¿Federalismo
o 24 Estados?
Es
importante tener claro el tema del federalismo porque el dominio absoluto del
capital concentrado que plantea el nuevo gobierno derivará en una utilización
de la actual división federal para sus propios intereses, y esto puede resultar
muy perjudicial para la integración democrática de todo el país. El riesgo es
mayor después de la Asamblea Constituyente
del ’94 que otorga a las provincias el dominio del subsuelo (petróleo, minería,
etc.) y la posibilidad de celebrar acuerdos internacionales.
El
progresismo en general reivindica el federalismo. También el kirchnerismo desde
el gobierno y desde el llano siempre lo hizo. Los sectores conservadores
provinciales también lo hacen.
Además gran
parte del revisionismo histórico reivindica el federalismo. Lo reivindica
remontándose al histórico enfrentamiento entre unitarios y federales, llegando
a nuestros días.
Esta
reivindicación tiene muchos contenidos implícitos. Entre otros, se plantea como
una defensa de los derechos de los pueblos del “interior” frente a la hegemonía
portuaria de Buenos Aires. Se da por demostrado que el federalismo es la forma
más democrática de constitución de la nación.
Pero ¿es
bueno el federalismo? ¿Qué es el federalismo? ¿Qué es el federalismo en los
hechos?
¿Es una
descentralización democrática del país, o son 24 estados diferentes? Las 24
provincias (contando la ciudad de Buenos Aires) son en gran medida 24 estados
diferentes, sobre todo después de la constitución de 1994.
La
constitución argentina se inspiró en la norteamericana, la cual se hizo
respetando los estados en que estaba dividido el país del norte en ese momento.
Y no sólo eso, se estableció la cámara de senadores con el expreso propósito de
otorgarle un poder especial a las clases económicas dominantes en cada estado.[1]
La figura de la cámara de senadores fue creada por miedo a que el pueblo
tuviera un acceso directo a las decisiones parlamentarias, para asegurarse que
estas decisiones parlamentarias respetaran en lo fundamental, los intereses de
los sectores económicos dominantes en cada estado.
En
Argentina la cámara de senadores cumple el mismo papel. ¿Qué sentido tiene que
haya dos cámaras? ¿Acaso no se define a los miembros de la cámara de diputados
como a los representantes del pueblo? Si es así ¿a quién representan los
senadores? Obviamente, no al pueblo, que ya está representado por los
diputados. Los senadores defienden los intereses económicos dominantes en cada
provincia. No olvidemos que hasta hace muy poco no eran elegidos por voto
directo.
Pero para
peor la constitución de 1994 le transfirió a las provincias “…el dominio
originario de los recursos naturales existentes en su territorio” (art. 124) y
además “… podrán también celebrar convenios internacionales en tanto no sean
incompatibles con la política exterior de la Nación…”.
Este
articulado abre las puertas para que cada provincia sea dueña de sus recursos
naturales y establezca acuerdos con naciones y capitales extranjeros. Para ser
un estado en todo el sentido de la palabra le falta tener moneda propia, pero
cada provincia es prácticamente un estado independiente. Esta situación abre
también la puerta para la balcanización del país. Una provincia que exporte el
producto de sus riquezas naturales, que se asocie con capitales extranjeros,
que acuerde en el mismo sentido con provincias vecinas, puede muy bien querer
separarse del resto del país. Como sucede con el sur del Brasil, el norte de
Italia, etc.
Todos los
gobiernos nacionales han tenido y tienen serias dificultades para gobernar el
país democráticamente debido justamente a la existencia de estos 24 estados
independientes en lo sustancial.
El tema de
la cárceles, por ejemplo, si el estado nacional sólo tiene jurisdicción sobre
las cárceles federales, que abarcan 9.600 presos, y las cárceles provinciales
sobre las que tienen jurisdicción los gobiernos provinciales abarcan el resto
los 50.400 presos restantes de los 60.000 que hay en el país, ¿cómo hace el
gobierno nacional para instrumentar un sistema carcelario que respete los
derechos humanos? Lo mismo sucede con la administración de justicia, con la
obra pública, con la política de inclusión social, la educación, etc., etc.
El
federalismo entendido como gobiernos estatales con sus propios poderes
legislativos, ejecutivos y judiciales, con el agregado de disponer de los
recursos naturales, etc., no es un aumento de la democracia de los pueblos,
sino todo lo contrario. Que el poder económico de Buenos Aires haya siempre
gobernado para sí mismo en detrimento de los pueblos provinciales no se
contrarresta con ese tipo de federalismo.
Y todo
federalismo implica en mayor o menor medida la construcción de estados independientes.
No es el federalismo la forma adecuada a través de la cual el pueblo de un país
puede gobernarse a sí mismo democráticamente.
Además las
provincias argentinas son divisiones artificiales del territorio, como es
artificial la división actual de América Latina en los distintos países que la
componen.
Lo que
deberían existir son autonomías regionales. Y estas regiones deberían respetar,
las características de la población, la naturaleza de los recursos naturales,
la posibilidades regionales de crecimiento económico, etc.
Pero las
autonomías regionales no pueden ser tampoco una sumatoria anárquica. Los pueblos de la regiones deben decidir en la
forma más directa y democrática posible sobre qué es lo que necesitan, cómo
lograrlo, etc. Pero al mismo tiempo, al tomar estas determinaciones, los
pueblos de las regiones deben hacerse
cargo de que sus intereses particulares deben armonizarse y coordinarse con
los intereses de los pueblos del resto de las regiones del país. Y entre todas
las regiones deben confluir en una administración centralizada que pueda
aplicar, en forma ejecutiva, los mismos lineamientos básicos a todo el país.
Para que
este tipo de descentralización-centralización funcione eficazmente, es
imprescindible subrayar que los pueblos de cada región deben hacerse cargo que son parte del mismo país, y velar desde cada región, no solamente por sus
intereses particulares, sino por los intereses del pueblo de todo el
país.
Va de suyo
que cualquiera sea la forma democrática más adecuada para la consecución de
estos fines, ésta no puede ser nunca la forma actual de que cada provincia
tenga una constitución y un poder legislativo, judicial y ejecutivo propios.
Y también
es obvio que los pueblos de cada región deben tener claro que los recursos
naturales de cada región son al mismo tiempo recursos naturales de todos los
habitantes del país.
Carlos A.
Larriera
08.01.2016
[1] H.
Carey Hockett y A. Meier Schlesinger Evolución
política y social de los Estados Unidos, 2 tomos, Editorial Kraft, Buenos
Aires, 1954, y Charles A. Beard, Una interpretación
económica de la
Constitución de los Estados Unidos, Ediciones Arayú,
Buenos Aires, 1953.
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