Algunas
claves en el torbellino político actual
A casi dos
meses de asumir Macri el gobierno, se confirman todos los pronósticos negativos
acerca de su estrategia política.
Es
necesario comenzar por aclarar que no es la estrategia de Macri en particular,
sino la del capital concentrado internacional, cuyos representantes políticos,
entre ellos las internacionales de derecha, la están desarrollando a nivel
internacional.
Si
repasamos la política de la derecha internacional en cada uno de los países,
encabezada por el capital concentrado norteamericano, podemos ver algo así como
las distintas etapas de una misma estrategia adaptada a cada país en
particular. Medio Oriente, Ucrania, Venezuela, por sólo citar algunos, son
ejemplos claros.
No hay
que olvidar que la misma derecha, el mismo capital concentrado que impulsa el
genocidio en Medio Oriente, el gobierno nazi en Ucrania, los intentos de
destitución de Maduro, es la que le dicta la política a Macri. Desde esta
perspectiva no debería sorprendernos que a Macri no le tiemble el pulso para
avanzar a las formas represivas más extremas, a la dictadura más feroz, si bien
presentando las cosas de la manera lo más original posible, conservando algo de
las apariencias democráticas, pero sólo apariencias.
Los problemas
que se plantean, los temas a tratar, las incógnitas sobre las medidas concretas
y las formas que adoptarán, las tácticas que implementarán, son muchos y
requerirían gran cantidad artículos para abarcarlos. Es imposible prever todo.
En lo que sigue se tratan brevemente algunos de esos muchos temas que se van
presentando día a día.
Fuerzas de choque, fascismo y democracia burguesa
Algunas
acciones de este gobierno tienen características típicamente fascistas, por lo
que sería importante aclarar de qué se trató realmente el fascismo o el
nazismo, y si este gobierno puede seguir ese camino y profundizarlo.
Básicamente,
cuando el capitalismo, específicamente el capital cada vez más concentrado,
tiene necesidad económica de saquear[1]
un país, inevitablemente necesita recurrir a un grado de represión muy
avanzado. Pero no siempre puede recurrir para ello a una dictadura militar. Fundamentalmente
porque la política de saqueo inevitablemente afectará a la gran mayoría de la
población, y en esas condiciones una dictadura pura y simple no se podría
sostener mucho tiempo. Ya la simple “legitimación del voto” no alcanza. En esas
circunstancias, como pasó con el fascismo y el nazismo, la gran burguesía (el
capital concentrado) recurre a una táctica distinta a la dictadura militar
simple o al engaño electoral y mediático. Maneja la situación de manera de
enfrentar a la mitad del pueblo con la otra mitad, llega a niveles inusitados
de represión de esa manera. Esto lo explicó muy bien Trotsky en sus escritos
sobre el nazismo.[2]
Confundir las conciencias
Una
táctica que usarán seguramente será confundir las conciencias, empleando el
aparato mediático para distorsionar la lectura de la realidad por la población.
Sin esa confusión será imposible evitar el levantamiento general del pueblo.
Esa
estrategia confusionista ha sido uno de las herramientas fundamentales con las
cuales ganaron en el ballotage presidencial.[3]
La elevación de la conciencia es la lucha más importante
En
muchas notas se ha insistido en la importancia de la elevación de la conciencia
de todo el pueblo, en particular de la clase obrera.[4]
Si toda
la población comprende claramente lo que está sucediendo, inevitablemente se
rebelará masiva y democráticamente.
Toda la
lucha de este período radica centralmente en la profundización permanente de la
democracia y la elevación cada vez más completa de la conciencia.
¿Qué significa la elevación de la conciencia, concretamente?
Es
necesario que todo el pueblo conozca perfectamente cómo funciona la economía,
la democracia burguesa, qué intereses defiende cada partido político, que
orientación tiene la constitución nacional, etc., etc.
Una vez
llegado a un nivel de conciencia suficiente el paso a la acción es natural e
inevitable. Si se comprende plenamente la necesidad de cambiar, se cambia.
En algún
momento el pueblo tendrá que decidir si dentro del capitalismo, dentro de la
democracia burguesa, en su versión
más radicalizada, es realmente posible el bienestar pleno del pueblo, algo así
como el “crecimiento con inclusión social” kirchnerista, o si la única
alternativa es expropiar al gran capital y comenzar a construir el socialismo.
Tomar
esta decisión y llevarla a la práctica solamente se puede hacer en el curso de
una verdadera revolución democrática.
Los
mecanismos de la democracia actual, la democracia burguesa, no han sido
suficiente garantía para defender las conquistas sociales logradas en el
gobierno anterior.
La
necesidad de la profundización de la democracia ya revolotea en la mente de
muchos ciudadanos, pero qué y cómo profundizar todavía no está claro.
En el
fondo se está desarrollando un proceso social hacia la revolución democrática.
El
capital concentrado, por la inmensa escala alcanzada, no se puede conformar con
tolerar un determinado grado de bienestar como el logrado durante el gobierno
anterior, sino que necesita imperiosamente, por su propia naturaleza, destruir
todas las conquistas logradas y avanzar sin pausa sobre el nivel de vida, de
educación y de democracia del conjunto del pueblo.
La corrupción es inherente al capitalismo
El
capitalismo funciona en base a la corrupción. Las formas de corrupción son
muchas pero las origina la empresa
capitalista. Corrompe otras empresas, corrompe al gobierno. Es un mito que la
corrupción la generan el estado y los gobiernos. Las empresas capitalistas son
las que han originado y perpetúan la corrupción generalizada. Necesitan hacerlo
para ganar en la competencia, para evadir impuestos, para ganar licitaciones,
para obtener prioridad en la apropiación de materias primas, etc. Son pocos los
funcionarios estatales que resisten las presiones para corromperlos. Como en
tantas otras cosas el capital ha instalado la creencia de que es el estado el
que tiene el máximo poder, que son los gobiernos los que detectan ese poder
emanado del Estado, ocultando que el verdadero poder detrás de los gobiernos es
el gran capital, y que una de sus principales armas, imprescindible, es la
corrupción.
En
la conciencia de la población se instala que los corruptos, los que roban, son
los funcionarios, por propia iniciativa, guiados por su codicia, que eso es lo
que provoca todos los males económicos del país. El rol del gran capital ha
desaparecido para la conciencia colectiva. “El
mejor truco del diablo es hacerle creer al mundo que no existe”.[5]
Acusar
a un gobierno en particular de la corrupción del capitalismo en general, en
todas las épocas históricas, es confundir las conciencias, y ocultar el
verdadero rol del capital.
Libre mercado y desaparición del
Estado
Se
dice habitualmente que el llamado neoliberalismo está por la libertad de
mercado irrestricta y la desaparición del Estado. Lo primero es cierto. Lo segundo
hay que aclararlo. Lo que desaparece en el Estado es su funcionamiento a favor
del pueblo, pero el funcionamiento del Estado a favor del capital concentrado
no sólo no desaparece sino que ocupa prácticamente toda su actividad, no dejando ningún margen para ocuparse de
las necesidades del pueblo.
¿Ajuste o saqueo?
Hace mucho que se habla de “justes”.
Gran parte del progresismo y la izquierda, si bien
explican en mayor o menor medida el significado reaccionario que tiene en los
hechos el “ajuste”, no obstante emplean la palabra habitualmente, lo que de
alguna manera contribuye a instalar que es necesario un ajuste.
La palabra “ajuste” implica que algo está desajustado.
Que esté desajustado quiere decir que algo no funciona como debería funcionar.
Por ejemplo, ajustar el motor de un auto.
El término fue acuñado por la burguesía, y tiene larga
data. La eterna mitología conservadora de que el gasto público es excesivo, que
produce déficit fiscal, el cual no se puede soportar porque se financia con
emisión monetaria, y esta produce inflación, lo que distorsiona todo el
funcionamiento económico y, además, perjudica principalmente a los asalariados
que tienen un ingreso fijo.
La emisión monetaria por sí sola no produce inflación.
El déficit fiscal se soluciona cobrando más impuestos a los ricos, más
específicamente reduciendo en un pequeño porcentaje la evasión impositiva que
realizan. Que esto sea políticamente difícil de lograr es otra cuestión. Y la
inflación no es el principal problema para los asalariados. Más grave es la
desocupación y las condiciones de extrema explotación en el trabajo.
No hay un funcionamiento "normal" del
capitalismo. Siempre es desequilibrado. Pero en términos relativos el gobierno
saliente dejó la economía funcionando mucho mejor que ningún gobierno anterior.
Que por lo menos la mitad más uno de la población apoye al FPV contribuye a certificar
esto.
La gran burguesía bajo el gobierno macrista no está
realizando un ajuste inevitable debido a los "desajustes" del
gobierno kirchnerista. Lo que está haciendo es saqueando todo el país para
elevar la tasa de ganancia de los grandes conglomerados empresarios
internacionales que son sus mandantes. Por más perfecto que pudiera haber sido
el funcionamiento económico del gobierno anterior, la dimensión del saqueo
sería la misma, porque no responde a "desajustes" en la economía
local sino a crisis en la tasa de ganancia internacional consolidada de estos
grandes conglomerados empresarios internacionales.
¿Cuánto subsidian los estados a las grandes empresas?
Los subsidios del gobierno argentino a las
empresas de servicios públicos tal cual están funcionando hoy son esencialmente
para familias de bajos recursos o PyMes pequeñas.
Los representantes políticos de los
grandes conglomerados empresarios quieren reducirlos. Pero el objetivo es que
el gobierno los subsidie a ellos. Cuando se habla de subsidios esto último se
menciona poco.
Y se reclama constantemente la suba de
tarifas, alegando que están atrasadas, pero en ningún momento se ha conocido
una auditoría de costos a estas empresas que justifique ese aumento.
Hoy en día en el capitalismo
mundial (siempre fue así en alguna medida) los estados subsidian a las grandes
empresas. De distintas formas. Se puede afirmar que la tan difundida admiración
por la eficiencia de las grandes empresas es un mito si se considera que en
general todas viven de subsidios estatales. Si se eliminara todo subsidio
estatal a las grandes empresas sus balances estarían en rojo, y las empresas en
crisis.
¿Cuáles son estos subsidios? No
siempre reciben este nombre. Por ejemplo la estructura impositiva regresiva, es
decir a mayor ingreso de la empresa menor tasa de recaudación, es en sí mismo un subsidio.
Y también las obras de
infraestructura que benefician exclusiva o mayormente a grandes empresas son un
subsidio con otro nombre. Es cierto
que en el capitalismo las grandes obras de infraestructura cuya rentabilidad
tarda décadas en producirse y es en general una rentabilidad social no pueden
ser asumidas directamente por las empresas, dado que estas se manejan con una
rentabilidad más inmediata. Pero el gasto en infraestructura es estatal, sean
realizadas directamente por el estado o a través de empresas contratistas. El
que paga es el Estado. Con dinero de la recaudación impositiva, o sea dinero de
la ciudadanía. Pero como las grandes empresas evaden la mayor parte del
impuesto a las ganancias, ya de por sí con una tasa de recaudación baja,
regresiva, no son precisamente las que pagan con impuestos las obras de
infraestructura de las cuales se benefician y les permiten elevar sus ganancias.
Y hay subsidios directos, como
en el caso argentino los escandalosos subsidios a la minería.
Se puede incluir en esta lista
las estatizaciones de la deuda privada. Una reclamo que nunca ha sido realizado
por ningún sector político es que las empresas que se han beneficiado con las
estatización de su deuda privada paguen hoy en dólares el monto de esta
estatización, o sea que se revierta el proceso. No se debió estatizar su deuda,
que los empresarios beneficiados devuelvan lo que gastó el estado (el pueblo)
para estatizarlas y pagar esta deuda privada a los acreedores externos.
Ni hablar del dinero del pueblo
que estas empresas han usado al emplear los servicios bancarios para la fuga de
divisas.
La queja empresaria es la misma
de siempre, se dirige al gasto estatal que de una manera u otra beneficia al
pueblo trabajador, porque las grandes empresas quieren todos los subsidios
estatales para sí mismas.
Como siempre, más allá de la
explotación directa en los lugares de trabajo, se apropian del dinero del
pueblo por diversos mecanismos indirectos, en este caso los subsidios, pero se
ocupan muy bien de adjudicar ese empobrecimiento del pueblo a tal o cual
actitud del Estado. Los subsidios son indispensables para la supervivencia de
las grandes empresas.
La
política macrista no puede cambiar ni moderarse
La política macrista no puede
cambiar ni moderarse porque su patrón no la deja, las instrucciones del patrón
son precisas. Todos los gobiernos tienen patrones, en realidad siempre es el
mismo patrón, el capital concentrado. La excepción relativa son los gobiernos
Kirchner. El problema es que no pudieron ponerle el cascabel al capital
concentrado y también que cometieron muchos errores. Impulsaron y lograron
grandes conquistas sociales, pero dejaron sin mayores modificaciones la
estructura de poder del capital concentrado. Le dejaron la propiedad privada y
extranjerizada de la economía, la gran propiedad terrateniente, el oligopolio
privado del comercio exterior. Dejaron también la banca privada en su mayoría
concentrada y extranjerizada. Dejaron gran parte del poder judicial que viene
desde la dictadura militar.
Son los
empresarios los que producen desocupación pero le adjudican esa responsabilidad
a los gobiernos nacionales, con excepción, por ahora, del gobierno macrista.
Los empresarios siempre han generado la desocupación y al
mismo tiempo responsabilizado a los gobiernos nacionales por esa falta de
empleo.
Los empresarios deberían pagar sueldos que permitieran a
las familias de los asalariados vivir dignamente.
Pero no lo hacen. Los gobiernos populistas cubren parte
de esas obligaciones empresarias no cumplidas, por ejemplo, Asignación
Universal por Hijo (AUH), etc.
Los empresarios se quejan de que eso es un despilfarro,
un exceso de gasto público, que fomenta la vagancia, porque “los pobres se
conforman con los subsidios y no quieren trabajar”, etc.
Lo único que hace un gobierno populista[6]
en este caso es cubrir mal y
parcialmente lo que los empresarios están obligados a incluir en el salario.
Algo similar sucede con la desocupación.
Al apropiarse de los medios de producción (maquinaria,
tecnología, edificios, etc.) los empresarios impiden que el ciudadano común realice su propio trabajo y lo obligan a contratarse como asalariado.
Al despedir gente o no contratar en la medida suficiente,
los empresarios son los responsables de la desocupación. Ellos despiden gente y
generan la desocupación.
Al monopolizar los medios de producción adquieren, de
hecho, simultáneamente, la obligación
de garantizar trabajo para todos.
El discurso empresario invisibiliza su responsabilidad en
la desocupación, lo acusa al gobierno por esa situación, pero se opone al mismo
tiempo tanto a que el Estado tome empleo como a que otorgue subsidios que
cubran en parte la falta de trabajo.
En la Argentina gobernada por el macrismo, son los
grandes empresarios los que gobiernan directamente, el estado empresario, los
empresarios como clase y los empresarios individuales producen desocupación
para bajar el salario real, pero no se hacen ni se harán cargo de la misma.
Ahora no le pueden adjudicar la responsabilidad del desempleo al Estado porque
ellos son el Estado, le echan la culpa falsamente al gobierno anterior, pero
dentro de poco tiempo tampoco lo podrán hacer, porque no podrán culparlo
indefinidamente. Entonces inventarán todo tipo de ficciones para seguir eludiendo
su responsabilidad en el desempleo, al mismo tiempo que reprimirán, desanimarán
y aplastarán al pueblo, de todas las maneras posibles, como lo están haciendo
en todo el planeta.
¿Por qué hablar de un “torbellino”
político actual?
Hablamos de “torbellino político actual” por varias
razones. Hay una ofensiva feroz y vertiginosa del gobierno macrista contra el
empleo, el salario real, la ciencia y la tecnología, el acceso a la cultura,
etc., en el marco de una censura informativa cada vez más intensa y masiva.
Todo esto requiere respuestas defensivas urgentes por parte del pueblo. Pero
los dirigentes están casi ausentes, demoran en asumir un rol a nivel de lo que
está ocurriendo. Tampoco se sabe si finalmente asumirán ese rol, y si lo harán
en la medida suficiente como para frenar la ofensiva destructiva del gobierno
actual.
Uno de los problemas es que en el plan del gobierno
figura la desocupación masiva para bajar el salario real y consecuentemente
subir la tasa de ganancia de las empresas concentradas. Y a la desocupación
masiva no se la puede combatir eficazmente solamente con medidas
sindicales. Es en lo esencial parte de
una lucha política.
Los mecanismos institucionales de ésta democracia
burguesa no garantizan la justicia para los reclamos populares. El poder
judicial está mayoritariamente controlado por el capital concentrado
representado directamente en el gobierno macrista.
¿Cómo hace el pueblo para defenderse ahora que todo el
aparato estatal ha sido dejado por el kirchnerismo en manos del macrismo?
Porque el kirchnerismo no dio ninguna batalla importante para impedir el acceso
del macrismo al manejo del aparato estatal. Aceptó mansamente la formalidad de
las instituciones burguesas actuales. Endiosó las leyes electorales vigentes
como si fueran mecanismos inmanentes de la democracia en general.
¿Qué le queda por hacer al pueblo, entonces, para
derrotar la ofensiva macrista? Con dirigentes kirchneristas y no kirchneristas,
o con nuevos dirigentes surgidos de esta nueva lucha ¿qué puede hacer el pueblo
para derrotar al macrismo y pasar a la ofensiva?
La única respuesta posible es política.
Pero para esto se necesita una profunda elevación de la conciencia política del pueblo. Por eso
hablamos de “torbellino” político
actual. Una ofensiva vertiginosa del gobierno que exige a la población una reubicación política igualmente rápida.
El pueblo debe transitar con la velocidad suficiente, dada la situación, de un
apoyo a la política gubernamental del anterior gobierno a una profundización de
la democracia en la medida necesaria como para poder ejercer la voluntad del
pueblo frente a la prepotencia capitalista de este gobierno. Todo esto
constituye un torbellino, la ofensiva gubernamental sumada a la confusión
política del pueblo buscando abrirse paso en una dirección correcta.
Si la población no puede superar el marco restringido de
las actuales instituciones democrático-burguesas, tarde o temprano se sumergirá
en el desánimo y la derrota, el aplastamiento y finalmente la resignación de
vivir bajo la dictadura del capital concentrado.
Para superar el torbellino político actual no son
suficientes paros y movilizaciones contra la desocupación, por más que sean
necesarios. Es imprescindible la elevación de la conciencia política hasta la
comprensión de la imperiosa necesidad de un gobierno directo del pueblo, un
gobierno a través del cual el pueblo pueda ejercer diariamente su voluntad,
pudiendo remover en cualquier momento a los gobernantes si estos no cumplen
adecuadamente con el mandato popular.
Carlos A. Larriera
4.2.2016
[1] Por
saqueo entendemos un capitalismo concentrado totalmente desvinculado del
desarrollo económico de los distintos países en donde operan sus empresas. Si
bien siempre el capitalismo ha sido así, priorizando la ganancia individual de
cada empresa, en la época de la llamada libre competencia, donde había
competencia intercapitalista en cada uno de los mercados nacionales, estos
capitales planificaban su actividad teniendo en cuenta precisamente el mercado
nacional en donde actuaban y de alguna manera estaban interesados en su mejor
funcionamiento, el desarrollo de infraestructura, etc. El grado de
concentración era incipiente, y sus posibilidades de acceso al mercado
internacional era escasa y subsidiaria con respecto a su actividad económica
central. Hoy en día dominan el mundo conglomerados empresarios compuestos por
empresas que obtienen sus insumos industriales de todo el planeta, y venden su
producción asimismo en todo el mundo. Esa es su preocupación central. Se
proveen de toda la materia prima que necesitan por su escala de producción, sin
interesarle si queda algo para las empresas locales. Y venden toda su
producción quitándole el mercado de consumo a las empresas de cada país.
Obviamente, para esto utilizan todos los recursos imaginables, incluyendo la
violencia más extrema. No hay mercado para todos. Por eso cuando el capital
concentrado lograr gobernar directamente un país, como en el caso del gobierno
de Macri, inevitablemente cerrarán la mayoría de las PyMes, la desocupación
será masiva, la pobreza y la indigencia llegarán a niveles extremos. El
capitalismo funciona así en esta etapa del mundo.
[3] Esto
está explicado en detalle en el artículo del autor La derrota en el ballotage presidencial en perspectiva, publicado
en el blog wwwnudosgordianos.blogspot.com
(sin punto entre www y nudos gordianos), y en www.kaosenlared.net.
[4] Ver
artículos del autor en el blog wwwnudosgordianos.blogspot.com
(sin punto entre www y nudos gordianos), en www.rebelion.org
y en www.kaosenlared.net
.
[5] Frase pronunciada por el actor Kevin Spacey en la película
Los sospechosos de siempre, de Bryan
Singer.
[6] La diferencia
principal entre un gobierno populista y un gobierno popular es que el primero no es un gobierno directo de la inmensa
mayoría del pueblo, y el segundo sí. El primero es elegido con todas las restricciones,
mediaciones y deformaciones de la democracia burguesa y el segundo en forma
directa por la inmensa mayoría de la población, podemos decir el 80% o más. Los
dos toman medidas a favor del pueblo. El populista como reformas decididas
desde arriba. El popular por cambios que incluso pueden ser revolucionarios
surgidos de la iniciativa democrática popular. Por supuesto, hay populismos que
se acercan en mayor o menor medida a lo que sería un gobierno realmente
popular, como hasta cierto punto fueron los gobiernos kirchneristas.
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