viernes, 8 de enero de 2016

¿Federalismo o 24 Estados?



¿Federalismo o 24 Estados?



Es importante tener claro el tema del federalismo porque el dominio absoluto del capital concentrado que plantea el nuevo gobierno derivará en una utilización de la actual división federal para sus propios intereses, y esto puede resultar muy perjudicial para la integración democrática de todo el país. El riesgo es mayor después de la Asamblea Constituyente del ’94 que otorga a las provincias el dominio del subsuelo (petróleo, minería, etc.) y la posibilidad de celebrar acuerdos internacionales.

El progresismo en general reivindica el federalismo. También el kirchnerismo desde el gobierno y desde el llano siempre lo hizo. Los sectores conservadores provinciales también lo hacen.  

Además gran parte del revisionismo histórico reivindica el federalismo. Lo reivindica remontándose al histórico enfrentamiento entre unitarios y federales, llegando a nuestros días.

Esta reivindicación tiene muchos contenidos implícitos. Entre otros, se plantea como una defensa de los derechos de los pueblos del “interior” frente a la hegemonía portuaria de Buenos Aires. Se da por demostrado que el federalismo es la forma más democrática de constitución de la nación.

Pero ¿es bueno el federalismo? ¿Qué es el federalismo? ¿Qué es el federalismo en los hechos?

¿Es una descentralización democrática del país, o son 24 estados diferentes? Las 24 provincias (contando la ciudad de Buenos Aires) son en gran medida 24 estados diferentes, sobre todo después de la constitución de 1994.

La constitución argentina se inspiró en la norteamericana, la cual se hizo respetando los estados en que estaba dividido el país del norte en ese momento. Y no sólo eso, se estableció la cámara de senadores con el expreso propósito de otorgarle un poder especial a las clases económicas dominantes en cada estado.[1] La figura de la cámara de senadores fue creada por miedo a que el pueblo tuviera un acceso directo a las decisiones parlamentarias, para asegurarse que estas decisiones parlamentarias respetaran en lo fundamental, los intereses de los sectores económicos dominantes en cada estado.

En Argentina la cámara de senadores cumple el mismo papel. ¿Qué sentido tiene que haya dos cámaras? ¿Acaso no se define a los miembros de la cámara de diputados como a los representantes del pueblo? Si es así ¿a quién representan los senadores? Obviamente, no al pueblo, que ya está representado por los diputados. Los senadores defienden los intereses económicos dominantes en cada provincia. No olvidemos que hasta hace muy poco no eran elegidos por voto directo.

Pero para peor la constitución de 1994 le transfirió a las provincias “…el dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio” (art. 124) y además “… podrán también celebrar convenios internacionales en tanto no sean incompatibles con la política exterior de la Nación…”.

Este articulado abre las puertas para que cada provincia sea dueña de sus recursos naturales y establezca acuerdos con naciones y capitales extranjeros. Para ser un estado en todo el sentido de la palabra le falta tener moneda propia, pero cada provincia es prácticamente un estado independiente. Esta situación abre también la puerta para la balcanización del país. Una provincia que exporte el producto de sus riquezas naturales, que se asocie con capitales extranjeros, que acuerde en el mismo sentido con provincias vecinas, puede muy bien querer separarse del resto del país. Como sucede con el sur del Brasil, el norte de Italia, etc.

Todos los gobiernos nacionales han tenido y tienen serias dificultades para gobernar el país democráticamente debido justamente a la existencia de estos 24 estados independientes en lo sustancial.

El tema de la cárceles, por ejemplo, si el estado nacional sólo tiene jurisdicción sobre las cárceles federales, que abarcan 9.600 presos, y las cárceles provinciales sobre las que tienen jurisdicción los gobiernos provinciales abarcan el resto los 50.400 presos restantes de los 60.000 que hay en el país, ¿cómo hace el gobierno nacional para instrumentar un sistema carcelario que respete los derechos humanos? Lo mismo sucede con la administración de justicia, con la obra pública, con la política de inclusión social, la educación, etc., etc.

El federalismo entendido como gobiernos estatales con sus propios poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, con el agregado de disponer de los recursos naturales, etc., no es un aumento de la democracia de los pueblos, sino todo lo contrario. Que el poder económico de Buenos Aires haya siempre gobernado para sí mismo en detrimento de los pueblos provinciales no se contrarresta con ese tipo de federalismo.

Y todo federalismo implica en mayor o menor medida la construcción de estados independientes. No es el federalismo la forma adecuada a través de la cual el pueblo de un país puede gobernarse a sí mismo democráticamente.

Además las provincias argentinas son divisiones artificiales del territorio, como es artificial la división actual de América Latina en los distintos países que la componen.

Lo que deberían existir son autonomías regionales. Y estas regiones deberían respetar, las características de la población, la naturaleza de los recursos naturales, la posibilidades regionales de crecimiento económico, etc.

Pero las autonomías regionales no pueden ser tampoco una sumatoria anárquica.  Los pueblos de la regiones deben decidir en la forma más directa y democrática posible sobre qué es lo que necesitan, cómo lograrlo, etc. Pero al mismo tiempo, al tomar estas determinaciones, los pueblos de las regiones deben hacerse cargo de que sus intereses particulares deben armonizarse y coordinarse con los intereses de los pueblos del resto de las regiones del país. Y entre todas las regiones deben confluir en una administración centralizada que pueda aplicar, en forma ejecutiva, los mismos lineamientos básicos a todo el país.

Para que este tipo de descentralización-centralización funcione eficazmente, es imprescindible subrayar que los pueblos de cada región deben hacerse cargo que son parte del mismo país, y velar desde cada región, no solamente por sus intereses particulares,  sino por los intereses del pueblo de todo el país.

Va de suyo que cualquiera sea la forma democrática más adecuada para la consecución de estos fines, ésta no puede ser nunca la forma actual de que cada provincia tenga una constitución y un poder legislativo, judicial y ejecutivo propios.

Y también es obvio que los pueblos de cada región deben tener claro que los recursos naturales de cada región son al mismo tiempo recursos naturales de todos los habitantes del país.

Carlos A. Larriera

08.01.2016




[1] H. Carey Hockett y A. Meier Schlesinger Evolución política y social de los Estados Unidos, 2 tomos, Editorial Kraft, Buenos Aires, 1954, y  Charles A. Beard, Una interpretación económica de la Constitución de los Estados Unidos, Ediciones Arayú, Buenos Aires, 1953.

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