Baja
de sueldos y jubilaciones, ajuste fiscal, impuesto a los ricos y plusvalía
No tiene
el más mínimo sentido decir que la única manera de conseguir un ajuste fiscal,
es decir, reducir el déficit al mínimo, o directamente lograr un superávit,
sólo se puede realizar bajando los sueldos y jubilaciones.
También
se dice que el gasto social abarca una buena parte del presupuesto.
Pero el
presupuesto se basa en ingresos y gastos. Si los ingresos son escasos cualquier
presupuesto, por mínimo que sea, tiende a ser deficitario.
Ahora
bien, los ingresos provienen de los impuestos. Con las inmensas ganancias que
tienen las grandes empresas financieras, agropecuarias, comerciales,
industriales y exportadoras, mayormente extranjeras radicadas en el país, un
mínimo porcentaje sobre esos ingresos significaría que el presupuesto tendría
una base financiera muy grande que sería más que suficiente para sostener
cómodamente todos los gastos del estado, incluido el gasto social.
Por todo
esto, decir que la única manera de reducir el déficit fiscal es bajar los
ingresos de asalariados y jubilados es una tomadura de pelo, algo que no tiene
el más mínimo fundamento, si se lo presenta como la naturaleza de las cosas,
como una ley de la naturaleza, como algo natural e inevitable.
Se puede
evitar fácilmente el déficit fiscal cobrándole un poquito más de impuestos a las
grandes fortunas. Con pagar sólo un mínimo porcentaje de los 400.000 millones
de dólares que tienen en el exterior el Estado tendría ingresos de sobra para
cubrir un generoso presupuesto, tanto para infraestructura, educación,
construcción de viviendas, etc., como para jubilaciones, AUH y otros gastos
sociales.
Ahora
bien, existe una explicación científica de esa voracidad del gran capital por
absorber ingresos de todos lados. La rebaja de sueldos y jubilaciones aumenta
sus ingresos. Y el capital siempre ha implementado medidas de redistribución
del ingreso regresivas, para que lo que paga en salarios vuelva en gran medida
a su bolsillo, por ejemplo cobrarle más impuesto a los pobres, como es el caso
del IVA. Este ingreso va al Estado, y del Estado los empresarios se encargan que
vaya a sus bolsillos, vía subsidios de una variada naturaleza, como lo es
también bajarle el impuesto a los ricos, por ejemplo el caso de las
retenciones.
Todo el
dinero genuino que existe es la forma monetaria del valor del trabajo ocupado
en la producción, lo que producen los obreros en las fábricas, del tipo que
sean, los que fabrican la producción material. Parte se divide en salarios y parte
en plusvalía, plusvalor.
Las
cosas tienen un valor de cambio,
Al
obrero no se le paga todo el valor del trabajo que produce, sino sólo lo
necesario para su subsistencia. Esta sería la definición del salario. Aunque en
la práctica los empresarios hacen lo posible para pagarles mucho menos, por la
sencilla razón de que de esa manera les queda una porción mayor del valor del
trabajo producido por los obreros, es decir de la plusvalía. Este
valor del trabajo en la producción de bienes materiales es la única producción
de valor que existe en la sociedad capitalista. Y el dinero genuino es el
representante de este valor. Y la parte del plusvalor de este valor-dinero es
repartido entre todos los capitalistas, financieros, comerciales, etc.[i]
La
mercancía tiene dos valores: valor de cambio y valor de uso. El primero es el
tiempo de trabajo socialmente necesario para fabricar una mercancía.
El
segundo es el valor de uso, la utilidad que tienen las cosas: para qué sirven,
para qué se usan.
La
mercancía tiene esos dos valores, y no tiene nada que ver el uno con el otro.
Un producto puede tener una gran utilidad pero ningún valor de cambio, porque
no ha llevado trabajo humano producirlo. Como por ejemplo el aire (por ahora al
menos).
A la
población le interesa el valor de uso. Al capitalismo el valor de cambio; el
valor de uso es sólo el medio necesario para apoderarse de ese valor de cambio,
porque nadie paga por algo que no le sirve para nada.
La
existencia de estos dos valores de la mercancía han sido ocultados a la
población en general durante estos tres siglos de capitalismo. Aunque a su
comprensión podría accederse desde la escuela primaria, habitualmente no se
enseña en las escuelas o colegios.
Sin
estos dos conceptos la población está en gran medida incapacitada para comprender
cómo funciona el capitalismo. Normalmente se los confunde. Se piensa, por
ejemplo, que al capital le interesa el valor de uso de las mercancías de la
misma manera que a la población en general. Pero no es así, a la gente del
común le interesa el valor de uso, y el valor de uso en el capitalismo es sólo
una condición necesaria para obtener el valor de cambio, al capitalismo le
interesa el valor de cambio, el valor de uso es un requisito para vender sus
mercancías, pero no le interesa en sí mismo.
El trabajo
humano produce valor. De todo ese valor producido por los obreros, el
capitalismo le reconoce a los mismos lo mínimo posible, el ingreso suficiente
para permitir su existencia y reproducción, esa es la definición de salario. Y
se apropia de la mayor parte del valor producido por los obreros, la llamada
plusvalía o plusvalor. El valor total producido por el trabajo humano funciona
en el mercado como valor de cambio. De esa manera el capitalista se apropia de
la totalidad del valor producido en su forma dineraria. Y de esa totalidad usa
una parte para pagar salarios y la otra se la
queda.
El capitalismo
funciona con la finalidad exclusiva de apropiación de plusvalor. No le interesan
las utilidades de la producción material más que por su contenido de plusvalor.
Su existencia depende de la apropiación de plusvalor. Es un vampiro de
plusvalor. Si no se apropia de él deja de funcionar como capitalista.
La masa
total de ganancia de los capitalistas es igual a la masa total de plusvalor
producido. El capitalista invierte un determinado monto de capital para
apropiarse de un porcentaje de él como plusvalor, esa es su tasa de ganancia,
de rentabilidad. Invierte 100 y quiere retirar, p. ej., 110.
Hoy el
capital concentrado y centralizado internacional, que es el que realmente
gobierna el mundo, el verdadero poder mundial, tiene un tamaño de capital
descomunal. Para obtener una tasa de ganancia de la inversión de capital
necesita cifras siderales de plusvalor, representados en su forma dineraria. Necesita
de casi todo o todo el plusvalor producido en el mundo por eso avanza sobre los
ingresos de los habitantes de todos los países del mundo, incluyendo el de
otros capitalistas con menor poder.
Esta es
la explicación científica, la lógica del capital en su etapa de máxima concentración
mundial. La necesidad de apropiarse de cantidades siderales de plusvalor.
Como la
totalidad del nuevo valor producido se compone de salarios y plusvalor,
necesita bajar los salarios para apropiarse de más plusvalor. Y reingresar a
sus bolsillos toda la parte de la totalidad el valor producido que se ha
consumido como gasto estatal, rebajando de forma indirecta también el salario,
la jubilación y el resto del gasto social. Poda gastos allí donde puede, sin
importarle si la gente se perjudica en más o en menos, incluso si se muere o
no, como en el caso de la reducción de beneficios en el PAMI.
Esta es
la explicación científica del funcionamiento actual del capitalismo. No es un
capricho de Cambiemos, es una necesidad real. Pero no una necesidad proveniente
de una ley natural, sino la necesidad del gran capital concentrado.
Es una
locura, una contradicción insalvable, que el capitalismo siga “obstinado” en
apropiarse de valor trabajo, valor de cambio, cuando cada vez más en todo el
planeta la producción se basa mucho más en el trabajo de máquinas que de
humanos. Lo que puede haber tenido de progresivo el capitalismo en los primeros
siglos, al aumentar exponencialmente la capacidad productiva en base al
progreso tecnológico, hoy se vuelve cada vez más destructivo. Pero el
capitalismo se basa en la apropiación de trabajo humano, y toda otra lógica le
es ajena.
O sea
que hay dos lógicas, la que se refiere al mejoramiento del nivel de vida del
conjunto de la población, al llamado, por ejemplo, crecimiento con inclusión
social, y la que se refiere a la necesidad del gran capital.
Estas
dos lógicas chocan, son incompatibles, gana una o la otra. Para que el capital
se apropie de más valor trabajo el pueblo tiene que percibir menos ingresos. La
mercancía tiene dos valores, el valor trabajo y el valor de uso. Al pueblo le
interesa el valor de uso, la utilidad de las cosas, comer, vestirse, tener una
vivienda, gozar de unas vacaciones, educarse, viajar, etc. A los capitalistas
no les interesa el valor de uso, más que como medio de apropiarse de valor
trabajo, valor de cambio.
Sucede
que al comienzo del capitalismo lo usual era la manufactura: fábricas con un
90% de mano de obra y un 10% de maquinaria. O sea que el 90 % del valor de la
producción era producción de nuevo valor. Hoy esto se ha invertido, 1% de
trabajo humano y 99% de producción en base a la tecnología. Eso hace que sea
mínimo el valor que el capitalista puede apropiarse de la propia producción de
su fábrica, dado el bajísimo porcentaje que en la producción corresponde a nuevo
trabajo humano. Por eso necesita saquear el mundo.
El
resultado es condenar a toda la población mundial a un deterioro del nivel de
vida descomunal sin que se estabilice en ningún punto, cada vez bajando más y
más, se degrada la condición humana, crece la miseria, etc.
Este es
el resultado inevitable de la lógica actual del capital. Pero es lógico sólo
para el capital. Para el pueblo es lo más ilógico que pueda haber. La población
quiere y necesita que haya cada vez más trabajo, que se produzca más, que haya
para todos, que se incremente permanentemente el bienestar general.
El
capital necesita apropiarse de valor trabajo, el pueblo de valor de uso, de las
cosas por su utilidad. Si no rigiera el capitalismo el hecho de que la mayor
parte de la producción se realice a máquina, en una revolución tecnológica en
aceleración exponencial, sería una bendición para el pueblo. Pero bajo el
capitalismo en la actualidad esto se vuelve en contra del bienestar general, aunque
igual signifique un beneficio que cada vez se produzca mayor variedad de
productos a un costo menor. Eso permitiría un mayor consumo general, lo
permite, a condición de que no se rebajen los ingresos de los trabajadores,
activos y pasivos (jubilados). Pero la baratura creciente de los productos
produce un engaño al pueblo, se cree que es una demostración de que el
capitalismo funciona bien en beneficio del pueblo. Pero tiene la contradicción
que la baratura se debe al perfeccionamiento de la tecnología, y ésta reduce
permanentemente el empleo.
Un
régimen, aunque no sea muy democrático, pero que garantice un nivel mínimo de
vida a la población tiene por esa razón en cierto sentido algún grado de
legitimidad. La tendencia del actual régimen de gobierno, no sólo el local,
sino de todos los gobiernos mundiales, es perder todo tipo de legitimidad.
El gran capital no se detendrá en su saqueo
mundial, la perspectiva es el deterioro progresivo, la degradación extrema de
la humanidad.
La única
forma de evitarlo es la lucha de todo el pueblo, con la clase obrera cumpliendo
un rol dirigente por su consecuencia en la lucha, por su fortaleza, por su
capacidad de llevar la lucha hasta el fin.
La
necesidad objetiva de la situación mundial, no sólo local, es una verdadera
revolución democrática, pero los dirigentes sindicales y políticos que
defienden los intereses del pueblo y se oponen a la actual política
gubernamental, no plantean esta necesidad, no la difunden, no la explican, no
promueven su concreción. Todo depende entonces del espontaneísmo del pueblo,
que no garantiza por sí sólo el logro de una verdadera revolución democrática.
Carlos
A. Larriera
11.12.2017
[i]
El valor de una mercancía se compone
de valor trabajo “viejo” y nuevo. El viejo, trabajo muerto, es el contenido en los
insumos, en las materias primas y materiales de construcción utilizados para
fabricar el producto. En realidad el valor producido por el trabajo nuevo de
los obreros se reparte de distinta manera al constituir el valor total de la
mercancía. Por un lado traslada el valor trabajo contenido en los insumos de
producción al nuevo producto, como por ejemplo el contenido del valor trabajo de
la harina pasa a formar parte del valor del pan, o el de los ladrillos a un edificio que se está
construyendo; además paga su propia fuerza de trabajo y finalmente el resto del
valor producido, el plusvalor, es apropiado por el capitalista. El dinero es el
representante genuino de todo el
valor contenido en la mercancía. Pero el único que produce nuevo valor es el trabajo nuevo. Y sin nuevo valor no habría
plusvalía ni por lo tanto ganancia empresaria. Esto es lo que interesa aquí,
por eso para facilitar la comprensión de la exposición se omiten estas precisiones
en el texto. Esta omisión no cambia el sentido fundamental del artículo.
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