunas cosas, como movilizarnos,
escribir, etc., pero como trasfondo debemos reconocer que hasta cierto punto
las iniciativas superadoras de la
actual situación provengan de otros,
los líderes, los grandes dirigentes. Como parte del pueblo esto es normal, pero
también implica evitar buscar nosotros las grandes estrategias que esperamos de
futuros dirigentes, y criticamos a los actuales por no ser todo lo que deberían
ser. Y esa reflexión es necesaria, imprescindible. Hay que preguntarse cuál es
el camino, cual es la estrategia correcta, y trabajar por su concreción, aunque
nuestro trabajo sea pequeño, pero tiene que estar destinado a desarrollar esa
estrategia, a concretarla en los hechos.
En este sentido hay un planteo
que es obligatorio para todos los que queremos cambios sustanciales en nuestras
condiciones de vida: ¿se puede lograr este objetivo dentro del capitalismo o es imprescindible expropiar al capital? Y en el caso de opinar por esto último ¿se
puede hacer gradualmente, con sucesivas reformas, o es imprescindible la
revolución social?
Sin respondernos nosotros mismos
estas preguntas no tenemos estrategia posible. Y por más que no seamos
individualmente grandes dirigentes tenemos que tener una respuesta para esas
preguntas. De lo contrario, hasta cierto punto y en cierto modo, estamos esperando que surjan grandes
dirigentes con propuestas, estrategias, casi mágicas, inéditas, novedosas, que
nos permitan cambiar la sociedad. Cualquier política que impulsen los futuros
grandes dirigentes tiene que partir de una respuesta a esa pregunta, no hay forma
de eludirla. Y nosotros como pueblo debemos tener un juicio crítico en ese
sentido, y no aceptar hermosas promesas que eludan esa respuesta.
Los verdaderos socialistas,
obviamente, sabemos que sin revolución social no es posible cambiar la
estructura profunda de la sociedad.
Una mirada a los problemas de
nuestro país nos ayudará a bajar a tierra estas reflexiones.
Hay estructuras económicas que
es imprescindible cambiar si pretendemos un funcionamiento de la economía,
aunque todavía sea capitalista, compatible con un mejor nivel de vida del
pueblo.
En primer lugar la gran
propiedad agraria. Tradicionalmente se ha hablado de la oligarquía
terrateniente, refiriéndose a los grandes propietarios de campos que vivían de
las divisas —hoy fundamentalmente dólares— de las exportaciones agropecuarias,
usufructuando el trabajo natural de la tierra por tener la propiedad privada de
la misma.
Hoy ha habido una evolución.
Estos terratenientes tienen hoy también industrias, bancos, empresas
financieras, grandes comercios, en sociedad con otros capitalistas,
especialmente con grandes capitales locales y extranjeros. La mayoría de las
grandes familias terratenientes siguen existiendo de esta manera. Sin reforma
agraria, sin reparto de la propiedad agraria en multitud de pequeños
propietarios o usufructuarios, no hay posibilidades de un desarrollo
capitalista “democrático” y “sustentable”.
Los grandes propietarios de
campos siempre quisieron que los gobiernos les dejaran las manos libres para
apropiarse del 100% de las divisas provenientes de sus exportaciones y con
ellas comprar en el exterior todo lo que necesitaran. Toda limitación a esta
libertad irrestricta los enfurecía y enfurece, consideran que el Estado se
apropia lo que es de su legítima propiedad.
No hay que olvidar que la gran
propiedad agraria viene de muy lejos, desde los conquistadores españoles en la
época colonial, pasando por los que especularon con la enfiteusis de Rivadavia,
y llegando a la “Conquista del desierto” por Roca, por encargo y financiamiento
de la Sociedad Rural de aquel entonces, cuyos principales miembros se
apropiaron de la mayoría de las tierras “conquistadas”.
Sin divisas —dólares— no se
puede comprar nada fuera del país, y ningún país puede crecer y desarrollarse
solamente con su producción local.
Si los grandes propietarios
agrarios quieren todas las divisas de sus exportaciones, sólo pueden vivir ellos,
excluyendo al resto de la población. En realidad un país para ellos solos es en
lo que siempre creyeron. Pero el crecimiento poblacional los colocó en una
situación insostenible sin promover gobiernos dictatoriales.
Pero no es solamente la gran
propiedad agraria el problema. El comercio exterior de los productos
agropecuarios lo manejan un puñado de empresas extranjeras asociadas con estos terratenientes.
Esto provoca todo tipo de distorsiones económicas que hacen inviable un
funcionamiento de la economía mínimamente “sustentable”.
Otro problema insoslayable es el
predominio de la gran banca privada, mayoritariamente extranjera, que es socia
de toda esta operativa de los grandes terratenientes y exportadores. Los bancos
son, entre otras cosas, autopista de la elusión y la fuga de divisas.
Es necesario, por lo tanto, la
estatización de los bancos. Aclaremos que si bien esto constituiría un gran
paso adelante, imprescindible, no soluciona el problema de la corrupción
permanente que generan los grandes capitales en el aparato estatal.
La reforma agraria, la
estatización del comercio exterior y los bancos son medidas imprescindibles,
pero muy difíciles de concretar dentro de los marcos institucionales de la
democracia burguesa. No hay forma de afirmar que su completa realización se pueda
llegar a lograr con esa limitación. En todo caso, lo que se pueda avanzar en
ese sentido requerirá sin lugar a dudas una gran lucha del pueblo, una
elevación de la conciencia muy profunda hacia la comprensión de estas
necesidades, y grandes movilizaciones populares; y, por supuesto, un gobierno
democrático burgués que tenga intenciones de realizar estas reformas radicales.
Volviendo al tema de la
introducción, si nosotros, como ciudadanos comunes, no tenemos conciencia de
estas necesidades, no podremos impulsar correctamente el surgimiento de
auténticos nuevos dirigentes, ni de evaluar si las propuestas estratégicas de éstos
constituyen el camino correcto.
Carlos A. Larriera
14.6.2016
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