Alrededor del folleto Los
desafíos de una transición histórica
La
transición automática
Los comentarios que se hacen
en el artículo de Daniel Cadabón Sobre el
concepto de transición en el “Partido Obrero”, publicado en Rebelión el
31.5.14, tienen un grado de abstracción muy pronunciado. Es difícil entender su
significado concreto para alguien que no conozca la fraseología del Partido
Obrero, e incluso resulta dificultosa su comprensión para los verdaderos socialistas.
Hacia el final del texto se percibe que, por lo menos en parte, se refiere
críticamente al concepto de “etapa” del stalinismo, en este caso el PC
argentino, aunque apenas lo nombra específicamente. Obviamente se refiere a la
posición en Rusia, originalmente menchevique, de que en 1917 se transcurría por
una etapa de revolución burguesa y por lo tanto la revolución proletaria
debería esperar a que esa etapa culminara. Posteriormente esta ideología
“etapista”¨fue adoptada por el stanilismo internacional. Trotsky, por ejemplo,
critica esta política etapista en su libro Stalin,
el gran organizador de derrotas, refiriéndose a la traición del stalinismo
a la revolución china de la década del `20. Pero esta política stalinista se ha
aplicado y se sigue aplicando en todo el planeta como fue, entre muchos otros,
el caso de la revolución española que culminó con la guerra civil de 1936-39.
En el artículo se acusa a todos aquellos
que, en más o en menos, se quedan en esta etapa burguesa y no ven que se está
produciendo una transición. A esto parece referirse cuando reduce apenas su
nivel de abstracción y dice: “para que estudien la transición política, considerada
desde el punto de vista metodológico como opuesta
a la ‘reafirmación de la constancia’ sostenida por otros partidos de la
izquierda y la centro izquierda. Este polémico concepto de “reafirmación de la
constancia” debe ser entendido como el sentimiento intelectual que, ganado por
la inercia de los hechos y la repetición de las etapas, sostiene el carácter
permanente de lo dado (inmutabilidad de la situación) y no como sinónimo de
fortaleza de principios o firmeza en las convicciones.”
Más allá de esta crítica al “etapismo”,
lo que interesa observar en este artículo, es que plantea que existe una
transición política, caracterización que ya de por sí habilita un pormenorizado
análisis acerca de qué se entiende por transición política. Pero además,
implícitamente, describe esta transición como algo automático, algo que sucede ante los ojos de los militantes del PO
y de los militantes de otras organizaciones de izquierda; a estos últimos
critica diciendo que se niegan a percibirla y apreciarla en todo su contenido
dialéctico. En ningún momento se afirma que esta transición es producto de la
lucha de clases, o el rol que ha tenido el Partido Obrero en su desarrollo sino,
simplemente, aparece como algo que sucede y que hay que analizar
dialécticamente. Lo único que se puede citar que dice sobre este rol es: “Aplicar con rigor el método marxista a la investigación de las transiciones
en sus diferentes aspectos (subjetivos y objetivos) tiene la función de
potenciar todos los fundamentos estratégicos de la acción de un partido obrero
que, en definitiva, interviene cotidianamente para que el proceso que emerge se
desenvuelva en un sentido revolucionario.” Pero no dice en qué ha consistido y consiste esa “acción” que supuestamente estimula
el desarrollo del “sentido” revolucionario de este proceso.
Todo se reduce
a una mezcla incongruente de hechos reales y supuestos y de conceptos mal
fundamentados, al decir que “Los K,
menemistas devenidos en montoneros nacionales y populares, hoy deambulan por el
mundo entregando el petróleo a Chevrón, negociando con el FMI, el Club de París
y entregando la soberanía de la negociación de la deuda con los fondos buitres
a la Corte suprema de EEUU.” Y más adelante remata: [el peronismo] “…marca su degradación completa como
representante de la aspiraciones de las masas.”
Frente a esto
menciona que: “Altamira insiste en que
los trabajadores deben “saltar el cerco” desde el movimiento “peronismo
nacional y popular” a la izquierda.” Izquierda que más adelante define como
“revolucionaria”: “Es en la intersección
de todos estos elementos donde la izquierda revolucionaria debe hablar “desde
la claridad”.
Resumiendo: los
trabajadores deben “saltar el cerco”
del kirchnerismo a la izquierda (“revolucionaria”). Según este artículo fracasa[1] el
kirchnerismo y la izquierda “revolucionaria” (fundamentalmente el PO) está ahí
esperando “el salto” hacia su organización. El sólo hecho de que (supuestamente)
el PO sea “revolucionario socialista” es suficiente para que los trabajadores
“salten” hacia él al “fracasar” el kirchnerismo. Todo vestigio de marxismo ha
desaparecido para siempre. Parafraseando el final de La casa Usher de E. A. Poe: “desapareció para siempre en el
pantano”.
La política, si
puede llamarse así[2],
del PO, se reduce a la lucha sindical, a la participación en las elecciones
integrando el FIT y a la actividad parlamentaria resultante, en la que se ha
limitado a prometer continuar el impulso de reivindicaciones sindicales; por lo
tanto las actividades parlamentaria y extraparlamentaria no pueden considerarse
propiamente políticas en el sentido
revolucionario, sino política reformista, “economista” en los términos del Qué hacer de Lenin, dado que la lucha
sindical por sí sola no puede elevarse a lucha revolucionaria porque “el marco
es demasiado estrecho”, en palabras de Lenin.
Un partido
verdaderamente socialista debe dar todos los días la lucha política. ¿Cuál es
la lucha política que realiza el PO?
La elevación de
la conciencia revolucionaria del proletariado no parece ser una tarea del PO,
salvo que a esta conciencia se la
pudiera desarrollar solamente en base a la lucha económica, sindical, y al
“fracaso” del kirchnerismo. El PO no realiza ninguna tarea para elevar esa
conciencia (y de hecho, sí para confundirla y retrasarla), no explica adecuadamente
la crisis mundial ni sus consecuencias locales, no analiza la disputa entre los
distintos sectores burgueses, ignora la acción destituyente del capital
concentrado, no dice por qué razón si el kirchnerismo es defensor de este
capital concentrado, a su vez sufre su ofensiva destituyente, no menciona en
ningún momento qué acuerdos de lucha hay que hacer con los sectores de la
pequeña burguesía e incluso de la burguesía, coyunturales y episódicos, pero
imprescindibles para “que el proceso que
emerge se desenvuelva en un sentido revolucionario”, etc., etc.
Todo se da sin
lucha interburguesa, sin lucha de clases (excepto la sindical y la
sindical-parlamentaria), debido al “fracaso” del kirchnerismo los trabajadores deben “saltar el cerco” hacia el PO. Y deben hacerlo sin la “ayuda desde afuera” que Lenin afirmaba como imprescindible
en el Qué hacer. Obviamente, Lenin
nunca habría planteado que el PO es un
partido revolucionario socialista dado que éste es de un
reformismo históricamente consolidado.
A confesión de
parte relevo de pruebas, dado que en el artículo se visualiza la “transición”
como un proceso automático, sin que tenga nada que ver la política de un
partido (supuestamente) revolucionario socialista, suponiendo que con su sola
existencia genera un imán al cual deben “saltar
los trabajadores”, queda claro que el PO no lleva adelante una política
revolucionaria, no lleva adelante la
ayuda desde afuera al proletariado.
Carlos A.
Larriera
1º.6.14
[1] El kirchnerismo ha afirmado
expresamente por boca de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que no es revolucionario, que reivindica al
capitalismo, así que no puede hablarse de fracaso en ese sentido porque la
revolución nunca fue su objetivo. Sí ha expresado el kirchnerismo su voluntad
de desarrollar un crecimiento, un desarrollo industrial capitalista con inclusión social, y es, en ese sentido, que debe
juzgarse su éxito o su fracaso. La utopía de este intento, al menos con
seguridad en el largo plazo, no amerita anticipar un fracaso cuando todavía lo
sigue intentando. Máxime cuando, con todas sus limitaciones, ha cumplido con
este crecimiento burgués, pero
reflejado con aumentos de empleo, de jubilaciones, etc., si se compara todo
esto con el país destruido por la política de los ’90. Sobre una
caracterización del kirchnerismo ver los artículos del autor de esta nota en
Rebelión, Kaos en la red y en el blog http://wwwnudosgordianos.blogspot.com.ar/
[2] En el Qué hacer Lenin explica que una política limitada a lo sindical,
“economista”, es en realidad una
política burguesa, porque la
actividad política, que tiene que ver con visualizar todas las clases y
sectores de clase de la sociedad y tener una política hacia todos ellos, al
limitarse un partido obrero a lo sindical le deja la política a la burguesía, que es justamente lo que la
burguesía quiere, porque sabe que es imposible eliminar totalmente la lucha
sindical.
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