En
el diario digital La Izquierda Diario
del 25.9.14 se agrupan bajo el título ¿Adónde
va la economía argentina? cuatro artículos de economistas de izquierda, una
buena oportunidad para analizar sus visiones sobre la coyuntura económica. Por
ejemplo, en el artículo El Blue
(s) del fin de ciclo, Esteban Mercatante (E.M.) dice:
“La devaluación de enero alimentó un
salto en la inflación que tuvo a los alimentos y otros bienes básicos entre los
componentes más afectados. Los tarifazos
en transporte, gas, agua y naftas hicieron otro tanto para alentar la
inflación”, (resaltado nuestro)
Es interesante
esta forma de expresarse, en la cual los sujetos actuantes son “devaluación”,
“tarifazos”. O sea que la devaluación, no los oligopolios,
impulsaron la inflación. Los tarifazos, no las empresas de transporte, gas,
agua y las petroleras impulsaron la inflación. Una forma indirecta de decir: el
gobierno impulsó la inflación. Esto tiene un punto de contacto con lo que dice la
derecha, que es lo mismo que decir el capital concentrado, instala la idea de
que todos los problemas económicos provienen de acciones del gobierno. De esta
manera quedan, de hecho, exculpados los oligopolios.
Si el gobierno
podía o no evitar la devaluación, o los tarifazos, es tema de discusión, pero
fueron los oligopolios, el capital concentrado los que trabajaron para obligar
al gobierno a hacerlo. Se puede acusar al gobierno de debilidad frente al
capital concentrado, pero la devaluación y los tarifazos son fundamentalmente
la política del capital concentrado. Y esto es lo principal que hay que
explicarle al pueblo.
Luego habla de
que “Entre comienzos de año y la
actualidad, trastabilló la estrategia que el gobierno se había dado para salir
de la encerrona que se viene agravando desde 2012 para la economía argentina a
causa de la escasez de dólares. “Escasez” que no es otra cosa que resultado de
un gran desfalco.” “… deuda pública:
190 mil millones de dólares… fuga de capitales que se acerca a otros 100 mil
millones en la última década… a las remesas de utilidades de las corporaciones
al exterior que fueron récord, al descalabro energético y al fracaso de la
publicitada reindustrialización, que se ver de forma patente en la industria
automotriz que muchos más dólares de importaciones requiere cuanto más
produce.”
“Gran desfalco”. La política declarada por el
gobierno ha sido saldar las deudas externas para tener más libertad para
impulsar el crecimiento con inclusión social. Los 190 mil millones pagados en
la década kirchnerista representan menos de la mitad del actual PBI. Las deudas
externas son, al menos en su mayor parte, un robo al pueblo. Pero que un
gobierno capitalista gobierne con cierta independencia del capital concentrado
y al mismo tiempo no pague nada de la deuda externa es una tarea muy difícil,
tan difícil que inclusive durante la construcción del socialismo no es seguro
que se pueda evitar en su totalidad. El crecimiento con inclusión social es un
dato indiscutible de la realidad, cualquiera sea la fuente de información a la
que se recurra. Podría ser mayor, indudablemente, pero ha habido un crecimiento
considerable. Ese gran desfalco es básicamente ejercido por el capital
concentrado, y el gobierno en todo caso, no pudo evitarlo, no lo consideró la
mejor estrategia, o fue cómplice, pero nuevamente el principal actor es el
capital concentrado y no el gobierno. Y en todo caso para no pagar la deuda
externa, aunque más no fuera en una proporción considerable, se necesita una
elevación de la conciencia popular que está lejos de existir, y que nadie
impulsa adecuadamente, el FIT y la izquierda en general tampoco. Y dentro de la
confusión del discurso populista, democrático burgués del kirchnerismo, en
realidad el gobierno es el que más claridad ha aportado sobre este problema.
Nunca el tema de la deuda externa estuvo tan expuesto a la opinión pública.
Nunca ningún gobierno detalló como éste los mecanismos concretos a través de
los cuales el capital concentrado chantajea con la deuda externa. Y con el tema
de los fondos buitres las explicaciones del gobierno han sido extremadamente
útiles para elevar la conciencia popular. El FIT y la izquierda en general sólo
han confundido más al reivindicar simplemente “No al pago de la deuda externa”, como si fuera una tarea que
dependiera solamente de la buena voluntad del gobierno.
Pero lo que
interesa con referencia al comentario de E. M. es que los 190.000 millones
pagados no son la causa principal de
la escasez de dólares. E.M.; dice : ““Escasez”
que no es otra cosa que resultado de un gran desfalco. Por empezar por la deuda
pública: 190 mil millones de dólares suman los pagos que el gobierno reivindica
haber realizado desde 2006…” Aún pagando esa cifra el gobierno podría tener
suficientes dólares si no existieran los pagos por combustibles, la reticencia
de los exportadores a liquidar sus exportaciones, la fuga de divisas, las
remesas de utilidades de las empresas extranjeras, el adelanto de importaciones
por el temor a una devaluación, temor fogoneado por el capital concentrado a
través de su dominio cuasi absoluto de los medios de comunicación y el impulso
al alza del dólar blue, que nunca podría subir tanto con el chiquitaje, entre
otros factores.
E.M. acusa al
gobierno por la fuga de divisas. No es el gobierno el que fuga divisas, sino el
capital concentrado. No está dentro de la estrategia del gobierno permitir la
fuga de divisas. Se puede acusar al gobierno de no impedir esa fuga, pero no
hay que olvidar que impedir en forma absoluta la fuga es una tarea poco menos
que imposible bajo el capitalismo.
El gobierno
podría solucionar en buena medida todos estos problemas si nacionalizara el
comercio exterior y los bancos. Pero esto generaría una resistencia mil veces
mayor que la efectuada por las retenciones al campo y sería dudoso que el
gobierno pudiera sobrevivir en esas circunstancias. Y el FIT y la izquierda en
general, no hacen nada para que el pueblo tome conciencia práctica de la
necesidad de nacionalizar el comercio exterior y la banca.
Todo se reduce
hasta aquí en el texto de E.M. a adjudicarle al gobierno la política del
capital concentrado. No denuncia al capital concentrado, y coloca en su lugar
al gobierno. Es lo que hace la derecha cuando dice que la inflación es por la
emisión monetaria, buscando ocultar la suba arbitraria de los precios por los
oligopolios, discurso que es tan viejo como los oligopolios mismos, y no sólo
en la Argentina sino en todo el mundo.
Distinto sería
si E.M. denunciara al capital concentrado. Desde esa posición podría y debería
criticar al gobierno por todas sus debilidades para enfrentarlo, sus
complicidades, etc. Pero al colocar al gobierno como el autor original de todos
los males, de hecho desaparece la responsabilidad del capital concentrado.
E.M. podría
responder diciendo que critica al capital concentrado denunciando al gobierno
como su gestor político. Si fuera así sería inexplicable toda la ofensiva
destituyente que ha sufrido este gobierno desde por lo menos el editorial de
Claudio Escribano en La Nación diciéndole a Néstor Kirchner a favor de quién
tenía que gobernar.
E.M. podría aducir
la no existencia de la ofensiva destituyente, como hace el FIT y la izquierda
en general reduciendo todo a “una lucha intercapitalista”, excusándose de
definir los términos concretos a esa lucha anticapitalista.
Pero si negara
la ofensiva destituyente contra toda la evidencia disponible, estaría
desconociendo la realidad.
Después E.M.
habla del descalabro energético. En realidad el saqueo de las reservas de combustibles
por parte de Repsol, y permitido por el gobierno, condenó al país a importarlos,
una de los principales causantes de la escasez de divisas. Pero a partir de la
estatización del 51% del capital de YPF, el nombramiento de Gallucio y la
explotación de Vaca Muerta, YPF viene recuperando producción. El trabajo de
Gallucio en YPF es indudablemente muy bueno. Aquí hay que tener en cuenta los
tiempos, cosa que E.M. no hace. Con la foto solamente no se puede analizar la
realidad. Si YPF continúa con este ritmo de crecimiento, en no más de cinco
años habrá abastecimiento pleno. ¿Dónde está el descalabro energético?
E.M. habla también
del fracaso de la publicitada industrialización, dando como ejemplo el problema
de las automotrices y desconociendo el crecimiento de la industria y de las
exportaciones industriales en la última década.
Reducir la
fundamentación del “fracaso de la
publicitada reindustrialización” a que “la
industria automotriz muchos más dólares de importaciones requiere cuando más
produce” no es serio, por más que la industria automotriz represente un
elevado porcentaje de la producción industrial total.
E.M. acusa al
gobierno de pagar los litigios del Ciadi, pactar con el Club de París, e
indemnizar a Repsol, buscando despejar el acceso a créditos internacionales.
Igual que con
respecto a la deuda externa en general, a pesar de que esos pagos no
corresponde hacerlos, porque de una u otra manera son robos, es cierto que sin
pagarlos se dificulta el acceso al crédito internacional. Y el gobierno ha
afirmado hasta el cansancio que los nuevos créditos no serán para refinanciar
deuda con más deuda, sino para inversión productiva y de infraestructura, a lo
que suma la posibilidad de que las empresas tomen crédito en el exterior. La
urgencia del gobierno es cubrir la escasez de dólares, pero los objetivos de
industrialización e infraestructura son reales. Al descartar el gobierno la
nacionalización del comercio exterior y la banca, que sería lo que tendría que
hacer, lo que le hubiera permitido solucionar la escasez de divisas, elige esa
alternativa para solucionar esa escasez con el crédito y la inversión externa.
Dentro de los límites del capitalismo, no solamente en general, sino los
límites que se ha autodiseñado este gobierno, y la relación de fuerzas con la
que cuenta el gobierno para efectuar reformas como las nacionalizaciones, es y
era una estrategia posible si se mantiene dentro de los límites de inversiones
y créditos no leoninos y para financiar crecimiento industrial e
infraestructura.
Hay un objetivo
constante declarado por el gobierno: crecimiento con inclusión social, esa es la
estrategia central que se propone. Si el pago de deuda externa, el pago al
Ciadi, etc., permiten ese crecimiento, si se produce mucho más de lo que se
paga en deudas, y si esa producción no fuera posible por otro camino, esos
pagos tendrían racionalidad dentro de esa estrategia. Decir simplemente “no hay
que pagar la deuda externa” sin tener en cuenta que lo fundamental es el
crecimiento, es una visión absolutamente sesgada, esquemática, irreal. Se
pagaron 190.000 millones de deuda desde el 2005, pero se produjo mucho más de
lo que se pagó, el crecimiento económico fue muy grande. La pregunta es si se
podría haber crecido lo mismo sin pagar. Es difícil responder. Pero queda claro
que la estrategia del gobierno no es contraer deuda para pagar deuda, tipo
megacanje, et. Desconocer esta lógica de la política del gobierno es desconocer
la realidad.
Hasta el fallo
de Griesa el gobierno estaba logrando su objetivo. Tenía toda la deuda
reestructurada, incluso con el Club de París, pagado en el Ciadi, y pagado a
Repsol. Esta reestructuración implicaba un pago anual que no era la parte más
importante en la disminución del superávit externo. Estaba así aliviada la
situación para seguir con el crecimiento con inclusión social. Pero el capital
concentrado no podía tolerar que el gobierno lograra condiciones que le
permitieran seguir impulsando el crecimiento. El capital concentrado no tuvo el
suficiente éxito al fabricar la brecha cambiaria a fines del 2013. Detrás de la
ofensiva absolutamente ilegal de los fondos buitres está el capital concentrado.
El objetivo es provocar una revisión de los canjes 2005 y 2010. El resultado
buscado, anular toda posibilidad de continuidad del crecimiento con inclusión
social y volver al dominio irrestricto del capital concentrado para potenciar su
saqueo del país, en una versión corregida y aumentada de la década del ‘90.
Tampoco el
fallo del juez Griesa ha dado los resultados esperados. No anula el plan
gubernamental de solucionar la escasez de divisas y al mismo tiempo fomentar el
desarrollo industrial y de infraestructura con inversión y crédito externo.
Sólo lo posterga. Pero la posibilidad sigue abierta.
Ante la
incertidumbre del resultado final, el capital concentrado ha vuelto a fabricar
el crecimiento de la brecha cambiaria. Esto es una prueba de que el éxito de
los fondos buitres es todavía muy incierto. La política del gobierno de pagar
en Nueva York la primera cuota a los acreedores reestructurados fue en ese
punto, muy eficaz. El juez Griesa está en una encrucijada de la que no sabe
cómo salir. Obviamente que el juez Griesa es nada más que un instrumento del
capital concentrado. En ese sentido no tiene demasiada relevancia si pierde la
memoria o está “gagá”. Cumple órdenes.
Pensar que los
fondos buitres tienen tanto poder como para cobrar una deuda especulativa al
100%, siendo parte del 7% que no aceptó los canjes del 2005 y 2010 es una
ingenuidad. Su poder fundamental deriva de ser la punta de lanza del capital
concentrado internacional.
Pero en este
punto el capital concentrado internacional está dividido. Por eso hay voces
capitalistas que respaldan la política argentina, aunque en muchos casos sea
sólo de palabra. Por eso, por ejemplo, las votaciones en las Naciones Unidas,
en la OEA, etc. No todo el capital concentrado está a favor de la impunidad
legal en todo el planeta, porque pueden verse también perjudicados. Pero por
otra parte el capital concentrado necesita saquear el planeta. Un dilema para
el propio capital concentrado. Eso surge porque no es homogéneo. Dependiendo de
su grado de concentración y centralización, les conviene más o menos el triunfo
de los fondos buitres.
Dentro del
marco capitalista limitado en que el gobierno ha encuadrado su política, si se
mantiene firme, los fondos buitres no tienen herramientas para lograr sus
objetivos. Que el gobierno se mantenga firme fundamentalmente significa
respetar la cláusula RUFO. La duda radica en cuál será la política del gobierno
después del vencimiento de la vigencia de la cláusula RUFO a fin de año. Todo
indica que aún así sería crucial que la siga respetando, porque de esa manera
no podría haber dobles lecturas. Es decir, lo único que el gobierno podría
aceptar, de acuerdo con su política, es lo que ya ha ofrecido: que los fondos
buitres cobren lo mismo que los reestructurados del 2005 y 2010, lo que les
representaría una ganancia del 300%, a diferencia de la ganancia pretendida por
el fondo buitre de Paul Singer, de 1608 %. Si el gobierno se mantiene en esa
postura, los fondos buitres habrán fracasado. Habrá que ver si el gobierno la
mantiene.
Si el gobierno
se mantiene firme en esa posición, tendrá posibilidades de continuar con el
crecimiento con inclusión social. Es posible que con los créditos y la
inversión externa pueda reducir la escasez de divisas a niveles manejables, con
lo cual fracasarían las acciones del capital concentrado para ampliar la brecha
cambiaria a niveles insostenibles. Obviamente el capital concentrado no se
quedará quieto, seguirá inventando dificultades para el gobierno. En ese
sentido nunca estará despejado el camino para la política gubernamental.
Que el gobierno
vea despejada su situación para seguir con el crecimiento industrial es lo que
el capital concentrado no quiere aceptar, y ahí está el causa central de su
intento permanentemente renovado de desestabilizar al gobierno.
Algo que tiene
el gobierno a favor, es la política de China y Rusia. Ambos países quieren vía
libre para continuar con su crecimiento capitalista. Los negocios con A. Latina
son una parte fundamental de esa política. Ya Rusia dijo, en palabras de De
Vido, que ningún problema tipo fondos buitres afectará los créditos y las
inversiones en Argentina.
Con este
respaldo los planes de gobierno tienen posibilidades de continuar, a pesar de
la oposición del capital concentrado internacional.
Si Rusia o
China son nuevos imperialismos, que van a saquear a la Argentina igual que el
norteamericano, europeo, etc., es una pregunta que tiene varias respuestas. Ni
Rusia ni China tienen hoy una capacidad de saqueo similar. Ni es su intención
actual hacerlo. Es más, les conviene un desarrollo capitalista latinoamericano
para que puedan resistir mejor los ataques del capital concentrado
norteamericano y europeo. A largo plazo tanto Rusia como China, si continúan su
desarrollo capitalista, por la inevitable concentración y centralización del
capital, se irán convirtiendo en plenamente imperialistas, e intentarán saquear
a Latinoamérica igual que el
norteamericano o europeo. Pero no es la situación actual. Y toda política
realista y práctica debe basarse en la relación de fuerzas intercapitalista a
nivel mundial real. A medida que evolucione la situación, un gobierno como el
actual deberá ir adecuando sus políticas y sus alianzas. Pero hoy es hoy y
Rusia y China son una extraordinaria ayuda para enfrentar la ofensiva
permanente del capital concentrado más desarrollado.
La
responsabilidad del gobierno kirchnerista en las dificultades económicas, particularmente
en la escasez relativa de divisas, la llamada restricción externa, se debe a
varias cuestiones que tienen que ver con el funcionamiento de la economía en
general y el tema externo en particular.
La propia
confianza en la posibilidad de crecimiento de una “burguesía nacional” ha
influido para que el gobierno aceptara durante mucho tiempo, a concesionarios de
las empresas privatizadas con gestiones saqueadoras como en el caso de los
ferrocarriles (lo que implica también su responsabilidad en la tragedia de
Once), Repsol, y otros. Los subsidios a empresas ha sido y sigue siendo un
problema permanente, por más que en algunos casos fuera, según el gobierno,
para beneficiar a los trabajadores. Está el problema de la sojización, la
devastación social y ecológica de la privilegiada minería, entre muchos otros.
El gobierno ha promovido el crecimiento industrial, pero no ha avanzado lo
suficiente en la sustitución de importaciones. Ha promovido la sojización, a
pesar de sus efectos devastadores y muchas veces criminales sobre poblaciones,
a pesar de la contaminación producida por el glifosato, la degradación del
suelo y el gran crecimiento de la concentración económica en el campo.
Por otro lado
se niega a estatizar el comercio exterior y los bancos, ni siquiera sugiere una
Junta Nacional de Granos o algo similar. No implementa mecanismos adecuados
para disminuir significativamente la fuga de divisas, ni la sobre o
subfacturación de importaciones y exportaciones, el Banco Central no controla
las operaciones de los bancos. Los bancos han sido y son la autopista por donde
se fugan divisas, pero las inspecciones y el control del Banco Central siguen
siendo escasas y superficiales.
Sería largo
enumerar todas las responsabilidades del gobierno, pero esto no contradice el
hecho de que el gobierno realmente intenta el crecimiento con inclusión social
(dentro del capitalismo). Los planes sociales (AUH, Pro.Cre.Ar., etc.), los
millones de nuevos empleos y jubilaciones, los mecanismos indirectos de
reducción de la pobreza, como las redes de agua potable y cloacas, los créditos
para la vivienda, la electrificación de gran parte del país, las obras de
infraestructura, las carreteras, últimamente la gradual recuperación de los
ferrocarriles, la creación del ministerio de Ciencia y Tecnología, la vuelta de
las paritarias que ya son alrededor de 1.200. El estatuto del peón y del
trabajo en casas de familia. La promoción de la cultura, cine, teatro, etc. La
ley de derechos de autor para los actores. Las leyes de ampliación democrática
como la de matrimonio igualitario. Las leyes que destrabaron la investigación y
juicios de los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, como la anulación de
las leyes de punto final y obediencia debida, los juicios a socios civiles de
la dictadura. Incluso las notebooks para los estudiantes implican,
necesariamente, una voluntad manifiesta de inclusión social.
La
concentración y centralización del capital, con todas sus consecuencias
negativas, es inevitable bajo el capitalismo. No se puede criticar a un
gobierno burgués por la concentración económica, es inherente al capitalismo.
Se lo puede criticar por el hecho de que sea socio, cómplice, de esa
concentración, o simplemente sea un espectador de su inevitabilidad. Este
gobierno tiene una actitud dual en ese sentido. En muchos aspectos ha apoyado
la concentración, en otros ha tratado de contrarrestarla. El interrogante es
hasta dónde este o cualquier gobierno podría demorar esta concentración,
relativizarla, o desarrollar paliativos. Pero es también cierto que el gobierno
hace intentos para paliar esta concentración, que es la causante natural del
nacimiento de los oligopolios. Un ejemplo no tan menor, entre muchos, es la
iniciativa para crear mercados centrales en todos los barrios de las grandes
ciudades del país.
El kirchnerismo
es continuador de la ideología de la JP de los ‘60/’70 (no necesariamente
montonera, porque la JP era mucho más numerosa) de que bajo el capitalismo se
podía lograr la “justicia social” plena. Lo novedoso históricamente hablando es
que hay un gobierno que intenta
llevar a la práctica esa concepción política, ahora aggiornándola y denominándola
crecimiento (industrial) con inclusión social. Tener claro esto es decisivo
para poder tener una política verdaderamente socialista en la coyuntura actual.
Sobre la base
de que el Estado es siempre bajo el capitalismo propiedad del capital, su instrumento
político de dominación, ningún gobierno, por más buenas intenciones que tenga,
puede evitar, en lo fundamental, gobernar para el capital. Esto también le
sucede al kirchnerismo. Pero no es lo mismo gobierno que Estado. Los gobiernos
cumplen la función de gerentes del estado capitalista, por más democrático
burgués que sea, como es el caso del gobierno kirchnerista. Cuando un
gobierno-gerente tiene una política que en algo se independiza del mando del
capital, aunque sea en pequeña medida, éste pone todo su poder para
disciplinarlo y enseñarle al servicio de quién está realmente. Y cuando le
cuesta dominar al ejecutivo, el capital cuenta con el Parlamento y el Poder
Judicial. Y cuando tampoco cuenta plenamente con el Parlamento, su utilización
del Poder Judicial se exacerba. Todo esto lo hemos estado viendo en el período
kirchnerista.
El principal
problema del kirchnerismo es creer en que se puede lograr el “crecimiento con
inclusión social” pleno bajo el capitalismo. Es una utopía, es imposible, inevitablemente
imposible en el largo plazo. Pero como se ha demostrado durante este gobierno
un relativo crecimiento con relativa inclusión es relativamente posible en el corto y
mediano plazo.
Pero este relativo crecimiento con inclusión
social es intolerable para el capital concentrado. En primer lugar porque
significa un recorte en sus ganancias, por mínimo que sea. Esto se refleja en
su queja por el “excesivo” gasto social, o sea por las políticas de
redistribución del ingreso como la AUH, los planes sociales, etc. Pero, además,
en este momento histórico, el capital más concentrado y centralizado
internacional necesita saquear directamente a todos los países. Ya ni siquiera
promueve cierto pseudodesarrollo dependiente, directamente necesita saquear. Su
escala de producción y ventas es mundial, los países son sólo fuentes de
materias primas y mercados para vender sus productos. Esto choca directamente
contra el crecimiento de los mercados internos de los distintos países
“emergentes” o “atrasados” en su desarrollo capitalista.
Estos
movimientos populistas como el kirchnerismo han surgido en buena parte de
América Latina. No surgieron por iniciativa de los Kirchner, o de Hugo Chavez,
o de Evo Morales, o de Rafael Correa. Surgieron por rebeliones populares que
cuestionaban los gobiernos directamente a disposición del capital concentrado
internacional. El 19 y 20 de diciembre de 2011 en Argentina, el Caracazo en Venezuela,
la sublevación contra Sánchez de Lozada en Bolivia, las varias rebeliones
campesinas en Ecuador, etc.
Los gobiernos
como los de Kirchner, Chavez, Morales o Correa tienen un carácter híbrido. Por
un lado garantizan el retorno del control pleno del capital sobre los estados y
gobiernos. Pero a su vez promueven muchas de las reformas reclamadas por los
movimientos sociales. Pero todo dentro de los límites de la democracia
burguesa.
Esta
conciliación de clases es, a nivel ideológico, profundamente reaccionaria.
Conspira contra la independencia política de la clase obrera, y del conjunto de
los trabajadores, condición indispensable para el triunfo de la revolución
social. La confusión ideológica que promueve en el pueblo es profundamente
perjudicial. Peo por otro lado en su relativo enfrentamiento con el capital
concentrado internacional, revela a cada paso muchas de las lacras del
capitalismo, promueve la esperanza en el progreso social, y se producen
incorporaciones masivas, progresistas, políticas, a la lucha por las reformas
sociales.
Comprender
científicamente en profundidad, esta lucha interburguesa mundial y su correlato
de movimientos sociales progresistas embarcados en la utopía del crecimiento
con inclusión social bajo el capitalismo, es una necesidad insoslayable de los
verdaderos socialistas que quieran tener una política verdaderamente
revolucionaria. Revolucionaria en la teoría y en la lucha política práctica
cotidiana de los pueblos.
Sin la claridad
más completa sobre la lucha política y económica mundial no se pueden saber los
pasos concretos que hay que dar para avanzar hacia la revolución social.
Hay verdades
insoslayables. Todos los avances económicos, sociales, democráticos, políticos que se realizan por estos
movimientos y gobiernos populistas deben ser defendidos frente a la ofensiva de
capital concentrado. Los verdaderos socialistas deben ejercer la unidad de
acción –no el apoyo a los gobiernos- con todas las medidas que impliquen
mejoras reales, por más imperfectas que sean, salvo que se pueda impulsar con
posibilidades prácticas de realización mejoras más completas y radicales.
Y la primera tarea
política es oponerse a que el capital concentrado imponga su política
plenamente, como sucedió en la Argentina en los ’90.
Por supuesto
que esta política socialista debe hacerse sin que implique renunciar al
objetivo de revolución social, sino por el contrario, que sirvan para avanzar
hacia ese objetivo, empezando por propagandizarlo permanentemente.
De qué manera
se puede ejercer unidad de acción con el populismo, sin apoyar a los gobiernos
y manteniendo los pasos hacia la revolución social sólo se puede resolver en
cada situación concreta que se presente. Se cometerán errores, inevitablemente,
pero no hay otro camino.
El gran problema
de la izquierda del FIT y en general de la mayoría de la izquierda, es
justamente la caracterización de este gobierno y de todos los gobiernos
populistas. Por el hecho de que son gobiernos capitalistas, los acusan de ser
agentes directos del capital concentrado internacional. No visualizan la guerra
económica y política entre las políticas de saqueo del capital concentrado y
las políticas de crecimiento del mercado interno de los populismos, por más
utópica y limitada que sea.
De esa manera
su oposición al gobierno kirchnerista se confunde en cierta medida
inevitablemente, con la política de la derecha más extrema es decir, la
política del capital concentrado internacional.
La unidad de
acción entre los socialistas y los populistas debe ser contra esta ofensiva del
capital concentrado internacional, al mismo tiempo que los socialistas luchan
encarnizadamente contra la política de conciliación de clases de los
populismos.
La unidad de
acción con la lucha de las masas es ineludible para los socialistas, cuando
estos movimientos tienen un carácter progresivo. Evaluar el carácter y la
dinámica de estos movimientos es imprescindible. No se puede pensar en luchar
solamente con los que reivindican la revolución social, porque ese es un nivel
de conciencia al que sólo pueden arribar las masas después de una sucesión de
luchas políticas de masas, complementada por todas las explicaciones de los socialistas
sobre el funcionamiento concreto del capitalismo. Luchar junto a las masas,
explicar permanentemente la imposibilidad de verdadera inclusión social sin
revolución social es la tarea de los socialistas. Por esta razón la izquierda
actual se equivoca no sólo en caracterizar al gobierno como agente directo del
capital concentrado, al mismo tiempo que contradictoriamente le adjudica todo
poder para tomar decisiones a favor del pueblo, sino también en omitir la
unidad de acción con todas las masas que se despiertan políticamente simpatizando
con las reformas sociales del kirchnerismo.
Al no
diferenciar populismo de capital concentrado el FIT se incapacita para criticar
eficazmente al gobierno, para revelar sus verdaderas debilidades, le adjudica
al gobierno responsabilidades que en primer lugar son del capital concentrado y
subsidiariamente del gobierno, invisibiliza de esa manera el rol predador del
gran capital, y confunde inevitablemente a todos los trabajadores.
Si se denuncia,
identifica y explica claramente el rol del capital concentrado, se adquiere
plena libertad para la más radical crítica y oposición al gobierno, en todos
los aspectos que el gobierno cede frente al capital concentrado y defiende al
capital en general. Si se pone un signo igual entre gobierno y capital concentrado,
toda crítica al gobierno en alguna medida invisibiliza al capital concentrado,
y coloca a los obreros en una situación de indefensión política frente al gran
capital.
En el
enfrentamiento relativo del gobierno kirchnerista con el capital concentrado,
dentro de los límites de la democracia burguesa, se revelan continuamente todas
las mañas, las trampas, las violencias que ejerce el capital para obtener sus
objetivos de máxima ganancia a costa del pueblo. Es una oportunidad histórica
única que bien aprovechada sirve para elevar la conciencia de las masas en un
grado mucho mayor y más rápido que en cualquier otro gobierno anterior. Hay que
reconocer los intentos del gobierno por oponerse a tal o cual mandato del
capital concentrado, y en base a eso ayudar a visualizar, a comprender, las
dificultades que encuentra, las debilidades que demuestra al mantenerse dentro
de los mecanismos de la democracia burguesa, al respetar y reivindicar al
capital en general, al no atreverse a revelar a fondo todas las formas
prácticas que asume la ofensiva del gran capital.
La construcción
del socialismo vía revolución social implica necesariamente el crecimiento
económico más completo y acelerado. Por más a favor que estén las masas de la revolución
social, no van a soportar indefinidamente en el tiempo una situación económica
que no sea radicalmente mejor a la que padecían bajo el capitalismo. El
desarrollo industrial es crucial para el éxito de la construcción del
socialismo. La situación ideal es que la revolución social se realice en el
momento que el capitalismo haya adquirido el mayor desarrollo industrial
posible dentro del mismo, en ese caso bastará la “simple” tarea de la
expropiación del capital para lograr una situación económica mucho mejor. Pero
si la revolución social se realiza bajo un desarrollo industrial capitalista
muy precario, toda la tarea del crecimiento industrial pleno deberá realizarse
bajo la construcción del socialismo, y el capital internacional aprovechará esa
situación para dificultar al máximo ese crecimiento. Es lo que sucedió
claramente en la revolución rusa.
Esta es una de
las razones por las cuales los socialistas deben apoyar el crecimiento
industrial bajo el capitalismo, siempre y cuando no renuncien a la tarea de
avanzar todos los días hacia la revolución social, y la propagandización
permanente de su necesidad.
En este punto
el FIT se contradice permanentemente. Por un lado critica al gobierno por
anunciar una reindustrialización que según el FIT no es tal. Con lo cual está
afirmando implícitamente que es buena la reindustrialización, y más
implícitamente que es buena aún bajo el capitalismo. Pero no apoya ninguna
medida del gobierno que apunte a esa reindustrialización. En muchos casos acusa
a este crecimiento industrial por ser capitalista,
como si pudiera no serlo mientras la revolución social esté muy lejos de
madurar. Es como si dijera: “es necesario el crecimiento industrial, pero no se
puede aceptar que sea capitalista.” ¿Qué otro crecimiento industrial puede
haber en la actualidad que no sea capitalista? Se confunde la defensa
inclaudicable de todos los derechos de los trabajadores (sueldo, condiciones de
trabajo, plena ocupación, etc.) y del pueblo en general con la inevitabilidad
de que todo crecimiento industrial sea capitalista mientras no se realice la revolución social.
Más allá de la
discusión de si la contaminación de Vaca Muerta es tolerable o repudiable, se
critica la inversión extranjera en esa explotación petrolera como “entrega” al
capital por el sólo hecho de que sea una inversión extranjera. Se debería
aceptar la necesidad de la inversión
extranjera hoy si se quiere desarrollar
la extracción de petróleo y gas, al mismo tiempo que se fiscaliza, se controla,
y se denuncia si esa inversión es leonina o no. Pero no puede criticarse que
esa inversión represente ganancias para el capital extranjero, porque sin
ganancias no habría inversión. Lo que debe controlarse es que sea una buena
negociación del gobierno, que no sea un contrato leonino. Y en todo caso potenciar la movilización, elevar la
conciencia del pueblo, para que esos contratos sean lo más favorables al pueblo
que se pueda lograr.
Pero no. Afirman
que toda inversión de capital es una entrega al capital. ¿Cómo puede haber
crecimiento industrial entonces? Pero por otro lado se critica al gobierno de
que no promueve un desarrollo industrial, que ha fracasado en ese sentido. Es
toda una contradicción que no puede menos que confundir a los trabajadores.
¿Por qué tienen que luchar los trabajadores? ¿Cómo, con qué medidas, con qué
reclamos, qué política económica debería tener el gobierno? En este punto, en
la política general, el FIT provoca la confusión más absoluta, la parálisis
política del proletariado.
Esto se combina
con que el FIT considera al gobierno poco menos que todopoderoso. Caracteriza
de hecho al gobierno como capacitado para tener una política a favor de los
trabajadores con sólo tener la voluntad de hacerlo. Si no lo hace es porque no
quiere, es porque acata las órdenes del gran capital. Y agrega que si gobernara
el FIT realizaría todas esas medidas que garantizarían el bienestar pleno de
los trabajadores. De la necesidad de revolución social no queda ningún
vestigio. En cierto sentido son más kirchneristas que el kirchnerismo, creen
más en la posibilidad de crecimiento con inclusión social bajo el capitalismo
que el propio kirchnerismo. En lugar de impulsar la revolución social como una
necesidad insoslayable, plantean que bajo la democracia burguesa y un gobierno
burgués es posible la plena satisfacción de las demandas obreras, con la sola
condición de que el gobierno de turno tenga la intención de hacerlo. Por eso dicen
que un eventual gobierno del FIT bajo la
democracia burguesa, al tener esas buenas intenciones, lograría la plena
satisfacción de las demandas obreras y del conjunto del pueblo.
De la lucha de
clases política (más allá de los límites de la lucha económica en las
fábricas), y de la lucha interburguesa no hay noticias por parte del FIT.
No se trata de
frenar las luchas para “no desestabilizar” a este gobierno. Si se
responsabiliza en primer lugar al capital concentrado y en segundo lugar al
gobierno, todas las luchas, las huelgas, las movilizaciones, los cortes de ruta
frenarán y desenmascararán en primer lugar al capital concentrado, y
subsidiariamente al gobierno.
La lucha es
centralmente contra el gran capital, contra el capital concentrado en primer
lugar, y contra el capital general en segundo lugar. Ése debe ser el eje de la
lucha política proletaria. La política contra éste o cualquier otro gobierno
será un derivado de esa lucha central. Y no se puede participar de una campaña
destituyente de este gobierno o cualquier otro, como ha dicho Trotsky, si no se
tiene previsto reemplazarlo por otro mejor, y mucho menos si el seguro
reemplazante será un gobierno radicalmente peor.
Si el eje de la
lucha es el capital concentrado se podrá adecuar la táctica en cada momento
correctamente. Si el demonio creador de todos los males es este gobierno será
inevitable favorecer, en alguna medida, la política del capital concentrado.
Carlos A.
Larriera
30.9.14
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